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Colombia: ha ganado la paz

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Santos ha ganado las elecciones presidenciales en Colombia y el proceso de paz podrá continuar. Esa es la noticia hoy y parece que el resto sobra. La esperanza de lograr un acuerdo en los próximos meses se hace ahora más real y a ello se deberán dedicar los esfuerzos del país y de la comunidad internacional que apoya el proceso. Ese es hoy el compromiso que acompaña a la buena noticia. Como decíamos hace una semana «más allá de la continuidad o el cambio en la Presidencia de la República colombiana, lo que está en juego es la posibilidad o no de avanzar en un proceso de paz que ha hecho concebir esperanzas reales dentro del país y en la comunidad internacional».

Poner la situación humanitaria y las víctimas en el centro del proceso

Desde que empezara el proceso de paz con las FARC primero en Oslo y luego en La Habana propusimos la necesidad, la urgencia de incorporar las cuestiones humanitarias y la situación de las víctimas en el corazón del proceso . Y debemos decir claramente ahora que con poco éxito en nuestra capacidad de convicción tanto de los negociadores como de los garantes y mediadores del proceso. Ni el gobierno, ni las FARC, ni algunos de los participantes internacionales consideraron la pertinencia de nuestras propuestas –compartidas con algunas ONG y algunas agencias de la ONU, especialmente OCHA- e incluso encontraron fuera de lugar el que insistiéramos en ese tema «no es momento ahora de hablar de eso. Ya llegaremos al quinto punto de la agenda y hablaremos de víctimas» se nos repetía. Pues bien, bastó que en las últimas semanas de la campaña electoral el candidato Zuluaga incluyera las cuestiones humanitarias –todo hay que decirlo, de modo oportunista- en su acuerdo de apoyo con el Partido Conservador, para que a la carrera y de modo atolondrado los negociadores se avinieran a discutir y acordar algo sobre víctimas. De modo tan poco creíble como en el caso del candidato uribista.

En cualquier caso, la campaña ha puesto de manifiesto la urgencia de abordar con seriedad y sin demora este tema y no dejar que la esperanza de la paz oculte la dramática situación de muchas personas en Colombia y en algunos países a los que han debido huir y refugiarse. Reconocer la existencia de una crisis humanitaria hoy es tan importante como el reconocimiento del conflicto que negaba Uribe hace algunos años.

Desde que se iniciaron los diálogos varios centenares de miles de colombianos y colombianas se han visto forzados al desplazamiento de sus hogares. La semana pasada, precisamente, se daban los datos –una vez más contradictorios entre el gobierno y CODHES- que van desde los 142.000 que da la Unidad de Víctimas hasta los 219.000 de CODHES. En cualquier caso, cifras enormes. En el año 2013 más de 270.000 personas sufrieron situaciones de confinamiento. Las minas antipersonal y municiones sin explotar siguen causando víctimas y, aunque los implicados lo nieguen, se sigue usando el reclutamiento forzado de niños y niñas. Por tanto se debe hablar de víctimas en presente y no como suele hacerse referirse al pasado «ha habido víctimas», o a las obligaciones para su reparación en el futuro. Pareciera por tanto sensato que de este reconocimiento se desprenda el que, además de la asistencia y la protección que todo trabajo humanitario debe incorporar, se avanzara en la prevención, en el evitar o, al menos, mitigar que haya nuevas víctimas. El mantra del enfoque hacia las víctimas en el post auerdo «verdad, justicia, reparación, garantía de no repetición» debe sustituirse durante el conflicto por «prevención, asistencia, protección».

Junto a esto, otras realidades han ido haciéndose más visibles en el último tiempo. En el año 2013 se reportaron 7.464 casos de personas desaparecidas situando en 67.195 el total de personas desaparecidas al finalizar el año. Por otra parte En 2013 el CICR documentó 100 casos en que el principio de distinción entre bienes civiles y militares que recoge el DIH no se habría tenido en cuenta. Entre otros, se presentaron casos de viviendas destruidas durante ataques dirigidos contra instalaciones consideradas objetivos militares, así como daños a puestos de salud y escuelas ocupadas por una de las partes. Si bien en 2012 fueron 193 los hechos registrados, la cifra de 2013 sigue siendo alarmante. Los obstáculos a la misión médica también aumentaron en 2013 pasando de 88 casos en 2012 a 255 en 2013.

Siguen existiendo vacíos en la asistencia y la protección de las víctimas

Pese a los innegables avances producidos con la Ley 1448 y la puesta en marcha de todos los dispositivos institucionales por parte de las autoridades, siguen existiendo brechas de asistencia y, sobre todo, de protección de las personas afectadas por el conflicto. La debilidad y la falta de recursos en muchos Departamentos y Alcaldías dificultan la provisión de la asistencia prevista en la Ley a numerosas personas afectadas. En otros casos, el acceso de los organismos públicos a las comunidades afectadas se ve limitado por el control de esos territorios por parte de grupos armados al margen de la ley. Y esto no solo es realidad en zonas remotas aisladas sino en barrios periféricos de grandes núcleos urbanos. La propia lentitud en la aplicación de algunas de las disposiciones de la Ley 1448 hace que, como se trata en otros capítulos de la publicación, las cifras de restitución sean aún muy bajas.

Sirvan estos datos, entre otros muchos que podrían aportarse, para fortalecer nuestra argumentación sobre la urgencia imperiosa de dedicarle la atención que merece a la situación humanitaria en numerosas zonas del país.

Una verdadera oportunidad para la paz

Las elecciones de ayer pasarán a la historia como un plebiscito a favor del proceso de paz. Santos ha sumado numerosos votos de sectores de la izquierda y debe ser consciente de lo que ese apoyo supone. Cambios urgentes en su gobierno, en especial en su ministro de defensa, parecen urgentes. Pero no solo se trata de eso. Se trata de abordar la situación real de las víctimas en muchas zonas remotas de Colombia y de poner rostro a la paz.

La comunidad internacional, en particular las Naciones Unidas y su Representante Residente, junto con los países que apoyan el proceso, también deben extraer lecciones de lo sucedido las últimas semanas de la campaña electoral y, con todo el respeto por la independencia y soberanía de los diálogos y por la «negociación a la criolla», incidir para que estos mínimos en materia humanitaria que desde el principio de los diálogos proponemos, se hagan realidad.


1 Para una discusión en profundidad de este tema puede verse el trabajo del autor y Luisa Fernanda Pineda, Colombia: entre la crisis humanitaria y la esperanza de la paz. Informes del IECAH, n.º 8, Madrid, mayo 2013.

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