Crisis en el norte de Mozambique: Cabo Delgado exhausto tras cinco años de conflicto
Las familias desplazadas en la playa de Maganja, en el distrito de Palma, esperaban el retorno a Mocímboa da Praia desde hacía dos años. Desde que Mocímboa fue tomada por un grupo que ahora se define como «Estado Islámico en la Provincia de Mozambique», estas familias vivían en una franja de playa de unas decenas de metros de ancho. Rebuscaban lo que podían entre los cocoteros y las huertas abandonadas, y completaban con lo que conseguían pescar sin alejarse mucho entre los arrecifes. La ayuda humanitaria era esporádica debido a unas dunas que hacían difícil el paso de camiones. Las condiciones de vida en Maganja eran espantosas: las familias estaban apiñadas en la franja de playa, sin lonas con las que hacerse un techo, y muchas sin una miserable esterilla en la que dormir y sin lugar donde lavarse o hacer sus necesidades. Sus posesiones se limitaban a un hatillo con lo que podían cargar sobre la cabeza. Y sin ninguna perspectiva de cambio.
La ironía es que estas mil y pico familias se ubicaban en la parte trasera del gran complejo de extracción de gas natural licuado de la península de Afungi. Más allá de la playa o de la seguridad del complejo gasístico, muy poca gente se aventura. Algunos pescadores y comerciantes van a paso ligero por las pistas de arena y, al mínimo ruido, se internan en el bosque hasta que haya silencio otra vez. No hay transporte, ya que el transporte privado no es rentable en esta zona. ¿Adónde irían de todas formas? ¿A Palma? Esta ciudad lleva un año intentando volver a la normalidad, desde que sus 60 000 habitantes escaparon tras un ataque contra la ciudad, que duró varios días. Pero Palma todavía no tiene hospital, banco ni servicios públicos, el mercado apenas funciona y las empresas de servicios que trabajan para las compañías del gas están cerradas.