“El éxito del nuevo marco de Sendai se verá con la consecución o no de metas claras”
Con más de 18 años de experiencia gestionando respuestas humanitarias y programas de mitigación, prevención y preparación, Jacobo Ocharan es, en la actualidad, el Responsable de Reducción del Riesgo de Desastres (RRD) en Plan International. Trabajó durante años en Oxfam y siempre ha demostrado tener grandes habilidades en la planificación, monitoreo y evaluación de programas humanitarios y de mitigación.
Respaldado por una larga experiencia en el ámbito académico y de formación en más de 20 países, ha adquirido unas capacidades excepcionales para establecer y mantener relaciones en el ámbito del trabajo de forma eficaz en un ambiente multicultural, siempre con respeto y sensibilidad por la diversidad. Es un apasionado por el liderazgo, la innovación y el cambio para conseguir un mundo globalizado más justo.
Con motivo de su participación en la III Conferencia Mundial sobre RRD en la ciudad japonesa de Sendai del 14 al 18 de marzo y tras los dos seísmos que han asolado Nepal en tan solo 2 semanas, hemos podido hablar un rato con él y que nos cuente la situación actual que vive el país, las principales ideas que se extrajeron en la Conferencia, los avances que se han logrado hasta la fecha y los retos de futuro a los que nos enfrentamos.
Háblanos un poco de Plan International, sus objetivos y tu labor como Responsable de Reducción del Riesgo de Desastres. ¿Qué acciones estáis impulsando en la actualidad? ¿Cuáles destacarías como prioritarias?
Plan International es una organización cuyo eje principal es infancia y juventud. Trabajamos en 40 países y hemos estado involucrados en todas las gestiones relacionadas con la RRD prácticamente desde el primer marco de acción, desde el principio de todas las negociaciones y discusiones. Nuestro punto focal es la participación y opinión de los niños y niñas y la juventud, y que sea incluida en toda la gestión de riesgos, sobre todo a nivel comunitario.
Esto es una parte relevante de nuestro programa; una segunda está ligada con el Programa «Escuelas Seguras», que busca construir una cultura de la seguridad para la infancia y sus comunidades en zonas con un alto riesgo de desastres naturales. No podemos olvidar que una escuela proporciona un entorno de aprendizaje seguro cuando la educación, la salud y la integridad de los niños y niñas están garantizadas, tanto en tiempos de normalidad como durante los desastres.
Este programa cuenta básicamente con tres pilares: 1) una infraestructura segura; 2) una gestión adecuada del riesgo en la escuela con la participación de los estudiantes (por ejemplo, en el diseño y evaluación de los planes de evacuación, propuesta de planes de mejora, etc.) y, por último, 3) la inclusión de la gestión y reducción del riesgo en el currículo escolar como inversión a medio y largo plazo; es decir, que los niños y niñas conozcan qué ocurre a su alrededor, qué riesgos existen y qué se puede hacer con ellos.
El pasado 25 de abril un seísmo de 7,9 grados en la escala de Richter azotó Nepal. Se trata de la peor catástrofe natural que ha sufrido el país desde 1934, año en el que otro seísmo provocó el fallecimiento de unas 8.500 personas. Anteayer, 12 de mayo, la zona volvió a ser golpeada por uno nuevo, esta vez de 7,3. ¿Crees que Nepal había reducido adecuadamente el riesgo a desastres como los terremotos, particularmente en lo relativo a infancia?
Cuando hay una cifra de víctimas mortales y personas afectadas tan alta es imposible decir que la gestión del riesgo ha sido la adecuada. Pero, sinceramente, todavía es muy pronto para saberlo. Nepal es un país que tiene una Plan Nacional de Gestión de Riesgo, con terremotos como una de la amenazas principales, desde 2009; un país bastante innovador a la hora de integrar la gestión de riesgos en los diferentes ministerios y muy abierto a la colaboración internacional; tiene una legislación bastante estricta obligando a la construcción con medidas antisísmicas; en el ámbito de la infancia emprendió hace 5 años un campaña para fomentar las escuelas seguras. En fin, una serie de políticas y prácticas que espero hayan salvado vidas en este terremoto. En Plan Internacional, ya estamos organizando un estudio para saber cómo las políticas de escuelas seguras han contribuido a salvar vidas y a evitar que los niños y niñas pierdan el menor número posible de días de escuela.
