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El incierto futuro de Gaza

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Oficialmente, el pasado día 15 se completó la retirada israelí de la Franja de Gaza, poniendo así fin a 38 largos años de una ocupación que se ha preocupado sistemáticamente, entre otras cosas, de hacer inviable el desarrollo endógeno de la zona. El discurso dominante en estos días pretende hacernos olvidar el pasado y, al mismo tiempo, convencernos de que tal fecha marca el comienzo de un futuro prometedor tanto para Gaza como para el conjunto de los palestinos e incluso para la totalidad del conflicto árabe-israelí, propiciando la mejor oportunidad en muchos años para reemprender la senda de la negociación hacia una pronta paz generalizada entre vecinos. Frente a ese interesado ejercicio de ilusionismo político, en el que incluso el presidente de la Autoridad Palestina se siente forzado a participar, basta con echar la vista un poco más allá de las palabras para descubrir un panorama muy distinto.

No se trata de negar lo obvio: el repliegue israelí es, en sí mismo, positivo. Tampoco se trata de un exagerado instinto de precaución ante tantas expectativas frustradas en estas últimas décadas (en función de las decenas de planes de paz arrinconados hoy en algún olvidado archivo). El fundamento de esta turbadora sensación deriva, exclusivamente de la simple observación de los hechos. Gaza es hoy un territorio castigado y desestructurado en todos los órdenes de la vida social, política y económica. Sus aproximadamente 1,4 millones de habitantes se hacinan en algo menos de 400km 2 (lo que da como resultado la densidad de población más alta del planeta), con un nivel de desempleo estimado en alrededor del 50% de la población activa, con una renta per capita de poco más de 700 dólares, con una manifiesta insuficiencia de infraestructuras y servicios públicos en sus ciudades, con falta de inversión en la práctica totalidad de sus sectores económicos, con una grave radicalización social capitalizada por grupos que cuestionan cada vez más abiertamente la autoridad de las fuerzas de seguridad palestinas, con un altísimo nivel de corrupción, con una alta y permanente conflictividad en sus calles… Su futuro a corto plazo, aún con la convergencia de la mejor voluntad por parte de quienes deberían preocuparse por su desarrollo, se enfrenta a unas extraordinarias dificultades objetivas.

Ahora ya apenas tiene interés denunciar las responsabilidades (de la Autoridad Palestina , pero mucho más de Israel) que han conducido a esta situación. Lo fundamental es que perfila un escenario con un nivel de exigencia máxima, a tenor de lo que los tres principales actores en juego (Autoridad Palestina, Israel y comunidad internacional) han demostrado hasta ahora.

Siempre se puede apelar a ejemplos históricos que demuestran que, ante determinadas circunstancias, un individuo, un gobierno o un pueblo terminan rindiendo muy por encima de sus capacidades reconocidas. Ojalá éste sea uno de esos casos, puesto que el reto exige rendimientos extraordinarios. Pero si se atiende a lo que dicta la lógica y las dinámicas activas en nuestros días, no es fácil mantener la esperanza a corto plazo. Por lo que respecta a Abu Mazen, convertido desde el inicio de su mandato presidencial en un actor político y económico muy debilitado, no sólo tiene que convencer a sus conciudadanos de que sabe gestionar la Franja , sino también de que puede hacerlo. Necesita para ello recursos financieros, de los que no dispone, y capacidad para imponerse a los que, como Hamas y varios grupos violentos, se oponen radicalmente tanto a los israelíes (a los que piensan seguir combatiendo en la medida de sus posibilidades) como a él mismo. La Autoridad Palestina no tiene hoy ganado de antemano el apoyo real entre los habitantes de Gaza, en tanto que es identificada como una institución que no logra satisfacer ni siquiera sus necesidades básicas. Tampoco logra imponerse a quienes optan por la fuerza, reduciendo la violencia callejera y sometiendo a los violentos y a las milicias armadas de los grupos que no están dispuestos a obedecer a las fuerzas de seguridad, ni tampoco a integrarse en ellas (tal como el propio Abu Mazen ha propuesto). Hoy, y una vez que se enfríe el momentáneo entusiasmo provocado por el repliegue, no tiene realmente en sus manos ningún nuevo instrumento con el que volcar en su favor la situación de una Gaza tan degradada. Sus enemigos políticos se están ya encargando de presentar el repliegue israelí como una victoria lograda por la fuerza de sus armas (lo que no se sostiene bajo ningún supuesto), impulsando una estrategia que combina la integración en el juego político (ahí están ya las elecciones legislativas del próximo 25 de enero) con los ataques a Israel.

Por su parte, Ariel Sharon parece dispuesto a disfrutar de las ventajas que le ha reportado su movimiento estratégico. Ha mostrado que no es concebible ir más allá en la retirada de los colonos (mover a los casi 400.000 de Cisjordania y Jerusalén provocaría una crisis interna absolutamente descontrolada). Para algunos, ha salido del envite revestido de un aura de hombre de paz y de hábil y flexible político, convirtiendo una decisión unilateral en un aparente gesto de concesión y de cumplimiento de una exigencia internacional. Y, lo que es más increíble, ha convencido a otros de que se ha producido realmente una retirada total de Gaza (cuando la Franja ha quedado convertida en una inmensa zona que sigue controlando por tierra (con la colaboración egipcia), mar y aire). Mientras tanto, continúa la construcción del muro de separación que invade zonas de Cisjordania, así como la de asentamientos, creando situaciones de hecho orientadas a facilitar el dominio a largo plazo de ese territorio.

Por último, la comunidad internacional es tal vez la más atrapada en ese ejercicio de ilusionismo. Con el protagonismo inalterable de Washington, se repiten insistentemente las mutuas felicitaciones y los mensajes de infundado optimismo, sin reparar en lo que ocurre sobre el terreno y sin recordar sus propias responsabilidades. Sin ir más atrás en el tiempo, ¿en cuantas ocasiones, desde que se puso en marcha el Proceso de Paz (Madrid, 1991), se ha constatado el incumplimiento de las promesas financieras internacionales en apoyo de los Territorios Ocupados?, ¿en cuántas otras se ha preferido mirar para otro lado ante las flagrantes violaciones de mandamientos legales internacionales (basta recordar nuevamente el caso del muro de separación)? En lo que se refiere al conflicto palestino-israelí, es muy escaso el grado de credibilidad que hoy conserva ¿la comunidad internacional?, ¿el Cuarteto?, ¿Estados Unidos? como forjador de paz y desarrollo en la zona.

Conviene tomar en cuenta este tipo de consideraciones, cuando se coincide en que la clave del futuro de la zona pasa por el éxito de la recuperación de Gaza y su conversión en un ejemplo de buen gobierno palestino, de voluntad israelí por la paz y de compromiso internacional por cumplir sus promesas. ¿Demasiadas condiciones?

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