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El fracaso de la refundación del ejército congoleño

RDCSoldados

En 2006, Leo Mirindi, responsable del programa de Desmovilización, Desarme y Reintegración (DDR) de grupos armados la provincia de Kivu Sur, al este de la República Democrática de Congo (RDC), explicó: «Los milicianos se desarman, entrenan tres semanas y son enviados a las nuevas unidades del ejército». «¿Quiere decir que el nuevo ejército congoleño, las FARDC, formado tras los acuerdos de paz de 1999, está compuesto por soldados que no pagarán por las violaciones de derechos humanos que han cometido?, preguntó LolaMora Producciones. «Exactamente», respondió.

En ese momento el llamado proceso de «brassage», que había comenzado en 2004 y que consistía en integrar a hombres procedentes de diferentes grupos armados en el ejército, estaba en pleno desarrollo. A finales de 2006 unos 50.000 rebeldes habían dejado la clandestinidad para integrar el nuevo ejército, según el Banco Mundial, uno de los donantes del proceso. Todo iba muy rápido. Los desmovilizaban, los formaban, y enseguida integraban los nuevos batallones de las FARDC. La institución debía renovarse, tal y como estipulaban los acuerdos de cese el fuego de Lusaka de 1999, que pusieron fin a la segunda guerra de la RDC.

Los nuevos soldados en el este del país iban al frente a luchar juntos, casi sin preparación. Los que hacía semanas eran enemigos, combatían ahora en el mismo bando a las órdenes de un mismo superior y contra grupos armados que, a veces, eran sus antiguos compañeros.

Los batallones de las FARDC son pequeños ejércitos. Pero a veces los soldados no reconocen la autoridad del coronel al mando y son leales a cuadros intermedios, lo que constituye un sistema paralelo de poder dentro del propio ejército. Tradicionalmente poco unido, el ejército no proporciona a sus soldados el marco adecuado: una entidad estructurada, con una jerarquía, una disciplina, un código de valores y normas que enmarquen la vida de la institución. Los soldados no se sienten parte de las FARDC.

Existe además diferencia de salarios entre las provincias del país, entre batallones, e incluso soldados, debido a las diferencias étnicas. Según la organización Human Rights Watch, cuando los soldados no cobran aumentan los «excesos de violencia dirigidos, sobre todo, contra la población civil: extorsión, robos, saqueos y violencia sexual».

El papel de la radio en la crisis del ejército congoleño

Las radios comunitarias constituyen foros de discusión y de mediación en algunas crisis originadas a causa de la mala gestión del ejército congoleño.

En febrero de 2012, por ejemplo, el batallón del ejército de Walungu, en Kivu Sur, desertó a causa de la ausencia de salarios y de unidad, y el coronel dejó el campamento con todos sus hombres y se fue monte arriba. «Kinshasa está dejando que los ruandeses ocupen altos cargos en el ejército congoleño aquí en el este, en el marco de la lucha contra el FDLR. Y eso provoca el malestar de los oficiales congoleños», dijo el coronel, según Radio Maendaleo, explicando que sus hombres no cobraban su salario mientras los soldados ruandeses sí. La población comprendió al coronel. «Cualquier cosa es mejor que un ruandés en esta tierra», afirmaban los oyentes a través de sus mensajes.

La deserción se saldó con una negociación gracias a la intermediación y el poder de la radio comunitaria, que concluyó con el regreso de los desertores a sus armas.

¿Qué pasaría si los soldados del ejército congoleño cobraran una paga adecuada y vivieran en cuarteles con condiciones de vida aceptables? ¿Y si el ejército congoleño estuviera más estructurado, con un sistema propio de formación, de subsidios o de jubilación? Quizás se sintieran parte de una institución respetada y reconocida.

Durante las dos semanas que duró la deserción, esos hombres cometieron crímenes contra la población civil y secuestros. «Siempre lo hacen», explicó la periodista Jolly Kamuntu de Radio Maendaleo, «nos enteraremos con un poco de retraso o quizás jamás».

Según un estudio de la Agencia sueca de Cooperación para el Desarrollo, ASDI, si los militares congoleños recibieran un salario, se reducirían las violaciones de derechos humanos. «No necesitarían robar para comer, no se sentirían menospreciados, y no pagarían su cólera con los civiles; o lo harían menos. En lo que a violencia sexual se refiere, violarían menos y pagarían a prostitutas».

El informe de ASDI aboga por tratar la violencia sexual, sistemática desde 1996 en el este de la RDC, de forma holística, más integrada, poniendo el énfasis en el impacto de la violencia sexual sobre los hombres y los jóvenes, y en la necesidad de analizar los diferentes niveles de violencia desde sus raíces.

Según testimonios y algunos informes, el ejército congoleño sigue violando mujeres cuando entra en las comunidades a saquear pero ya no comete actos de violencia sexual de forma masiva porque ya no son parte de una estrategia de guerra.

En este contexto , explicado por mujeres del este del país, poner fin a la violencia sexual en los Kivus podría pasar por trabajar con enfoques diferentes en función del autor del crimen, la gravedad y la intención. Uno de estos focos podría ser la profesionalización de las FARDC a través de campañas informativas, y educativas o la creación de una plataforma radial que promueva el diálogo entre militares y la población. Estas serían soluciones locales ya que la reforma sustancial de las FARDC sólo se puede hacer desde y con la voluntad de Kinshasa. ¿Podría ser ésta una vía para la disminución de la violencia sexual sistemática en los Kivus? ¿Podría ser una radio para las FARDC parte de la solución?

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