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Darfur, ¿es posible aún la esperanza?

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Las esperanzas de muchos habitantes de Darfur han estado puestas estos días en la capital libia, Trípoli, donde se ha intentado nuevamente llevar a buen puerto el proceso de paz, con la mediación de la ONU y la Unión Africana (UA). Aunque el antiguo pacto, el Acuerdo de Paz de Darfur (APD del 05/05/2006) no ha sido viable en ningún momento, sigue siendo importante insistir en la misma línea de negociación, aunque solo sea por razones humanitarias.

Hace unos días Juan Méndez, ex asesor especial de la ONU para la prevención del genocidio, alertó sobre el deterioro de la situación humanitaria en Darfur, en tanto que hay un descenso del nivel de ayuda humanitaria, hay más dificultades para que llegue a los necesitados, hay actores humanitarios que se están retirando de la zona (por razones de seguridad) y hay cada vez más gente dependiente de ésta. Las voces criticas alertan de que la misión mixta ONU-UA (UNAMID)- cuyo despliegue definitivo está formalmente previsto para enero de 2008, y que ya está sufriendo los problemas derivados de un mandato débil y de falta de material y de tropas especializadas- apunta a un fracaso, si no se logra antes un acuerdo de paz global. Lamentablemente, las perspectivas para llegar a un acuerdo que cree una base duradera para restablecer y conservar la paz en esta región no son optimistas por varias razones.

En primer lugar, es necesario que los grupos rebeldes más importantes firmen el acuerdo (el APD sólo fue firmado por la fracción del MLS (Movimiento de Liberación de Sudán) de Minni Arkoi Minawi). Si atendemos a la realidad del país esta, en apariencia, sencilla hazaña puede derivar en una ardua carrera de obstáculos. A la proliferación y fragmentación de los grupos rebeldes- Jan Eliasson, enviado especial de la ONU para Darfur, declaró la semana pasada que había contado 28- tenemos que añadir la amenaza que supone la no participación de algunos grupos en Trípoli. El líder de otra fracción del MLS, Abd al-Wahid Muhammad Ahmad Nur, ha descartado Libia como lugar de negociaciones de paz, por su falta de neutralidad con respeto al conflicto, y no quiere negociar con Jartum antes del despliegue de UNAMID y del desarme de los yanyawid, milicias árabes apoyadas por el gobierno. Aunque en el ámbito militar Ahmad Nur ya no es un actor importante, desde que perdió el control del MLS tras su fractura, se cree que juega un papel crucial en la medida en que representa al grupo étnico más grande, el de los Fur. Por su parte, Jalil Ibrahim, líder del grupo rebelde MJI (Movimiento de Justicia e Igualdad) con un poder militar considerable, decidió igualmente estar ausente debido a que la ONU y la UA no han conseguido convencer a los diversos grupos rebeldes de que solventen sus discrepancias. Según Ibrahim, sólo tres delegaciones tendrían derecho a participar en las negociaciones: MJI, MLS y el gobierno sudanés de Jartum. En un ejercicio de hipocresía nada extraño, Ibrahim parece olvidar que su propio movimiento también está fragmentado internamente.

Dejando a un lado la cuestión de qué grupos de rebeldes han estado en Trípoli, sigue siendo imprescindible que la ONU y la UA concentren sus esfuerzos en corregir la falta de representación de la sociedad civil en estos marcos, tal como había ocurrido el año pasado. En la misma línea, cabe preguntarse por las razones de la exclusión de partidos opositores como el Umma o el Partido Democrático Unionista, con una influencia considerable en Darfur, dado que el tema a discutir es una cuestión nacional que debe implicar a todos los sudaneses en la medida en que el conflicto está vinculado con la organización actual del propio Estado (en el que el National Congress Party (NCP) margina política y económicamente a la mayoría de la población sudanesa).

