investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos propios

El Conflicto de Darfur y los efectos del referéndum de Sudán

cin1

La celebración, el pasado 9 de enero, del referéndum previsto en el Plan Global de Paz (PGP, 2005) sobre la posible secesión definitiva de Sudán se ha saldado con un 98,83% de votos a favor de la independencia del sur del país. El gobierno de Jartum…

cin1

La celebración, el pasado 9 de enero, del referéndum previsto en el Plan Global de Paz (PGP, 2005) sobre la posible secesión definitiva de Sudán se ha saldado con un 98,83% de votos a favor de la independencia del sur del país. El gobierno de Jartum, por boca del todavía presidente del país, Omar Hassan Al-Bashir, aceptó el resultado, tal como había prometido antes de su celebración. En consecuencia, todo apunta a que el próximo 9 de julio, cuando termina la vigencia del PGP, surgirá un nuevo Estado africano: Sudán del Sur.

Lo que no está tan claro es si esa decisión de independencia se traducirá en el fin de la violencia generada por las guerras civiles entre el Norte y el Sur, constantes desde su independencia de Londres en 1956, o si terminarán alimentando nuevos ejercicios de confrontación entre ambas partes del país (o en otras regiones).

Ante la trascendencia del referéndum no es de extrañar que la atención internacional se haya centrado casi exclusivamente en su celebración, dejando de lado otra crisis humanitaria cercana: el devastador conflicto de Darfur. La región de Sudán Occidental no sólo se enfrenta ahora al peligro de pasar a un segundo plano en la agenda internacional, lo que terminaría con toda esperanza de paz, sino también de sufrir un nuevo brote de violencia generalizada que empeore aún más la situación. Los choques entre el gobierno de Sudán y las fuerzas rebeldes, registrados sobre todo en Tabit (Darfur Norte), han provocado desde el pasado diciembre la destrucción de ocho poblados, la muerte de decenas de civiles y combatientes y el desplazamiento de al menos 40.000 personas(1). Igualmente, han vuelto a producirse bombardeos aéreos y la quema de poblados, patrones de violencia del pasado que hacía tiempo que no se veían.

El desencadenante en esta ocasión parece haber sido el despido de Minni Minawi como consejero especial de Al-Bashir en diciembre. Minnawi es el dirigente principal del Ejército de Liberación de Sudán (SLA, por sus siglas en inglés), así como el único líder rebelde que ha firmado un acuerdo de paz con el gobierno. Su salida se debió, en primer lugar, a las declaraciones del ministro de Defensa, Ibrahim Mohammed Hussein, identificando a los soldados del SLA como un «objetivo militar legítimo». Como respuesta, y tras el arresto reciente de varios miembros del grupo, Minnawi decidió huir, al tiempo que reiteraba su intención de retomar las armas contra el gobierno.

En Darfur operan actualmente más de 20 grupos armados, de los cuales ninguno está en condiciones de imponerse militarmente en el conflicto. Todas las misiones e iniciativas de paz han fracasado hasta ahora, debido principalmente a las diferencias internas de los grupos rebeldes, a la obstrucción por parte del gobierno sudanés y a la falta de coordinación y de voluntad por parte de los actores internacionales. Las negociaciones de paz que se llevan a cabo actualmente en Doha tampoco trasmiten esperanza alguna; por el contrario, apuntan a peores resultados que los obtenidos del Acuerdo de Paz de Darfur de Abuja, en 2006.

Al no haberse alcanzado ningún acuerdo, el 29 de diciembre de 2010- fecha límite acordada por todas las partes para concluirlo- el gobierno central se retiró de Doha. Aunque en los últimos meses se ha retomado el proceso, no hay ninguna esperanza real de alcanzar un acuerdo concreto. Ahora se ha fijado el 15 de marzo como nueva fecha límite para ello, con la aspiración de alcanzar un acuerdo marco, que las partes formalizarán en una ceremonia de firma, como acto simbólico de reconocimiento a Catar, anfitrión de las negociaciones desde hace más de un año. Al-Bashir, por su parte, ha amenazado a los grupos rebeldes con renunciar a las negociaciones si no se llega a un acuerdo y empezar un nuevo proceso interno en Darfur. Una variante que es del todo inviable, no sólo debido a la falta de seguridad y neutralidad que conlleva, sino también porque muchos de los líderes rebeldes tienen prohibida la entrada a Darfur y no podrían siquiera estar presentes.

En este contexto desolador cabe plantear algunos apuntes sobre la posible evolución del conflicto, particularmente tras los acontecimientos en el conflicto meridional. Hay que recalcar que en el caso de Darfur no se trata de un simple conflicto local; por el contrario, es un reflejo directo de la profunda crisis política que atraviesa Sudán, y su solución depende tanto de cómo evolucionen las alianzas entre los grupos armados de la región y los actores internacionales, como también del conflicto meridional y de la distribución de poder y recursos económicos del mismo. El referéndum de enero abre un nuevo abanico de oportunidades y riesgos que, sin lugar a dudas, incidirán de forma tanto positiva como negativa en el conflicto y en las posibilidades de alcanzar una solución pacífica. En este sentido debe recordarse que el conflicto de Darfur está, desde sus comienzos, estrechamente ligado al conflicto meridional.

