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Argelia, suma y sigue

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(Para Radio Nederland)
A la espera de los datos definitivos de las elecciones legislativas realizadas ayer mismo en Argelia, la sensación predominante es que nada sustancial va a cambiar en el panorama político nacional ni, aún más importante, en la vida de los 33 millones de argelinos. En un régimen en el que el verdadero poder descansa básicamente en la jefatura del Estado y en el estamento militar, la convocatoria para renovar los 389 escaños de la Asamblea Nacional Popular apenas suscita más interés que el de comprobar cuál puede ser el nivel de abstención y hasta qué punto los argelinos validan la política antiterrorista del presidente Buteflika.

Por lo que respecta a la primera variable, es preciso recordar que en las penúltimas elecciones la participación fue de un 65%, mientras que en las celebradas en 2002 ya sólo se registró un 46%. Todo indica que, en esta ocasión, el efecto combinado del hartazgo de la población con unos gobernantes ajenos a sus preocupaciones y de la llamada al boicoteo de fuerzas tan dispares como el Frente de las Fuerzas Socialistas- peculiar miembro de la Internacional Socialista- y de la organización terrorista Al Qaeda del Magreb Islámico, han contribuido decisivamente a reducir aún más el número de votantes que se han acercado a las urnas.

Ninguno de los 24 partidos que se han presentado (junto a 102 candidatos independientes) suscita un entusiasmo suficiente para animar a unos votantes que perciben con desagrado una generalizada parálisis tanto en su nivel de bienestar- con un porcentaje de desempleo que ya supera el 25%- y un muy desigual reparto de los crecientes beneficios que reporta el gas y el petróleo. Lo más probable tras la consulta de ayer es que se repita el dominio del Frente de Liberación Nacional- protagonista principal de la historia argelina desde su independencia en 1962-, acompañado del Reagrupamiento Nacional Democrático- partido de perfil tecnocrático y ligado al poder desde su creación- y del Movimiento de la Sociedad por la Paz- islamista moderado. Entre los tres acaparaban ya 284 escaños (199, 47 y 38, respectivamente), y aunque se produzca un cierto reequilibrio entre los dos primeros, no parece previsible que cambie el orden entre ellos ni mucho menos su peso en la colación gubernamental que han conformado hasta hoy.

Aunque no fuera esa su intención, el propio Ministro de Interior, Yazid Zerhuni, se ha encargado de poner de manifiesto la escasa relevancia de la cámara legislativa que ahora se ha elegido al declarar que “de lo que se trata ahora es de rechazar el terrorismo más que de elegir la próxima Asamblea ”. En su afán por convertir la consulta a los votantes en un referéndum sobre la política antiterrorista impulsada por el presidente Buteflika desde su llegada al poder en 1999, los dirigentes argelinos parecen no haber salido muy bien parados del envite. Las medidas de gracia- contestadas crecientemente por los familiares de las víctimas del conflicto que asoló el país a lo largo de los años noventa (unas 200.000 según estimaciones del propio gobierno)- y la actuación de las fuerzas de seguridad y de las propias fuerzas armadas no han logrado cerrar esta larga y trágica etapa de la historia nacional. A pesar del discurso oficial, la violencia no puede considerarse bajo ningún parámetro como residual (con unas 200 víctimas mortales contabilizadas en lo que va de año). Es cierto que hoy los violentos no constituyen una amenaza esencial para la supervivencia del régimen, como sí ocurría a mediados de la década anterior, pero la fortaleza que está mostrando el grupo Al Qaeda del Magreb Islámico es una clara indicación de que los problemas planteados por el terrorismo no han acabado (sus acciones del pasado 11 de abril pueden considerarse como una muestra de que su empeño y su capacidad mortífera supera con creces al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, del que procede).

En consecuencia, y cuando únicamente se cuenta con el dato de que la participación ha sido del 35,51%, parece inmediato interpretar que únicamente se ha cumplido con un mero trámite- importante en cualquier caso, tanto por el hecho en sí de que sean las octavas elecciones legislativas en la historia del país y de que su celebración se haya producido dentro de los plazos marcados, como por la ausencia de incidentes violentos a lo largo de la jornada- que no altera la relación de fuerzas ni la agenda política nacional. El presidente, por su parte, no sale reforzado de estas elecciones, aunque tampoco cabe suponer que lo ocurrido vaya a erosionar su posición. En el inmediato futuro falta por ver dónde queda la promesa de la plataforma encabezada por los tres partidos gubernamentales de llevar a cabo un ambicioso programa de inversiones, de hasta 140.000 millones de dólares, para mejorar las infraestructuras del país y el nivel de bienestar de la población aprovechando los altos precios del gas y del petróleo. La paciencia de la población argelina sigue a prueba.

Entrevista en Radio Nederland

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