El mundo árabe, hoy: una panorámica sociopolítica
En la actualidad, el mundo árabe es un hervidero de profundos cambios. Cada día, de Oriente a Occidente, los países que conforman Magreb y Mashreq se hacen eco de nuevos movimientos sociales y políticos, conflictos armados de diferente intensidad y choques ideológicos y religiosos, protagonizados por poblaciones que exigen derechos, gobernantes dictatoriales que se niegan a abandonar el poder y potencias exteriores que juegan sus cartas en una batalla geoestratégica en la que cada cual apuesta por sus propios intereses.
El foco de atención más destacado hoy en el mundo árabo-musulmán es, sin duda, la guerra civil que está teniendo lugar en Siria desde hace algo más de dos años. Simultáneamente se registra un intento de los llamados rebeldes sirios por derrocar el régimen dictatorial de Bachar El Asad, mientras éste se resite a toda costa a ser desplazado del poder y otros actores- desde Irán y Rusia, por un lado, a Arabia Saudí, Turquía y Catar, por otro- juegan también sus bazas al margen de las demandas y expectativas de la sufriente población. La utilización de armas químicas o imágenes tan desoladoras como la de un líder rebelde mordiendo el corazón de un soldado, reflejan una espantosa realidad caracterizada por las matanzas civiles y los crímenes de guerra.
Ante esta situación, más de un millón de personas se han visto (y se ven) obligadas a huir del país, refugiándose fundamentalmente en Jordania y Líbano, aunque también en Turquía, Iraq o Egipto, según datos de OCHA. Este flujo provoca una fuerte presión demográfica sobre las sociedades receptoras, lo que deriva en crecientes tensiones entre las poblaciones autóctonas y los recién llegados, mientras los campos de refugiados se ven saturados e incapaces de cubrir necesidades básicas, aunque ONG como Médicos Sin Fronteras o Save de Children y organismos multilaterales como ACNUR o el PMA pongan todo su empeño en proporcionarles asistencia y protección.
Al mismo tiempo, y en un plano superior, se ha ido configurando un escenario de confrontación entre actores internacionales que dirimen sus diferencias apoyando al régimen sirio o a los rebeldes. En el primero destaca Irán- interesado en aumentar su radio de influencia desde el Golfo hasta el Mediterráneo- y Rusia- como suministrador principal de armas y con intereses para mantener las facilidades que le proporciona la base naval de Tartus-. En el segundo sobresalen Arabia Saudí, Catar y Turquía que, por diferentes razones, apoyan a los actores suníes sirios para evitar que Irán pueda alcanzar sus objetivos de liderazgo regional. Por su parte, Israel procura evitar que la violencia siria se vuelva contra sus intereses, y así hay que interpretar sus ataques a instalaciones y convoyes que pudieran servir para reforzar militarmente aún más al grupo libanés chií Hezbolá.
Una mirada más allá de Siria nos lleva a Irak, donde el balance de víctimas civiles no hace más que incrementarse, incluso después de la salida de las tropas estadounidenses en diciembre de 2011, lo que vuelve a plantear la amenaza de que se desencadene una nueva guerra civil como la vivida en 2006-07. Según señala AFP, el pasado mes de abril fue el más sangriento desde junio de 2008, dejando 712 muertos – de los cuales 595 eran civiles – y 1.633 heridos por actos de terrorismo y violencia. Mientras miles de iraquíes que estaban refugiados en Siria han tenido que retornar aceleradamente a su país debido al conflicto armado, las elecciones para elegir a los gobernadores provinciales, celebradas el pasado 20 de abril, no parece que vayan a servir para mejorar la alta inseguridad ciudadana ni tampoco su bienestar.
En cuanto al largo y trágico conflicto palestino-israelí, el pasado mes volvió a reabrirse la violencia directa en la Franja de Gaza, con el lanzamiento de misiles contra territorio israelí y la consiguiente represalia contra la población gazatí. De este modo queda olvidado, nuevamente, el alto el fuego pactado en noviembre por Israel y Hamás. Un alto el fuego que suponía levantar el bloqueo a la población palestina, pero que nunca se ha cumplido en la práctica. Simultáneamente, y como en tantas ocasiones anteriormente, el gobierno israelí ha publicitado un mediático freno a la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania, mientras daba alas a la continuación de esa práctica ilegal en otras partes del territorio palestino ocupado. Nada nuevo, en definitiva.