En segundo lugar, la seguridad en el terreno ha empeorado aún más en las últimas semanas por una intensificación de la violencia entre los rebeldes, las Fuerzas de Defensa Popular (FDP) y los yanyawid, con la población de la zona, las tropas de la UA y el personal de las agencias humanitarias como víctimas principales. En ese contexto se produjo el ataque a una base de la Misión de la UA en Sudán (AMIS), con diez soldados africanos muertos, y otro de las tropas sudanesas a Muhajiriya, a pesar de que esta ciudad estaba controlada por los rebeldes de Minnawi, aliado del propio gobierno sudanés. Con esta renovada violencia por parte del ejército sudanés y los yanyawid, el régimen sudanés de Omar Hasan Ahmad al Bashir ha dificultado aún más la asistencia de otros líderes rebeldes a Trípoli y su inclinación a realizar alguna concesión favorable al acuerdo. Con esta táctica, Jartum trata de justificar su discurso de que, a pesar de que quiere la paz, son los rebeldes los que rechazan la negociación.

En tercer lugar hay que tener en cuenta la vinculación del conflicto con la situación general en Sudán, en el marco definido por el Acuerdo Global de Paz (CPA) logrado el 9 de enero de 2005 entre el gobierno de Bashir y el Movimiento Popular de Liberación del Sudán (MPLS). Algunas demandas por parte de los rebeldes- más escaños en la Asamblea Nacional, por ejemplo- no encajan con el CPA sino que, de hecho, representan un desafío directo a la hegemonía del gobierno de unidad nacional (GNU) instaurado desde entonces y cada vez más debilitado tras la reciente retirada del MPLS. Parece claro que ni Jartum, ni el MPLS, ni la comunidad internacional aceptarán una reforma profunda del CPA, aún a riesgo de que no se llegue a un acuerdo con los rebeldes ahora activos en Darfur. Aunque hay que tener en cuenta que sus demandas están vinculadas directamente con la causa fundamental del conflicto- la marginación política y económica de la mayoría de la población sudanesa por parte del NCP-, no cabe imaginar que el conflicto en Darfur se vaya a resolver a costa de romper el CPA, cuyo progreso debe ser un factor clave de estabilización tanto en el marco de las tensiones entre el norte y el sur del país como en el caso concreto de Darfur.

Por ultimo, aún en el caso de que hubiese salido un acuerdo de las negociaciones de Trípoli- recordemos que el actual gobierno sudanés vuelve a ser un feudo del NCP, reiterado incumplidor de tantos compromisos anteriores, una vez que el MPLS sigue al margen- todavía quedaría por delante el reto de cumplirlo en la práctica.

No obstante, algunos acontecimientos recientes nos obligan a albergar una mínima esperanza. La semana pasada, representantes de siete movimientos rebeldes se encontraron en Juba, en una reunión organizada por el MPLS con el objetivo de llegar a una postura común (al igual que pasó en Flensburg, Alemania, entre los representantes del MJI y una fricción del MLS). Al mismo tiempo, se detecta un cambio de postura en la comunidad internacional, y así hay que interpretar las declaraciones de los nuevos líderes de Gran Bretaña y Francia, respectivamente Gordon Brown y Nicolas Sarkozy, mostrando que para sus países es una prioridad encontrar una solución política. Cabe suponer que, sobre todo Francia y la UE, presionarán para llegar a un acuerdo de paz o al menos a un alto el fuego, aunque sólo sea por la preocupación que les genera la seguridad de los 3.000 soldados europeos que se van a desplegar en el este de Chad y el nordeste de la República Centroafricana a partir de noviembre, en el marco de una misión multidimensional. También se nota un cambio en la postura de China, el aliado el más importante de Bashir, interesado en incrementar una estabilidad que le permita seguir adelante con sus planes de explotación petrolífera (Sudán es la cuarta fuente de suministro del gigante chino). E incluso cabe incluir el interés del régimen libio para atemperar las ansias belicistas de varios líderes rebeldes que apoya desde hace tiempo.

En definitiva, mínimas señales de esperanza en medio de un panorama que se oscurece por momentos. Las noticias del rearme de algunos grupos en el sur del país y las declaraciones de líderes como Jalil Ibrahim, amenazando con proclamar la independencia de Darfur si fracasan las negociaciones, algo que no admitiría pacíficamente el gobierno de Jartum, no auguran mejores tiempos.

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