Cambio de foco en Sudán
Entre el pasado 9 y 15 de enero los habitantes de Sudán del Sur han sido protagonistas de un momento histórico para Sudán. Tal vez lo ocurrido no había sido imaginado por el fundador del Ejército Popular de Liberación de Sudan (SPLA)…
Entre el pasado 9 y 15 de enero los habitantes de Sudán del Sur han sido protagonistas de un momento histórico para Sudán. Tal vez lo ocurrido no había sido imaginado por el fundador del Ejército Popular de Liberación de Sudan (SPLA), John Garang, en la firma del Acuerdo Amplio de Paz (CPA), pero sí responde meticulosamente al plan trazado por su sucesor, Salva Kiir Mayardit, máximo responsable hoy de Sudán del Sur y del SPLA, sin olvidar que es asimismo vicepresidente de Sudán. El referéndum muestra un amplio consenso de los habitantes del sur sobre su deseo de independencia tal como se conoce ya por los resultados preliminares, que serán oficialmente anunciados esta semana.
Si estos resultados se confirman, y el 9 de julio próximo (cuando finaliza la vigencia del CPA) se declara la independencia del Sur, Sudán dejará de ser el país más grande de África para dar nacimiento a uno de los más pobres del mundo. La mayor parte de los más de 8 millones de habitantes de Sudán del Sur viven bajo el umbral de la pobreza y, según los últimos cálculos del Programa Mundial de Alimentos, más de la mitad de ellos necesita ayuda alimentaria. El 84% de las mujeres son analfabetas y el 45% de la población no tiene acceso a fuentes seguras de agua. Fuera de la capital, Juba, las infraestructuras son prácticamente inexistentes.
El desarrollo de este territorio históricamente azotado por la guerra debe ser uno de los pilares de su futura estabilidad política, pero no su único desafío. A Kiir, al frente del Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM), no sólo le corresponderá superar las fracturas internas (incluyendo la que afecta a los mayoritarios dinka y al resto de etnias temerosas de su liderazgo), sino también demostrar que está preparado para promover, fuera del movimiento, un pluralismo político que albergue las aspiraciones de los ciudadanos del nuevo Estado, alejando así los fantasmas del partido único. El camino de la transformación democrática de Sudan del Sur deberá ser construido teniendo en cuenta su diversidad, gestionando de manera positiva las tensiones étnicas y enfrentando el reto de hacer respetar los derechos humanos. Una nueva Constitución deberá ser aprobada reflejando estos compromisos.
El referéndum estaba ya previsto en el CPA, firmado en 2005, con el que se puso fin a 22 años de guerra entre el Norte y el Sur. No obstante, el CPA fue puesto en marcha con el espíritu de hacer atractiva la unidad entre las dos regiones en el marco de un Sudán único. Si el deseo de independencia se confirma en los próximos días, tanto el Norte como el Sur se verán obligados a cambiar de foco y dirigir sus energías a hacer atractiva la unidad dentro de cada región. Más de 180.000 sureños han regresado desde el Norte para participar en esta transformación, y se espera que este número ascienda a 500.000 hacia el próximo mes de julio. El Sur no sólo deberá mostrarse capaz de integrarlos, sino que también está en juego su capacidad de fomentar una identidad común en la que se sientan reflejados tanto los que viven en la región como los sudaneses del Sur que están fuera. Muchos sudaneses del sur, profesionales educados en países como Canadá, Inglaterra o Cuba, están regresando hoy con la ilusión de ser partes del nuevo Sudán. Esa identidad común deberá trascender las diferencias étnicas, geográficas y religiosas para ser el fundamento de una ciudadanía inclusiva.
El gobierno de Jartum, por su lado, deberá superar el daño político que supone la pérdida del Sur (y del 20% de su población), a la vez que encaminarse de manera decisiva hacia la resolución del conflicto de Darfur. La declaración del Movimiento Justicia e Igualdad (JEM) de su voluntad de retornar a la mesa de negociaciones de Doha puede interpretarse como un paso positivo, como así también los acercamientos del Ejército de Liberación de Sudan (SLA) de Abdul Wahid. En todo caso, aún tendrá que verse si el JEM está dispuesto a sentarse a la misma mesa con el Movimiento de Liberación y Justicia (LJM), o si se trata sólo de una estrategia para ganar tiempo. A día de hoy Jartum no apuesta por una continuidad de las conversaciones en Catar, sino por el Proceso Político de Darfur, apoyado por la Unión Africana, y que debe comenzar este mes. Está claro que, paralelamente, el gobierno de Omar al Bashir deberá crear el ambiente propicio para que la reconciliación social, la justicia y la seguridad permitan el regreso de los refugiados y desplazados y el respeto de los derechos civiles y políticos de la gente de Darfur. No obstante, el proceso de referéndum del Sur ha contribuido para que Jartum endurezca su discurso sobre Darfur. Para hacerse una idea de las dificultades para avanzar hacia la paz en esta región, baste recordar que, según Naciones Unidas, el pasado mes de diciembre una nueva ofensiva de las Fuerzas Armadas de Sudán contra el JEM, el SLA-AW y el SLA, de Minni Minawi, causaron el desplazamiento de más de 18.000 personas en sólo dos semanas. El clima de violencia sigue, por tanto, muy presente en la región y el acceso a ciertas áreas sigue siendo extremadamente limitado, poniendo en jaque a la asistencia humanitaria. Desde 2003 se calcula que unas 300.000 personas han muerto en Darfur y otras 2,7 millones han sido desplazadas a causa del conflicto.
Una clave fundamental a corto plazo, que demostrará el grado de voluntad de los dirigentes de Jartum y Juba de establecer una relación pacífica y transparente, será la renegociación de las rentas del petróleo.
Cerca del 80% del petróleo de Sudán se produce en el Sur, a la vez que los oleoductos, las refinerías y el puerto de exportación se encuentran en el Norte. Según el Fondo Monetario Internacional, el petróleo representa el 90% de las exportaciones del Sur y el 65% de las del Norte. El CPA establecía una división equitativa de los ingresos del petróleo (50-50), pero el referéndum y el fin del período de transición marcado por el CPA abren un espacio de revisión de este reparto que augura serios problemas de entendimiento entre quienes hoy se perciben, sobre todo, como rivales.
Finalmente queda pendiente la resolución pacífica y responsable de la demarcación fronteriza, y especialmente de la disputa sobre Abyei, que puede ser una llave para el camino de la paz o de nuevos estallidos de violencia. Esta región sigue siendo una herida abierta en la cicatriz que divide al Norte del Sur. El CPA contempla la celebración de un referéndum propio, que debe decidir si Abyei terminará formando parte del Norte o del Sur, pero de momento el desacuerdo actual entre los responsables políticos lo ha dejado en suspenso indefinidamente. A las tradicionales tensiones entre las comunidades Misseriya y Dinka-Ngok se añade que el alto porcentaje de población nómada de la región no ha permitido aún establecer un consenso sobre quién debe ser considerado residente (con derecho a voto en el referéndum). En Abyei, rica en petróleo, ni el Norte ni el Sur parecen dispuestos a ceder en sus pretensiones de control exclusivo.
Los próximos 5 meses serán clave para la paz en Sudán. El Norte y el Sur dependen el uno del otro, no sólo económicamente sino que tanto a Juba como a Jartum les conviene reducir el número de frentes políticos abiertos. El referéndum ha puesto en evidencia las diferencias entre ambas regiones, pero el futuro de las mismas será trazado por la capacidad de construir sobre los intereses que los une.