Ataques a la acción humanitaria: ¿la nueva normalidad? La experiencia de MSF en Gaza, Sudán y Ucrania
El ataque al hospital de MSF de Kunduz (Afganistán) en 2015 marcó un punto de inflexión en la percepción global de los ataques contra operaciones médicas y humanitarias. Aunque fue el peor ataque en la historia de MSF, no fue un incidente aislado, ni la última vez que un hospital fue bombardeado desde el aire: los ataques contra la asistencia sanitaria, el personal médico y los pacientes han sido, durante mucho tiempo, una cruda realidad en los conflictos armados.
La tragedia de Kunduz llevó a la aprobación de la Resolución 2286 por el Consejo de Seguridad de la ONU, acompañada de una proliferación de iniciativas globales para denunciar y monitorear los ataques contra misiones médicas y humanitarias. Sin embargo, las cifras muestran que esto no se ha traducido en una mayor protección en el terreno, donde la asistencia sanitaria es una de las víctimas de la guerra, con efectos devastadores para la población civil.
El Derecho Internacional Humanitario (DIH), el marco jurídico que rige los conflictos armados, se fundamenta en el principio de distinción, que establece que las partes en conflicto deben diferenciar en todo momento entre civiles y bienes de carácter civil, por un lado, y objetivos militares y combatientes, por otro. La población civil y los bienes de carácter civil nunca deben ser objeto de ataques directos. No obstante, en contextos como Gaza, Ucrania y Sudán, donde se han registrado algunos de los niveles más altos de ataques en el último año, este principio ha sido vulnerado.
A pesar de los mecanismos de regulación y control de la protección de las misiones médicas y humanitarias, nunca ha habido tanta violencia que afecte a la atención médica como ahora. Esta tendencia preocupa y puede llevar a una «normalización» de estos incidentes, socavando el núcleo mismo del DIH y la protección de la población civil en los conflictos.