Convulsión árabe: La ONU reacciona
(Texto para Radio Nederland, 25 de febrero de 2011)
Ha hecho falta que el dictador libio mostrara que está dispuesto a todo para mantenerse en el poder pero, sobre todo, ha hecho falta que la amenaza de subida de los precios del petróleo se convierta en certeza y que, la otra “gran amenaza” de llegada de refugiados e inmigrantes a Europa y algunos países del Magreb vaya tomando cuerpo, para que la llamada comunidad internacional se haya decidido a reaccionar. Y en este sentido, la Resolución aprobada la noche del 26 de febrero por el Consejo de Seguridad de la ONU decretando las primeras sanciones al régimen libio y abriendo la puerta a una investigación por parte de la Corte Penal Internacional (CPI), es la primera muestra de que se comienza a percibir de modo generalizado la gravedad de las crisis que están afectando al mundo árabe y la necesidad de respuestas a la altura de las circunstancias. Lo que fueran vacilaciones, tibieza, falta de capacidad, complicidad incluso, en los casos de Túnez y Egipto, que parecían retrotraernos a los peores tiempos del “too little too late” que entonara el antiguo Secretario General de la ONU -el por cierto egipcio, Boutros Boutros Ghali, tras el genocidio de Ruanda en 1994-, parecen estar dando paso a posiciones más enérgicas. Pero repetimos, han hecho falta decenas de muertos y la constatación de que los efectos económicos y de seguridad sobre Occidente van a ser muchos, para que la reacción comenzara. El bolsillo parece ser el órgano más sensible ante estos acontecimientos.
Por ello, aún saludando el hecho de que el Consejo de Seguridad de la ONU cumpla con la misión que tiene encomendada, habría que ser cauteloso sobre el alcance de estas medidas y sobre las posibilidades que abre para otras actuaciones de carácter bilateral justificadas por la siempre útil coartada de la necesaria movilización de la ayuda humanitaria. El que la Resolución recoja que se concede “la autorización para que los estados miembros adopten todas las medidas necesarias para posibilitar el retorno a Libia de las agencias humanitarias y asegurar la rápida y segura ayuda a quienes lo necesiten” puede convertirse, como en otras ocasiones anteriores, en una legitimación sin límite de cualquier injerencia en el país. Las organizaciones y los trabajadores humanitarios deberemos estar atentos para que no se manipule la prestación de asistencia y para que, sobre todo, se garantice la protección de las posibles víctimas.
Porque ésta es otra de las paradojas de las últimas horas sobre todo en la Unión Europea: se enfatiza la posible crisis humanitaria y la necesidad de asistencia, pero se movilizan todos los mecanismos para el cierre de fronteras y nada se dice sobre la concesión de asilo y refugio a las personas que huyan de la crisis libia. No solo no se van a flexibilizar los procedimientos de asilo, sino que se amenaza con endurecerlos, ¿es esa nuestra solidaridad? Por ello, conviene recordar que la protección jurídica de los derechos de las víctimas, y por tanto, la concesión del asilo o refugio a quienes tienen derecho a ello, forma parte esencial del trabajo humanitario y de los mandatos de organizaciones como el ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) y otras, presentas ya en la zona. Entre ellas algunas ONG.
La Resolución aprobada no será la última en la crisis libia. La experiencia de otras situaciones en las que se ha usado el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, muestra que suele haber una escalada y una autorización paulatina de medidas que impliquen el uso de la fuerza. Pero habrá que estar atento a que todas las posibles medidas tengan como referente fundamental la seguridad humana y el bienestar de las poblaciones afectadas, y no la mezquina y autocomplaciente seguridad de la que disfrutamos los ciudadanos de la ribera norte del Mediterráneo. Falsa seguridad conseguida a costa de la población de aquellos países y mantenida gracias a la condescendencia y tolerancia con la que nuestros mandatarios han tratado a Gadafi y otros dictadores. Photoshop lo borra todo pero en nuestra memoria seguirán las imágenes de reyes, presidentes, empresarios, parlamentarios, … sonriendo felices al lado del sátrapa.