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Crisis Invisible: Somalia

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Desde el año pasado, la piratería en el Golfo de Adén ha capturado la atención mediática del mundo entero. Somalia se convirtió en un sinónimo de la piratería y una amenaza a los intereses internacionales, dejando su nefasta situación humanitaria fuera del primer plano. Sin embargo, la omnipresencia de la piratería es simplemente el resultado de la inestabilidad que encarna este Estado Fallido, que ha ido empeorando durante casi dos décadas. Aunque el año 2009 ha empezado con lo que parece ser un paso prometedor, con la formación del gobierno de unidad nacional, Somalia está muy lejos de quitar la etiqueta de estado fallido y de proveer un mínimo nivel de estabilidad y seguridad a sus ciudadanos. La situación que vive la población somalí -plagada por la violencia, la inexistencia de una autoridad gubernamental y el colapso de los servicios básicos- es una crisis invisible más, empujada al segundo plano por la atención que se presta a las costas de Somalia y, quizás, por el tiempo que lleva en un estado permanente de violencia.

Tras haber formado parte tanto del imperio británico como del poder colonial italiano, la antigua República Somalí declaró su independencia en 1960. La guerra civil, que empezó en 1991, ha dejado la república dividida en pequeños estados, zonas independientes- Somalilandia- y el autoproclamado Estado autónomo, Puntland. Las divisiones no se limitaron al territorio. La competencia entre los numerosos clanes ha llevado a propagar la exclusión política y ha sido el factor clave en la lucha por el poder entre los clanes, tanto como los señores de guerra, desde los días del presidente Barre (1969-1991). Durante los últimos 18 años esta carrera por controlar el país, junto con la inhabilidad de establecer un gobierno con suficiente autoridad, han llevado a Somalia a la ruina.

Los años de inestabilidad política, plagada de violencia y sequía, han dejado a este país del Cuerno de África con más de 3 de sus 8 millones habitantes dependiendo de la ayuda de emergencia. Esta ayuda tampoco llega a las personas que la necesitan, ya que se encuentra atrapada las balas y la lucha por hacerse con su control y así alcanzar mayor autoridad. Por lo tanto, la entrega de la ayuda humanitaria se ve en peligro constantemente, lo que afecta tanto a la población somalí como a los trabajadores de las agencias humanitarias que son víctimas de secuestros y asesinatos. Dentro del país no existen servicios básicos ya que han sido destruidos por el conflicto como, por ejemplo, la falta de ambulancias en todos los hospitales de Mogadiscio. Aunque recientemente ha emergido un grupo de voluntarios que con 6 ambulancias proveen este servicio, con el riesgo que esto conlleva, en toda la capital.

En total, dentro y fuera del país hay unos 1,8 millones personas desplazadas. Muchas han perdido sus vidas intentando cruzar el mar para llegar en Yemen, otras han sido sujetos de sobornos cuando han intentado huir a Kenia. Por temor a su seguridad nacional, Nairobi decidió cerrar sus fronteras con Somalia en 2007 y, en 2008, cerrar el centro de recepción en Liboi, que se encargaba de registrar los refugiados que cruzaban la frontera. El cierre del centro provocó un aumento en el tráfico fronterizo y una oleada de corrupción que perjudica aún más a los somalíes. De las personas que consiguieron alcanzar el campo de refugiados en Dadaab, Kenya, se pueden considerar afortunadas aquellas que han encontrado un espacio aceptable dentro del mismo.

Originalmente, el campamento de Dadaab estaba previsto para 90.000 personas, pero desde febrero de 2009 ya acoge a unos 250.000, convirtiéndolo en el campo de refugiados más grande del mundo. Además de carecer en espacio, no consigue satisfacer las necesidades de los servicios sanitarios ni puede proveer suficiente agua potable.

Existen muchas esperanzas de que el gobierno de unidad nacional -con Sheikh Sharif Ahmed como presidente- vaya a conseguir unir algunas de las facciones beligerantes o, por lo menos, disminuir el estado de anarquía que caracteriza su país. El origen del nuevo puede ser un factor unificador: es un islamista moderado y miembro de la Unión de Cortes Islámicas (UCI), movimiento que fue derrotado en 2006 por una intervención etíope con el apoyo del entonces Gobierno Federal de Transición. Sheikh Ahmed ha conseguido formar la Alianza para la Nueva Liberación de Somalia, un gobierno inclusivo compuesto tanto por representantes del antiguo gobierno transicional como de la oposición. Esta representación inclusiva debe proveer una plataforma más capaz de unificar el país para poder establecer un cierto nivel de estabilidad, particularmente en la capital, Mogadiscio.

Para ello, es necesario crear unas fuerzas de seguridad somalíes hábiles y eficaces para este escenario tan complejo. El nuevo gobierno intenta llegar a este objetivo a través de la inclusión de los ex combatientes en las fuerzas de seguridad, heredados del antiguo gobierno transicional. Se espera que la integración de los ex insurgentes impida el surgimiento de más facciones belicosas y cree unas fuerzas capaces de imponer la ley. Otro cambio importante que se ha implementado en los primeros 100 días de la presidencia del Sheikh Sharif Ahmed es la institución de la ley islámica como ley del país. En general, la población está a favor de la Sharia ya que parece ser la única solución que pone de acuerdo a la mayoría de los somalíes. Además, se hace difícil para los grupos insurgentes, como al-Shabab, justificar su lucha cuando una de sus demandas ya está reflejada en la política del gobierno.

Sin embargo, el grupo militante al-Shabab -nacido como resultado de la derrota de la UCI- no se ve satisfecha por esta iniciativa y han sacado su propia versión de la ley islámica. Además, sigue determinada a resistir violentamente al mando gubernamental y cualquier mediación o intervención internacional o regional en Somalia. Ha luchado sin cesar contra la presencia etíope hasta su retirada en enero de este año y continua siendo una amenaza a las fuerzas de la misión de la Unión Africana (AMISOM), la única presencia internacional presente cuya misión es mantener la paz o, al menos, intentarlo. Desde el inicio de su mandato en febrero de 2007, AMISOM ha sido otra victima más en Somalia. Contando con sólo 4.000 soldados aproximadamente y una carencia inexcusable de recursos, las tropas de esta misión han sido descreditadas entre la población somalí por responder inadecuadamente a los ataques de la insurgencia provocando numerosas bajas civiles.

Hasta que se consoliden las fuerzas de seguridad y la policía somalí, es imprescindible que AMISOM realice su mandato -que incluye el apoyo a la formación de las fuerzas indígenas- con un mayor refuerzo en cuanto a recursos y a soldados. El mandato de la misión también incluye el establecimiento de condiciones seguras para la llegada de la ayuda humanitaria, lo que hace que la participación de AMISOM sea aún más importante.

Consiguientemente, la Resolución 1863, adoptada unánimemente por el Consejo de Seguridad en enero de 2009, tiene previsto una ampliación de fondos y un aumento de tropas para llegar más cerca del objetivo de 8.000 soldados. En la Conferencia de los donantes que tuvo lugar en Bruselas el 23 de abril, se han recaudado $213 millones para Somalia. Dentro de este paquete, las frágiles fuerzas de seguridad junto con AMISOM figuran como las dos prioridades a las que se destinarán una gran parte de los fondos.

Boletín IECAH nº 3, mayo 2009

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