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CADDY ADZUBA: “Un símbolo de lucha pacífica”

 

Caddy_Adzuba_foto

Abogada, periodista y activista por los derechos de la mujer, la infancia y la libertad de prensa. Ejerce el periodismo en Radio Okapi, emisora de la Misión de Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUC), que emite en todo el territorio de este país. Miembro de la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación del Este de Congo; gracias a ésta y a sus miembros se han podido realizar distintas alegaciones a la Corte Penal Internacional y al Senado de los Estados Unidos para denunciar la violencia sexual que sufren las mujeres de República Democrática del Congo (RDC), un país que vive en guerra desde 1996 y en el que se cifra una media de cuarenta violaciones diarias a mujeres desde el inicio del conflicto.

En 2009 recibe el Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado, el cual destaca su compromiso en la defensa de los derechos humanos y construcción de paz. Reconociendo su lucha por la libertad de prensa, la reconstrucción de paz y los derechos humanos, sobre todo los de la infancia y las mujeres en zonas de conflicto, este mismo año 2014 se le ha otorgado el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

Con motivo del ciclo «Crisis olvidadas: haciendo visible lo invisible» y su participación en calidad de ponente el pasado 13 de octubre en la sesión dedicada a mujer y RDC, tuvimos el honor de entrevistar a Caddy, a quién agradecemos enormemente su tiempo y dedicación.

– ¿Cuál es la labor que hace Radio Okapi?

Radio Okapi es la radio de la paz y su objetivo es trabajar por y para la paz. Trabajamos alrededor de la temática de la mujer, la vida económica, todo tipo de violencia, la violencia sexual, la violencia económica, la violencia doméstica, política…

– Se consideraba la violencia sexual como arma de guerra durante el conflicto, pero hoy en día continúa. ¿Cuál es la situación de la mujer a día de hoy?

A día de hoy puedo decir que la situación de la mujer ha evolucionado, es cierto que el riesgo continúa, los efectos de la guerra son evidentes, pero con el trabajo de mucha gente las cosas están cambiando. Desde siempre son ellas y los niños y las niñas los más afectados por la guerra y por este tipo de violencia.

Las mujeres continúan haciendo un verdadero esfuerzo por deshacerse de la pena de su entorno. Siempre que haya una sola mujer víctima de violencia sexual seguiremos hablando hasta que no quede ninguna. Será entonces cuando tendremos algo que celebrar.

– Aunque se haya reducido, ¿qué es lo que mantiene que se sigan perpetrando estos abusos?

Estos abusos continúan porque la guerra no ha terminado. La guerra continúa a manos de los grupos rebeldes que atacan de manera esporádica quemando los campos, violando a las mujeres…

– ¿Cómo se recupera una mujer después de haber sufrido este tipo de violencia? Y, ¿cómo se recupera una comunidad en la que muchas mujeres, muchos niños y niñas e incluso algún hombre han sufrido este tipo de violencia?

Es un proceso que dura varios años, pero primero se empieza por un trabajo de sensibilización, de información. Se ha de denunciar esta situación, dar testimonio, porque dentro de las comunidades es difícil que las mujeres reúnan el valor suficiente para denunciar. Hay que animar a estas mujeres para que hablen, porque es parte de la curación. Después las afectadas pueden acudir a centros para garantizar su salud y curar sus heridas. En RDC existen hospitales especializados en violencia sexual. Una vez que se curan físicamente, hay que comenzar con la cura psicológica. Una vez que se han superado estas fases, se desarrollan proyectos para la reinserción de estas mujeres en su sociedad.

– ¿Cuánta importancia ha tenido el trabajo de los periodistas de dar a conocer la situación para que ese cambio se haya dado?

La situación de la labor de los periodistas en RDC es muy complicada, porque es un país en guerra. Los militares hacen la guerra, pero la guerra de los periodistas es la lucha por la información, por la divulgación.

Durante el conflicto, los periodistas trabajan en situaciones incómodas, de constante amenaza, en un contexto de inseguridad causado por el conflicto. Por ello, el trabajo de las mujeres periodistas es doblemente complicado. Se exponen a amenazas relacionadas con su trabajo, pero también por su condición de mujer.

En mi caso, trabajo con compañeros que viven la misma situación de inseguridad; pero no tenemos miedo porque uno de nuestros objetivos es hacer la paz, la paz es nuestra guerra y en esa guerra es necesario denunciar. Estamos trabajando a través de una estrategia no violenta y la comunicación, por ello, es fundamental. Hay que crear redes de comunicación porque es muy importante contar lo que está pasando y hacer un seguimiento de esa información que estamos dando. En esta lucha pacífica tenemos que llegar a todos los ciudadanos de nuestro país, de África y de todo el mundo.

– ¿Por qué a pesar de todo ese riesgo decides continuar denunciando la situación que vive la mujer en RDC? ¿De dónde sacas las fuerzas?