¿Cuáles consideras que son, a día de hoy, los países que mejor y peor están gestionando el riesgo?
Al final todo se reduce a la fórmula que desde los principios de la gestión del riesgo quedó clara y está aceptada; es decir, el efecto y el riesgo de los desastres es fruto de la combinación de la posibilidad de que ocurra un evento (terremotos, huracanes, sequías…) y la vulnerabilidad que la población tiene frente a ellos. En Asia, países como Filipinas, Pakistán e Indonesia están gestionando relativamente bien el riesgo; Bangladesh e India también, con la dificultad añadida a la que se enfrentan de manejar mil millones de personas. Asimismo, todo el cinturón centroamericano: el Salvador, Nicaragua, Honduras, por supuesto Costa Rica y Panamá, así como Colombia, Ecuador y Perú.
Los países que se enfrentan a un mayor riesgo, dentro de estas zonas calientes, y no están gestionando tan bien la RRD son, entre otros: Camboya, Laos y Myanmar en Sudeste Asiático y Haití en Centroamérica. Por supuesto, no podemos olvidar África, donde la sequía afecta a una gran parte del continente de manera constante. En este sentido, invertir en África en reducción del riesgo significa invertir en desarrollo con macroplanes. Por ejemplo, Etiopía es uno de los países que gestiona bastante bien todo lo relativo a la reducción de riesgos de sequía, pues cuenta con una gestión adecuada del terreno, planes de extensión, irrigación, etc.
Hablemos del rostro cambiante de los desastres. En la actualidad, son los pequeños desastres los más frecuentes y los que causan más víctimas mortales y pérdidas económicas pero, sorprendentemente, no suelen ser objeto de cobertura por parte de los medios. La hambruna generalizada en el sur de África o el devastador terremoto en Tayikistán son claras muestras de ello. ¿Qué medidas se deberían adoptar para promover una mayor visibilidad y, por lo tanto, una mayor cultura del riesgo?
Pequeños desastres y desastres olvidados; no es necesariamente lo mismo. A veces, los pequeños desastres son pequeños y otras veces hay grandes desastres olvidados. Es cierto que cada vez hay más víctimas de pequeños que de grandes desastres. En primer lugar, son olvidados para los medios de comunicación internacionales porque, en realidad, no es manejable, pues habría un canal de noticias exclusivamente para explicar cuál ha sido la inundación de cada día. En ese aspecto, creo que deben ser olvidados. Pero, obviamente, no tienen que ser olvidados por los gobiernos que deben encargarse de la gestión de los pequeños desastres.
¿Qué es lo que ocurre? La cultura de la reducción del riesgo es algo relativamente nuevo. En este sentido, la vulnerabilidad es el factor fundamental y se puede reducir; es algo que se está extendiendo en prácticamente todos los gobiernos del mundo y se debe seguir promoviendo su inversión. Por otro lado, es importante destacar el cambio de cultura y es aquí donde entra en juego la «aceptación del riesgo» o «riesgo subyacente», porque conseguir que no haya ninguna víctima mortal ante un desastre sería una inversión tan alta que sería inviable. Es imposible conseguir el riesgo 0, salvo en países como Japón que cuenta con grandes sistemas de alerta temprana. Por lo tanto, hay que aceptar cierto nivel de riesgo porque si no la inversión se dispararía.
Del 14 al 18 de marzo tuvo lugar la III Conferencia Mundial sobre RRD en la ciudad japonesa de Sendai. ¿Qué países destacarías como los más «proactivos» en la Conferencia? ¿Qué papel desempeñó España y cuáles son las principales ideas que se extrajeron?
