Balance internacional 2023-2024: Palestina como paradigma de un orden internacional disfuncional
La violencia y los conflictos armados continúan afectando la vida de millones de personas en todo el mundo. Hasta mediados de 2023, más de 110 millones de personas se habían visto obligadas a desplazarse debido a la violencia, las guerras, la crisis climática y los desastres. Los 36 conflictos armados activos en distintas regiones, muchos de los cuales enfrentan una respuesta internacional limitada e incapaz de frenar las violaciones de derechos humanos y el creciente deterioro de las condiciones de vida, agravan la ya compleja situación en numerosos países y regiones.
La tragedia humana que se vive en Gaza, Cisjordania y Líbano no ha recibido una respuesta que vaya más allá de las condenas y los lamentos, evidenciando la aplicación de una doble vara de medir que permite a Israel actuar sin restricciones y eludir sanciones que cualquier otro Estado sufriría al incumplir de manera tan flagrante sus obligaciones como potencia ocupante y al violar abiertamente el derecho internacional y las normas más básicas de la guerra.
Lejos de la atención mediática internacional, Sudán lleva más de un año sumido en una guerra que estalló abiertamente debido al choque personal entre dos líderes militares deseosos de concentrar todo el poder en sus manos. Hasta ahora, el conflicto ha dejado cerca de 200.000 personas fallecidas, 1,8 millones de refugiados y 6,7 millones de desplazados forzosos. Nada indica que la calma pueda llegar a un país que, desde su forzada creación, ha estado sometido a profundas fracturas internas. Por su parte, Ucrania sigue enfrentando una guerra existencial casi dos años después de su inicio.
El balance internacional refleja que no solo se añaden nuevos problemas, sino que muchos de los ya identificados desde hace tiempo continúan sin provocar una activación suficiente de las capacidades y la voluntad política de los Gobiernos y de las instituciones multilaterales para resolverlos. Mientras tanto, la movilización de la sociedad civil logra apenas aumentar la sensibilización sobre la gravedad de la situación y paliar sus efectos más perversos. El alto nivel de inestabilidad reinante sigue alimentando tanto una agenda internacional marcadamente securitaria como el incremento de los gastos destinados a defensa.