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África y Europa. Tan cerca, tan lejos

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El presidente de Ghana, John Kufuor, junto al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, y el primer ministro portugués, José Sócrates

La segunda Cumbre entre la Unión Europea y África celebrada este fin de semana en Lisboa  se clausura, como tantas otras reuniones de este tipo, con resultados ambiguos: se ha llegado, al menos, a una declaración final que deja muchas cosas abiertas aunque recoge la idea de «asociación estratégica conjunta» entre ambos continentes, se aprueba un plan de acción trienal con énfasis en desarrollo y democratización, y se refuerza el compromiso de celebrar un tercera Cumbre en el año 2010. Y es que la primera cuestión sorprendente es que en los más de 50 años de historia de la Comunidad Europea, primero, y Unión Europea (UE), después, tan sólo haya habido dos reuniones de este carácter. La primera en El Cairo en 2000 y ésta de Lisboa. Evidentemente, las relaciones entre ambos continentes han tenido otros foros de encuentro, pero ninguno de este nivel de representación. Por ello, el compromiso de continuidad y de una periodicidad fija de las Cumbres, parece algo positivo en un entorno internacional tan cambiante y con África en una situación tan difícil.

Desde la firma del Acuerdo de Lomé en 1975, la Comunidad Económica Europea de la época abordó las relaciones con las antiguas colonias de África, Caribe y Pacífico (países ACP en la jerga comunitaria) como modo de favorecer los intercambios comerciales con ellos, estableciendo ciertos privilegios- básicamente aranceles más bajos para algunos productos- que permitieran continuar con una relación de corte neocolonial que, de hecho, mantuviera una cierta dependencia. Ya en los primeros Acuerdos de Lomé se hacían numerosas referencias al desarrollo, se creaba el Fondo Europeo de Desarrollo (FED) e, incluso para algunos funcionarios comunitarios, la relación UE-ACP era mostrada como un modelo de cooperación para el desarrollo y relación comercial. Los resultados, sin embargo, fueron más limitados pese a las sucesivas renovaciones de los Acuerdos de Lomé y ello aconsejó que, a finales de los años noventa, se cambiará totalmente la lógica de esta relación pasando a ser una lógica de «asociación»(partenariado), presentándose, al menos en lo declarativo, como una relación entre iguales y no de dependencia de unos respecto de otros. Así, los Acuerdos de Cotonou, que sustituyeron a los de Lomé a partir del año 2000, suponían un avance en esta relación, pero seguían teniendo un cierto tufillo neocolonial. Sirva como ejemplo, el hecho de que el FED siguiera siendo un fondo aparte del presupuesto comunitario, no controlado por el Parlamento Europeo sino por los países que a él contribuyen, de modo proporcional a sus contribuciones.

En cualquier caso, aún siendo los países africanos la mayor parte de los ACP, no existía una clara política europea en relación a ellos y, no olvidemos que, las opiniones entre miembros de la Unión Europea respecto a algunas crisis africanas han sido divergentes. Ello, unido a los cambios en el escenario internacional y muy especialmente en el continente africano, a la nueva agenda del desarrollo y a la creación de nuevas instituciones- como la Organización Mundial del Comercio (OMC)- que condicionaban lo establecido en los acuerdos UE-ACP, hicieron que se celebrara en el año 2000 la primera Cumbre entre ambos continentes. En ella, se preveían reuniones periódicas cada tres años, pero diversos problemas, entre los que se encontraba el veto de ciertos países al presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, han hecho que se demorara en diversas ocasiones una nueva Cumbre. La falta de liderazgo de la UE en materia africana era aún más evidente, al haberse realizado reuniones extraordinarias sobre el continente africano en diversos foros como la ONU, o el propio G-8, en este periodo.

Por ello, la sola celebración de esta Cumbre debe considerarse un «paso de página» en la relación entre ambos continentes, como señaló acertadamente el primer ministro portugués José Sócrates. Desde el mero análisis de los resultados, como siempre, las cosas son menos optimistas. Se relanza el diálogo y la cooperación en ocho grandes ejes temáticos: paz y seguridad, gobernanza y derechos humanos, Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y calentamiento global, entre otros, pero no se logra el apoyo de los países africanos a los llamados Acuerdos de Asociación Económica, verdadero caballo de batalla de la UE en materia comercial y objetivo central de la Cumbre para los miembros de la UE. Los países africanos temen, con razón, la llegada a África de productos subvencionados de la UE, sin contrapartida para las exportaciones de sus productos. Nadie ha aludido directamente en la Cumbre a ello, pero es evidente que la fuerte presencia de China en África ha sido uno de los referentes fundamentales de la Cumbre.

La Cumbre ha servido también para mostrar que en muchos temas no es la UE, sino cada Estado miembro quien debe buscar sus propias soluciones, contando en ocasiones con escaso apoyo del resto de los miembros. Ése ha sido el caso de España en materia de inmigración ilegal. Más aún, otros líderes han ido a Lisboa con sus deberes hechos pragmáticamente antes de la Cumbre, sin esperar a ver qué pasaría en ella. Así, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha firmado en las pasadas semanas sustanciosos contratos con Libia o Argelia, y la diplomacia y las empresas francesas siguen muy activas en otros países africanos.

Por último, el debate suscitado sobre la presencia de Mugabe ha ocultado y hecho que no se abordaran otras cuestiones muy preocupantes en el continente, como la guerra de Somalia, el agravamiento de la situación en la región de Kivu (en la República Democrática del Congo), o la violencia en Darfur. Y esas ausencias son algo más que olvidos.

Al menos, pese a la grandilocuencia de algunos líderes europeos que han llegado a hablar de que «Europa adquiere grandeza política y ética tras esta reunión», o de que «hemos recuperado el terreno perdido», nadie ha tenido la ocurrencia de proponer un Plan Marshall o similar. Algo vamos avanzando.

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