Darfur («el hogar de los Fur») tiene una extensión territorial algo mayor que la de España y una población aproximada de 6.320.000 habitantes. Ésta se compone de tribus negras africanas, dedicadas mayormente a la agricultura, y de tribus árabes nómadas de criadores de camellos llegadas posteriormente. Al igual que el Sur de Sudán, se trata de una región históricamente marginada del poder económico y político del país. Tierra de supervivientes y sufridores, devastada en los años setenta y ochenta del siglo XX por la superpoblación, las sequías y el hambre. Su creciente desertificación llevó a los criadores de camellos árabes a incursionar en nuevas tierras fértiles, originando los primeros conflictos con los agricultores africanos negros. La inestabilidad social generada por la rivalidad por el agua, la tierra disponibles y los derechos de pastoreo proporcionó al gobierno de Sudán una excusa ideal para enfrentar a las tribus entre sí, expandir su propio poder militar y controlar así la región.

Cuando en 2002 se diseñó el Tratado de Paz entre el gobierno central y la guerrilla del Sur sudanés, la región de Darfur se vio completamente ignorada en el reparto de poder y riquezas. Se formaron entonces grupos rebeldes que se insubordinaron contra el gobierno central, exigiendo igualdad de derechos y el fin de la discriminación contra los africanos negros. Los principales grupos armados hoy activos son el SLA y el JEM (Justice and Equity Movement). Ambos iniciaron oficialmente el conflicto armado en 2003, con ataques a cuarteles y aeropuertos militares del gobierno central. Éste, envuelto a su vez en el conflicto meridional, se vio inicialmente superado, lo que le llevó a recurrir a los nómadas de etnia árabe de la región, buscando no sólo acabar con los insurgentes, sino también expulsar de la región a la población no árabe. Fue entonces cuando se formaron los cuerpos de los Yanyauid («jinetes del infierno»), como fuerza paramilitar, dotada de artillería y apoyada por tropas regulares e inteligencia militar gubernamental. En su balance de lucha contra los rebeldes, atacaron de forma sistemática y brutal a la población civil no árabe, cometiendo asesinatos, torturas, violaciones sistemáticas y desplazamientos forzosos. La cifra aproximada de víctimas mortales asciende a unas 400.000, mientras que la de desplazados superaría los dos millones, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

No hay duda que 2011 será un año crucial en el desarrollo del conflicto meridional y del que afecta a Darfur. La independencia y el surgimiento de Sudán del Sur provocarán a corto plazo consecuencias tanto positivas como negativas. El JEM felicitó al pueblo de Sudán del Sur por la victoria del independentismo en las urnas y no desestimó la posibilidad de intentar buscar la independencia de Darfur en un futuro próximo. En la misma línea, pero en sentido contrario, van los temores de los organizaciones humanitarias. Su preocupación es que la independencia del sur habilite al gobierno para sofocar todavía más a la población de Darfur. La pérdida del Sur puede significar el fin de un conflicto armado de décadas de duración que consumía en gran medida las energías del gobierno. Por lo tanto, a partir del 9 de julio, el gobierno podría disponer de nuevos recursos que antes no tenía para centrar sus esfuerzos en definir a su favor la guerra de Darfur y socavar cualquier intención separatista. Esto se traduciría en un importante aumento de la violencia, lo cual ya se ha hecho visible en los últimos meses, así como en mayores restricciones al acceso de ayuda humanitaria y de actores internacionales a la región.

Otra posibilidad, que no excluye a la primera, es que los grupos rebeldes de Darfur encuentren un aliado importante en el nuevo Estado independiente. La retirada de Minawi hacia sus territorios hace prever que Sudán del Sur podría convertirse fácilmente en un santuario para los grupos rebeldes, desde donde podrían reabastecerse y planear ataques contra el Norte. Llevando esta idea un poco más lejos, cabe también el riesgo de una guerra subsidiara en Darfur entre Norte y Sur.

También se pueden esperar consecuencias positivas. Si Sudán del Sur se estableciera y lograra alcanzar una existencia pacífica, decaerían las tensiones en la región, proporcionando a las partes en conflicto un contexto más armonioso y propenso para negociar. La solución del conflicto de Darfur pasa finalmente, entre otros factores, por la superación del conflicto meridional. Se trata en todo caso de una posibilidad a largo plazo, ya que el resultado del referéndum no significa en absoluto el fin de las disputas entre Jartum y Juba. Además, queda todavía pendiente la fijación de la frontera entre Sudán del Sur y Darfur. Ambas regiones comparten una frontera de 460km, que incluye la disputada zona minera de «Copper Pit».

Si bien estas posibilidades parecen plausibles, es aún demasiado pronto para determinar cuál puede ser la evolución efectiva de la situación y los efectos que el referéndum y la creación del nuevo Estado tendrán sobre Darfur. En los próximos meses será prioritario que la comunidad internacional deje claro, tanto a los grupos rebeldes de Darfur como al gobierno de Jartum, que no olvida a la población civil de Darfur y que espera progresos por ambas partes en los procesos de paz. No es admisible que el gobierno sudanés ataque ferozmente a civiles mientras los medios de comunicación centran su atención en Sudán del Sur, ni que Darfur se convierta en un factor desestabilizador en las relaciones entre Norte y Sur. El resultado del referéndum tendrá efectos importantes sobre Darfur, pero es sin embargo responsabilidad de la comunidad internacional velar por que el peor de los casos posibles no se haga realidad.

Notas:
1. Cfr.: Human Rights Watch (28.01.2011). URL: http://www.hrw.org/en/news/2011/01/28/sudan-new-attacks-civilians-darfur (Revisado el 24.02.2011)

Publicaciones relacionadas