Ahora y hoy puedo decir que sigo teniendo fuerza, pero en momentos en los que falta la energía son los compañeros los que te dan ese empujón, los que te impulsan, los que te tienden la mano y te dicen que hay que continuar. Ocurre lo mismo cuando un periodista se desanima, solo tiene que mirar y darse cuenta de todo lo que ya ha hecho. La fuerza nos llega también a través de las mujeres, mujeres que dan su tiempo, sus vidas para ayudar a los demás, para trabajar con los demás, para intentar mejorar la situación de esas otras mujeres. Es increíble. Ellas nos inspiran, porque una mujer que ha sido víctima de la violencia sexual tiene una tremenda fuerza. Si ellas tienen la fuerza para continuar, ¿por qué nosotros no? Esta es la dinámica que nos ayuda a continuar.

– ¿Qué es lo que ha ocurrido para que las mujeres hayan conseguido empoderarse para mejorar así su situación?

Es el esfuerzo de toda una sociedad, de las organizaciones de las mujeres, que se han dado cuenta de que hace falta trabajar juntos para poder cambiar las cosas. No podemos quedarnos esperando a una solución diplomática que sea rápida; por eso nosotras tuvimos que organizarnos entre nosotras para poder liderar ese cambio. Es por ello que se ha dado, porque todo el mundo se ha implicado para que la transformación fuese real.

– El trabajo que realizan las mujeres, ¿cómo repercute en sus pueblos, en sus sociedades?

Hay muchos proyectos que se han desarrollado para trabajar con mujeres. Yo participo en el proyecto Femme au Fone desarrollado por varias organizaciones entre ellas LolaMora Producciones que colabora con WorldCom Foundation. Este proyecto trata de mejorar la situación de la mujer y pretende que sea partícipe de su propia seguridad, es decir, que la mujer sea la protagonista de su cambio, de su propia seguridad y que proteja a otras a través del sistema que LolaMora ha establecido junto con los equipos de mujeres locales que trabajan por la paz.

Es también una radio local dirigida por mujeres para mejorar su situación y he de reconocer que funciona muy bien, porque participan y han entendido que son ellas las protagonistas; han comenzado a denunciar las atrocidades que han vivido y a defenderse a través de la alarma precoz. Todo esto son ejemplos de que las mujeres son capaces de mejorar las cosas en situaciones de guerra.

Es con todo esto que puedo afirmar que la paz pasa siempre por la mujer.

– Pero, sin embargo, en los procesos de construcción de paz la mujer no interviene.

Sí, todo lo que he dicho anteriormente es en un plano muy básico y local y es en este plano en el que sí se ha notado un cambio en la toma de decisiones visible y rápido. Por ejemplo, en el proyecto Femme au Fone estamos implementando la Resolución 1325 que se centra en incluir a la mujer en la toma de decisiones en todos los sectores de la vida política porque estamos convencidas, con ejemplos básicos en barrios, pueblos donde la mujer ha llevado a cabo proyectos, de que son necesarias.

Hay que ayudar a la mujer a que se incorpore a la vida política y cambiar nuestro código penal, nuestro código de familia. Éste último dice que la mujer es incapaz, que la mujer está por debajo del hombre, que no puede hacer nada si no se lo permite el marido; queremos acabar con todo eso, queremos una reforma y, hasta el momento, hemos llegado hasta aquí. Somos conscientes de que es difícil, pero es por eso que no perdemos las ganas de seguir trabajando.

– Sin embargo, en países como España parece que sí ha terminado porque no se habla casi de la RDC. ¿Tenéis la sensación de que el resto del mundo se ha olvidado de lo que pasa allí?

No solo pasa en España, a nivel internacional se hace un trabajo muy sensacionalista. Se trabaja en términos del número de fallecidos, del número de violaciones; si son dos o tres personas no tienen suficiente valor. En RDC solo interesa que durante la guerra murieron 5 millones de personas, pero no se quiere saber qué ha sido de las que sobrevivieron. Es así, interesa más lo primero. Y eso pasa en Siria, en Palestina, en Irak; porque cuando la comunidad internacional se olvida de un conflicto, se olvidan sus razones de fondo y de los responsables de conducir el cambio.

– ¿Crees que este premio (Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014) ayuda a presionar una vez más a la comunidad internacional para que reaccione, para que asuma su responsabilidad?

Creo que el objetivo del premio es crear un espacio para continuar realizando las labores de sensibilización, de mejora. Un espacio favorable.

El conflicto de RDC es multidimensional, por lo que es una responsabilidad compartida. En primer lugar, es una responsabilidad de los propios congoleños. En segundo lugar, es una responsabilidad compartida por el continente africano. Y, por último, es de la comunidad internacional. De hecho, las multinacionales son las que han financiado los grupos armados por necesidades económicas y políticas. Por ejemplo, hay que sensibilizar a la comunidad internacional, pero también a las multinacionales con el tema del coltán, para que asuman su responsabilidad y reaccionen.

No obstante, se sabe que la comunidad internacional no es capaz de responsabilizarse, ni de reparar lo que ha hecho en RDC. La reparación pasa por la justicia internacional y ésta no consiste solamente en frenar a los hombres de la guerra, hay que ver de dónde vienen las armas. Hay que reflexionar sobre todo eso.

Justicia e igualdad.

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