El trágico déjà vu libanés

(Para Radio Nederland)
Todo parece responder a un guión demasiadas veces repetido en un país utilizado frecuentemente como campo de confrontación entre actores con intereses contrapuestos, quienes escasamente toman en consideración los de los cuatro millones de libaneses. Líbano vuelve a estallar de modo violento y, en función de lo que la historia de estas últimas décadas nos enseña, la situación apunta a más violencia a corto plazo.
Escalada
Menos de un año después del último conflicto, el Partido de Dios libanés (Hezbolá) parece haber recuperado su capacidad armamentística al tiempo que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) ultiman los detalles de su próximo plan de ataque, preparándose para un nuevo enfrentamiento en el que ambos pretenden obtener mejores resultados que entonces.
Al mismo tiempo, las fuerzas armadas libanesas asedian desde hace días a Fatah al Islam en el campo de refugiados palestinos de Naher el Bared, dispuestos a dar un golpe definitivo que erradique la amenaza que representa un grupo con patrocinadores tan inquietantes como el régimen sirio o la propia Al Qaeda.
Tribunal Hariri
Por su parte, el Consejo de Seguridad de la ONU acaba de aprobar el pasado día 30 de marzo una resolución que impone la creación de un tribunal internacional encargado de juzgar a los supuestos responsables (aún por identificar, al menos públicamente) del asesinato del exprimer ministro Rafik Hariri y otras 22 personas, en febrero de 2005. Los atentados y las explosiones se suceden mientras tanto en la capital, en un ejercicio de terrorismo indiscriminado que se mezcla con asesinatos políticos, asimismo habituales en la sangrienta escena nacional.
Influencia de Hezbolá
Estamos en vísperas de muchas cosas. El presidente Emile Lahud, que ha contado con el obvio respaldo de Damasco para aguantar hasta el final, dejará próximamente su cargo y Hezbolá pretende aprovechar las elecciones de septiembre para reconfigurar a su favor el modelo de reparto de poder emanado de los Acuerdos de Taif (1989). Su imagen victoriosa del reciente enfrentamiento con Israel le augura un mayor apoyo popular, incluso fuera de sus tradicionales feudos chiíes, lo que unido al mayor peso demográfico de esta comunidad en el contexto nacional y a la renovada alianza con los chiíes de Amal le permite abrigar esperanzas de que ha llegado su hora para marcar el futuro inmediato de Líbano.
Esta previsión es, por descontado, altamente preocupante para Israel. No sólo necesita sacudirse la imagen de derrota con la que quedó marcado tras los 34 días de conflicto con la milicia de Hezbolá en 2006, lo que pronostica por sí mismo un nuevo conflicto, sino que además resulta inaceptable para sus cálculos que la sombra de Teherán pueda llegar tan cerca de sus fronteras. Es por ello que, aún contando con que Ehud Olmert es a día de hoy un cadáver político, la respuesta militar israelí sea la alternativa más probable.
Fatah al Islam
El viernes 1 de junio finalizó el plazo que las autoridades libanesas habían señalado para que se produzca el desarme de las milicias palestinas que operan en el campo de Naher el Bared. No es previsible que los terroristas de Fatah al Islam vayan a renunciar fácilmente a su estrategia de terror, que tiene a la población como objetivo en una estrategia que pretende abortar cualquier intento gubernamental por eliminar la influencia siria en la vida nacional. Las acciones violentas y la respuesta del ejército libanés se multiplican en las últimas horas, de tal modo que cabe suponer que el pulso se mantenga por un tiempo.
Resolución 1757
Por último, el próximo día 10 se cumple el plazo que la ONU ha determinado en la resolución 1757, que anuncia la puesta en marcha del tribunal que ya el pasado noviembre había acordado la Organización con el gobierno prooccidental de Fouad Siniora.
En las circunstancias actuales, con un Parlamento bloqueado por los grupos prosirios para impedir la ratificación de dicho acuerdo, se abren dos opciones. La primera es que se mantenga la negativa parlamentaria, lo que pondría en marcha el tribunal en una medida que supone una injerencia directa en los asuntos internos de un país soberano (así lo han entendido China y Rusia, que se han abstenido de apoyar la resolución). Ese escenario plantea la entrada en un proceso de mayor inestabilidad que el actual, por la previsible reacción de Siria (tanto en Líbano como en Iraq) y de los grupos libaneses y palestinos que se mueven bajo su dictado.
La segunda, menos probable, es que los opositores al tribunal acaben permitiendo que el Parlamento se reúna antes del día 10 para ratificar lo acordado en noviembre. Esto sólo ocurrirá si, tras el escenario, se llega a algún tipo de negociación que limite el alcance de sus competencias para que no dañe los intereses de Siria (que ya ha mostrado su rechazo a la resolución y su voluntad de que ningún sirio llegue a presentarse ante ese tribunal). Aunque inicialmente pueda parecer que ésta es la opción más improbable, no debe olvidarse que hay países en el Consejo de Seguridad poco animados a apoyar resoluciones como la 1757, que pueden sentar un precedente peligroso para sus propios intereses a la hora de resolver sus problemas internos sin la amenaza de la injerencia de la comunidad internacional.
Mientras tanto, los refugiados palestinos huyen del campo asediado y los libaneses se encierran en sus casas. Ambos conocen el guión de esta historia mejor que nadie.