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Colombia: fin de la tregua, el diálogo sigue. La crisis humanitaria, también

El final de una tregua, aunque sea unilateral, nunca es una buena noticia, y en el caso de la mantenida por las FARC y que finalizó ayer 20 de enero, tampoco. Durante los escasos tres meses que ha durado el alto el fuego, han existido ciertos enfrentamientos entre la fuerza pública y el grupo guerrillero, pero según todos los datos en una cantidad mucho menor que en ocasiones anteriores. Las cifras que suministra el Observatorio del conflicto de la Corporación Arco Iris no dejan lugar a dudas, y nos hablan de una reducción del 80%, tanto en los incidentes armados, como en las víctimas producidas. Curiosamente diversas fuentes del gobierno colombiano interpretan las cifras de modo contradictorio, pero el presidente Juan Manuel Santos ha reconocido que, globalmente, la tregua se cumplió. Los datos arrojan también el dato preocupante de que los enfrentamientos con otros grupos, especialmente las llamadas BACRIM (Bandas criminales), o los ex paramilitares falsamente reinsertados, se mantienen y siguen teniendo consecuencias graves desde la perspectiva humanitaria con el desplazamiento forzado a la cabeza. En las últimas semanas se han reportado varios desplazamientos masivos y, pese al alto el fuego unilateral y el inicio de los diálogos en La Habana, la crisis humanitaria continúa.

La nueva ronda de diálogos iniciada la semana pasada va a desarrollarse, en cualquier caso, en medio del conflicto armado, sin treguas de ningún tipo, y eso siempre es un elemento que puede complicar aún más las ya difíciles conversaciones. Las propias expectativas de la opinión pública colombiana se han enfriado y las últimas encuestas de Gallup muestran un creciente escepticismo y falta de confianza en que los diálogos lleguen a buen fin. Y aunque algunos sectores de ambas partes tratan de hacer pasar mensajes positivos en materia de avances en el tema de tierras o el agrario, la sensación generalizada es que en esta ronda se juega mucho, y que el previsible reagravamiento de los combates en algunas zonas no augura nada bueno. Además, aparecen cada vez más boicoteadores (spoilers en la jerga habitual de la negociación) que formulan profecías, que desean se «autocumplan» sobre el posible fracaso.

En este escenario de cierto enfriamiento del proceso de paz y de previsible aumento de la violencia, un aspecto que debe ser abordado con mayor decisión que en los meses anteriores es el de la situación humanitaria, y el de los compromisos de las partes en el respeto del derecho internacional humanitario (DIH) y del resto de normas que garanticen el acceso a las víctimas por parte de las organizaciones humanitarias. Resulta sorprendente que ni el gobierno colombiano ni las FARC hayan considerado este tema como prioritario en la negociación y no haya habido, por ejemplo, compromisos claros en materia de eliminación del secuestro, prohibición del reclutamiento forzoso de menores, o respeto a los derechos de las poblaciones indígenas o afrodescendientes. Pero también de la no utilización de la ayuda para tareas de inteligencia militar o para acceder a zonas anteriormente bajo el control de las guerrillas. La invisibilización de lo humanitario en un país que tiene todavía una de las cifras más altas del mundo de población en situación de desplazamiento forzado, y que sigue viviendo las consecuencias de una grave crisis humanitaria, no debe continuar.

Los motivos para esta invisibilidad de lo humanitario tienen que ver con que, para muchos, supondría, de facto, un reconocimiento de que tanto las FARC como las autoridades gubernamentales y las fuerzas armadas, han contribuido, y de modos diferentes siguen contribuyendo, a un conflicto de gran crueldad, con numerosas violaciones del DIH y los derechos humanos, que tienen enormes consecuencias sobre la población. Evidentemente, en un conflicto tan largo y violento como el que vive Colombia todos los actores tienen responsabilidades y les incomoda mirar al pasado. Pero ello, debe impulsar todavía más a que se aborde en la mesa de diálogo la cuestión con el coraje necesario, pues en muchas zonas del país, la situación humanitaria sigue siendo muy difícil. Porque, además, como ha sucedido en otras situaciones de negociación o incluso en contextos posbélicos, la realidad humanitaria puede incluso agravarse durante el proceso de diálogo y hacerse más compleja en un eventual escenario de acuerdo. Orientar los esfuerzos hacia la consecución de la paz es, por supuesto, loable y necesario. Pero debe ser compatible y no olvidar los enormes costes humanos que el conflicto está teniendo.

Es tiempo ya, por tanto, de situar lo humanitario en la agenda de modo protagonista y no huir hacia adelante queriendo no ver una situación que es, según todos los datos, innegable.

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