Yemen, otro de los países del Golfo inmersos en la mal llamada «primavera árabe», está actualmente colapsado, sin avances en la resolución de los problemas internos de falta de bienestar y seguridad, al tiempo que acrecienta sus problemas humanitarios por la llegada masiva de refugiados e inmigrantes (más de 30.000 en lo que va de año, según datos de ACNUR) y de inseguridad alimentaria (el 45% de la población la padece, según la OCHA), entre otros. La mayor parte de las personas que están llegando a Yemen proceden del Cuerno de África, fundamentalmente de los vecinos Etiopía y Somalia, cuyas poblaciones son tremendamente vulnerables.
Si volvemos la mirada al Norte de África, nos encontramos con una región que experimenta también sus propias convulsiones. Así, en Túnez, las disputas políticas continúan definiendo la agenda nacional, con episodios violentos como los que tuvieron lugar el pasado fin de semana entre salafistas y las fuerzas de seguridad, saldados con una víctima mortal, un joven salafista, y varios heridos, la mayoría policías. En Egipto, la indignación es patente ante el veredicto del tribunal encargado de investigar los hechos violentos acontecidos en el estadio de fútbol de Port Said, que se cobraron la vida de más de 70 personas el pasado año. La absolución de unos y las escasas penas de otros ha provocado una respuesta crítica por parte de una población que no duda en acusar a la policía de haber llevado a cabo la masacre. Asimismo, debido a la controversia sobre la presunta ilegalidad de la normativa electoral, que favorecería a los Hermanos Musulmanes, se ha decidido suspender las elecciones legislativas que debían haberse celebrado entre abril y junio. Se mantienen, pues, la falta de consenso entre las fuerzas políticas y las protestas sociales.
Libia, por otra parte, sigue acumulando asignaturas pendientes dos años después del derrocamiento del régimen de Muamar El Gadafi. Hoy es un país con altos niveles de inseguridad en ciertas zonas, como la que rodea a Bengasi, y las fronteras por las que el contrabando es continuo. Las milicias locales rechazan el desarme y el Ministro de Exteriores no quiere ningún tipo de colaboración extranjera para hacer frente a este problema. El Consejo de Seguridad de la ONU ya ha anunciado que extenderá su misión en Libia al menos hasta el 14 de marzo del próximo año.
El Consejo de Seguridad también ha vuelto a extender la misión en el Sáhara Occidental (MINURSO) hasta el 30 de abril de 2014, con el objetivo tradicional de garantizar el alto al fuego y el mantenimiento de la paz, y con el compromiso de asistir a las partes para llegar a una «justa, duradera y aceptable solución política de mutuo acuerdo». Sin embargo, se ha vuelto a rechazar (con la complicidad de Estados Unidos, Francia y España entre otros) la idea de que la MINURSO se encargue también de la vigilancia de los derechos humanos en su zona de acción.
Por último, interesa recordar que Sudán y Sudán del Sur siguen sumidos en una doble espiral de violencia y pobreza (interna y vecinal). Con respecto a Jartum, cabe reseñar que a primeros de abril se celebró en Doha (Catar) una Conferencia Internacional de Donantes para la reconstrucción y desarrollo en Darfur. En cuanto a Juba, la ONU, en sus proyecciones para el año 2013 sobre Sudán del Sur, estima en 4,6 millones las personas que padecerán necesidades, en 350.000 los refugiados y, nuevamente, prevé hambrunas debido a la inseguridad alimentaria que afecta al territorio sudanés y otras regiones del Sahel.
Esta es, a grandes rasgos, la realidad que nos llega desde el mundo arabo-musulmán. Una realidad que debemos tener muy presente en la agenda de una sociedad civil en plena efervescencia en un mundo globalizado y de influencias recíprocas e intensas entre diversos actores, tanto de Oriente como de Occidente, donde cualquier cambio que se produzca en una de las partes puede tener grandes repercusiones sobre las demás.
FUENTES CONSULTADAS:
– ACNUR
– Agencia Europa Press
– Amnistía Internacional
– ECHO
– FewsNet
– Final Communiqué International Donor Conference for Reconstruction and Development in Darfur
– INTERMÓN OXFAM
– OCHA
– OMS
– PMA
– Periódico «Público»
– Periódico «El País»
– www.reliefweb.com
– UNICEF