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Disolución de Guantánamo, ¿fin del problema?

 

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(Para Radio Nederland)

Para cualquiera que se tome en serio los derechos humanos solo puede ser bienvenida la decisión de la nueva administración de Barack H. Obama de poner fin al vergonzoso espectáculo de Guantánamo (el presidio, que no la base militar). En su intento por recuperar una cierta altura moral y por revertir el grave deterioro de imagen que Estados Unidos ha cosechado gracias a George W. Bush, el nuevo inquilino de la Casa Blanca parece decidido a tomar medidas para poner fin a uno de los ejemplos más notorios de desprecio a la ley provocados por la nefasta “guerra contra el terror” liderada por su antecesor.

Comparado con otros asuntos (como la supuesta retirada de Iraq, el cambio de estrategia en Afganistán, o la solución del conflicto árabe-israelí), el cierre de la prisión es una decisión que solo depende de su propia voluntad. Y, sin embargo, no por ello está exenta de problemas. Estados Unidos no quiere dejar en libertad a los aproximadamente 250 detenidos en este infame centro de reclusión, pero tampoco parece decidido a enjuiciarlos a todos. Como alternativa, está procurando recabar el apoyo de otros gobiernos para repartir la carga que suponen unos individuos potencialmente problemáticos.

En esa línea, España ha mostrado su intención de colaborar en el esfuerzo, aceptando hacerse cargo de algunos detenidos (se habla de no más de media docena entre individuos de origen tunecino y argelino). Cuando todavía se desconocen los detalles jurídicos que rodean la totalidad del proceso de transferencia, lo que cabe deducir de momento es que estamos ante un juego diplomático en el que diferentes Estados europeos procuran reabrir caminos de entendimiento y diálogo con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, mostrando su voluntad de olvidar el pasado reciente y de comprometerse en una estrategia multilateral que haga frente a amenazas (como la del terrorismo internacional) que nos afectan a todos por igual.

España es de los más necesitados por superar el periodo de ostracismo al que fue sometida por Bush; y de ahí su apresuramiento por enviar señales positivas que le permitan volver a ser considerado como un socio fiel y proactivo, en línea con los primeros apuntes de la política exterior y de seguridad de Obama. Lo que cabe esperar es que esas prisas no lleven a traspasar nuevamente los límites del Estado de derecho (como ocurrió, por ejemplo, con el paso por territorio español de prisioneros de la CIA).

Entrevista a Jesús A Núñez

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