Los países más proactivos coinciden con aquellos que se toman más en serio la gestión del riesgo porque están altamente amenazados. Un caso evidente es Ecuador, que ha estado liderando en la Conferencia por su ministra de Gestión del Riesgo y ha representado a todos los países latinoamericanos. Asimismo, Sudeste Asiático y Sur de Asia (Pakistán, Bangladesh, India) y los pequeños estados isla (Vanuatu y Seychelles, entre otros). Y, por último, Japón, que es quien ha auspiciado esta conferencia y viene organizando todas las vinculadas con RRD.
En lo que respecta a España, desempeñó un papel modesto. Es de los países europeos que no presenta grandes riesgos propios ni es un gran donante en estos momentos a nivel internacional. De alguna forma, sus intereses vendrían representados por la Unión Europea, por lo que su rol fue de donante pequeño.
¿Cuál ha sido el papel de las ONG en la Conferencia?
Es importante que tengamos en cuenta que en esta Conferencia estuvieron muy estipulados los ámbitos de participación a partir de los llamados «grupos de interés» que se dividieron en nueve: ONG y sociedad civil, infancia y juventud, mujer, pueblos originarios, agricultores, sindicatos, sector privado, gobiernos locales y, por último, ciencia y tecnología. Plan International, por su parte, participó en el grupo de «Infancia y juventud» y éramos ocho miembros. En el grupo de «ONG y sociedad civil», por ejemplo, había unas 80 o 90 ONG representadas.
He de reconocer que hemos sido consultados a lo largo de todo el proceso de elaboración del acuerdo por parte de los Estados Miembro, pero son ellos quienes finalmente aprobaron el documento. Se realizaron una serie de reuniones regionales en mayo y junio de 2014; a continuación, hubo tres conferencias preparatorias en julio y noviembre del año pasado y la última tuvo lugar un día antes de la Conferencia en Sendai. A su vez, se fueron convocando diversas reuniones con grupos consultivos.
Plan International hace una valoración positiva de las cuestiones de «infancia y juventud» en el nuevo marco pues, siendo honestos, se nos ha tenido muy en cuenta en todo el proceso. Estamos relativamente contentos. Pero ahora nos queda trabajar a todos para que el acuerdo marco sea implementado durante los próximos 15 años. Si no, será un papel mojado.
En cuanto a la inclusión de grupos vulnerables como personas con discapacidad o personas mayores (entre otros), ¿ha habido avances al respecto? De ser así, ¿nos podrías citar algunos?
Sí, ha habido avances en este marco con respecto al anterior en cuanto a la inclusión de estos colectivos. ¿Cuáles son específicamente? Hay una parte final en el documento dedicada a los «agentes de cambio», a saber: mujer, infancia y juventud, personas con discapacidad, personas mayores, pueblos originarios y migrantes/desplazados internos. Es importante darles a todos el espacio y las posibilidades de contribuir a la reducción del riesgo de desastres con arreglo a la legislación, la práctica nacional y los programas de estudio. Esto, para mí, es una mejora sustancial. Tengamos en cuenta que es un marco de acción que se debe poner en práctica por gobiernos a nivel nacional y local. De no ser así, no sirve para nada.
Hablemos de la importancia del «conflicto» y «conflictividad social» como factores de vulnerabilidad cuando se trata de reducción del riesgo de desastres…
Aquí hay una cuestión importante. En primer lugar, el Marco de Acción de Hyogo (MAH) y ahora el de Sendai excluyen a propósito todo aquello relacionado con conflictos. ¿Por qué? Porque saben que hablar de conflictos en el marco de la RRD supone, por un lado, involucrar a otras agencias de las Naciones Unidas y, por otro, resulta mucho más complejo a la hora de llegar a acuerdos. De alguna manera, los desastres naturales obviamente son menos «conflictivos». Se hace para acotar, ya que excede el mandato de la Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres (EIRD) y, de momento, se quiere mantener así. No hay un reconocimiento explícito de que los conflictos crean vulnerabilidad a los desastres naturales. Ni siquiera eso. Es más que nada un acuerdo de consenso.
