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Colombia: segunda fase de diálogo en la Habana

El inicio de la segunda fase de diálogo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP, en la Habana, ha estado marcado por el sorprendente anuncio realizado por «Iván Márquez» de que el grupo armado realizará un cese de hostilidades de manera unilateral de una duración de dos meses, del 20 de noviembre del 2012 hasta el 20 de enero del 2013. De ese modo, las FARC introducen nuevos temas en la negociación, muestran cierta capacidad para sorprender al gobierno y, sobre todo, tratan de recuperar ante la opinión pública una cierta credibilidad sobre su voluntad de acuerdo y ganar una cierta legitimidad.

Es bastante común en todos los procesos de negociación para poner fin a conflictos que las partes hagan gestos de este tipo para recuperar imagen externa o para obligar a la otra parte a un gesto similar de una cierta reciprocidad. Lo que no es el caso, todavía, ya que el gobierno se ha apresurado a negar esa posibilidad. En cualquier caso, desde hace tiempo se venía hablando de un posible cese y como manifestó a la revista Semana el director del semanario Voz y dirigente del Partido Comunista, Carlos Lozano refiriéndose a una interrupción temporal de hostilidades, «las FARC es que estaban dispuestas a considerarla. No la rechazan, no la repudian, pero no han dicho que eso ya será así».

De todos modos, la aplicación de este compromiso sobre el terreno, con unos frentes guerrilleros muy fragmentados en el territorio, y con ciertas discrepancias internas en el seno de las FARC, no parece tarea fácil. Ayer mismo, en Antioquia, el frente 36 de las FARC parece ser el responsable de la voladura de dos torres de transmisión eléctrica. Aunque también ayer, las FARC liberaron a cuatro ciudadanos chinos secuestrados desde hacía tiempo en la zona del Caguán.

Pero como también muestra la experiencia internacional en procesos de paz, lo importante es que, más allá de las declaraciones hacia el exterior, se mantenga la agenda fijada, la hoja de ruta y el método y procedimiento acordados para los diálogos. Y en esto, hasta ahora, las partes se están comportando con bastante seriedad, con pocas indiscreciones que pudieran resultar arriesgadas para el proceso.

Esta segunda fase que comenzó esta semana en la Habana debería suponer el fin de las hostilidades como base para abordar el resto de temas de la agenda y dar paso a la tercera fase, de aplicación sobre el terreno de los acuerdos. Esta tercera fase es considerada por los analistas como demasiado vaga y temas como el papel de la sociedad civil – a la que se refieren los portavoces de las FARC con bastante demagogia- o la necesidad de verdaderas reformas estructurales que sustenten los acuerdos y la eventual desmovilización. La participación de la sociedad civil que se ha citado muchas veces durante la semana es todavía, lamentablemente, algo retórico que deberá concretarse como manera de dar soporte al proceso.

Otro elemento a considerar es que el apoyo de la opinión pública colombiana al diálogo sigue siendo mayoritario, aunque el grado de desconfianza sobre que se llegue a buen puerto es también grande. Según la encuesta publicada por Gallup más del 72% de los ciudadanos apoya el diálogo y el 65% cree que el gobierno debe intentarlo hasta el final. Aunque resulta significativo que más del 67% de la población discrepa con cómo el presidente Santos está abordando los temas de seguridad.

El apoyo internacional al proceso es también muy grande y un buen número de países ha expresado su apoyo explicito al mismo y facilitado gestiones diplomáticas de todo tipo para que pueda llevarse a cabo. El hecho de que países tan distintos como Noruega, Venezuela o Cuba estén involucrados tan directamente en los diálogos sigue siendo de gran importancia.

Con todo, pese a esta visión esperanzada y relativamente optimista que tienen numerosos sectores, están apareciendo cada vez con más fuerza voces contrarias a la negociación que, de hecho, son verdaderos «spoilers» que tratan de impedir los buenos resultados del diálogo convirtiendo sus posiciones en profecías autocumplidas. Y el expresidente Alvaro Uribe y toda su corte de voceros están a la cabeza. Y más importante que eso son los boicoteadores sobre el territorio, como los grupos paramilitares de nuevo tipo, las BACRIM en la terminología oficial, que aún siguen cometiendo atrocidades. El control de estos grupos de importantes zonas del país, y su vinculación con el narcotráfico o con grupos empresariales sigue siendo una amenaza para cualquier proceso de paz en Colombia.

Por último, debemos citar que desde la perspectiva humanitaria las cosas no solo no han cambiado sino que han aparecido indicios preocupantes. Según datos de OCHA Colombia el desplazamiento forzado ha aumentado un 28% durante el año 2012 con respecto a 2011 con más de 35.000 personas desplazadas más, y el número de incidentes violentos vinculados al conflicto armado alcanzó su máximo el pasado mes de septiembre (último del que se tienen datos) con 854 eventos. Al mismo tiempo, se ha registrado un aumento significativo de los actos violentos cometidos por desmovilizados de procesos anteriores de negociación con lo grupos paramilitares.

Construir la paz en Colombia es mucho más que unos eventuales acuerdos entre el gobierno y las FARC. La expansión de muy diversas formas de violencia sobre el territorio haría ver las cosas de un modo más pausado. Y la atención a las víctimas debe formar parte de los diálogos y ser un eje esencial de él. Como ha señalado el analista León Valencia «el país debe prepararse para un proceso cargado de contradicciones, de aplazamientos, de dolores y sobresaltos y los formadores de opinión debemos contribuir a la solución de los problemas en vez de ahondarlos».

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