¿Nos podrías indicar, a grandes rasgos, cuáles son los principales avances del Nuevo Marco con respecto al MAH 2005 – 2015?
Desde mi punto de vista, ha habido tres grandes mejoras con respecto al anterior marco. En primer lugar, sobre la base del MAH hay un objetivo global: «prevenir y reducir el número de víctimas mortales o personas afectadas por desastres naturales». La novedad es que el nuevo marco establece siete metas claramente definidas, con sus correspondientes indicadores y son tan importantes como: «reducir el número de víctimas mortales; «reducir el número de personas que se ven afectadas» o «reducir el número de infraestructuras básicas como escuelas u hospitales que se vean afectadas por desastres naturales». Si bien el MAH contribuyó en cierta manera a incrementar la cultura de la reducción del riesgo, no se consiguieron grandes resultados. Sin embargo, ahora se establece un nuevo marco con metas, en el cual los países, los Estados, son responsables ante sus propias poblaciones y frente a otros gobiernos. Dichas metas deberán traducirse en números, en resultados logrados. Sin lugar a dudas, esto supone un gran avance.
En segundo lugar, hay una mayor inclusión de «agentes de cambio», lo que representa un gran logro. Por último, este marco tiene en cuenta otros procesos que son fundamentales y están ocurriendo ahora: los ODM/ODS a partir de 2015 y la Cumbre sobre el Cambio Climático. En este escenario, con dichas agendas que convergen, la idea es que todas estas medidas citadas en el nuevo marco se emprendan de manera conjunta y en armonía con las citadas agendas. Ahora ya se tienden puentes para que se comprenda que todo esto es una cuestión internacional y, por lo tanto, debe hacerse conjuntamente.
¿Cuáles son, a tu juicio, las principales deficiencias detectadas?
En primer lugar, diría la rendición de cuentas, ya que todavía no queda claro cómo los países se van a comprometer, qué están firmando… pero, sobre todo, cuál es el nivel de compromiso. Aun así, deja espacio para que se desarrolle en los próximos años. Esto, para nosotros, es una deficiencia importante. En segundo lugar, destacaría los compromisos financieros. Sería interesante, por ejemplo, que hubiera más claridad en lo que respecta a las transferencias de fondos de Norte a Sur.
¿A qué retos nos enfrentamos con este nuevo marco? ¿Qué expectativas tenías y tienes con y tras la III Conferencia Mundial sobre RRD?
El nuevo marco de Sendai empieza ahora y finalizará en 2030. Si bien el MAH 2005 – 2015 sirvió para que se asentara de alguna manera la cultura de la gestión del riesgo y crear conciencia de que los desastres naturales son reducibles, ahora los siguientes 15 años servirán para la consecución de objetivos claros. Transformar todo esto en menos hospitales destruidos, menos víctimas mortales y personas afectada (entre otros) va a ser el gran reto al que nos enfrentamos.
Sendai, para mí y para todo el mundo involucrado, es la culminación de un proceso de dos años de negociación. Sirve para relanzar y tener cierta atención mediática, además de para cohesionar a toda una comunidad que trabaja de manera conjunta. Sirve, de alguna manera, para mostrar a muchos gobiernos lo que otros están haciendo y para avergonzar a otros que están haciendo poco.
¿Qué mensaje lanzarías a la comunidad internacional en relación con la aplicación del Nuevo Marco para la RRD después de 2015?
Es bastante sencillo. Lo que se ha aprobado es un documento que los gobiernos deben transformar en políticas de implementación nacionales para reducir el riesgo. El éxito de este acuerdo se verá en plazos de 5, 10 y 15 años, con la consecución o no de objetivos y metas claras. Siete metas bien definidas a partir de las cuales se verá si los países están reduciendo el número de víctimas, el número de infraestructuras destruidas, etc.
Ese es el mensaje que debemos lanzar sobre el éxito o no éxito de contar con este nuevo marco de acción. Es la continuidad de un trabajo que no ha finalizado, pero he de reconocer que se está yendo en buena dirección y ahora tenemos quince años por delante en los que se deberá conseguir cifras.