investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos en otros medios

Una mirada tras la fachada de la Hoja de Ruta

ima25

(Para Radio Nederland)
Aparentemente, la Hoja de Ruta ha iniciado su camino y ha logrado desbloquear una dramática situación en la que confluye el temor de la población israelí a ser objeto de una violencia indiscriminada y la frustración y desesperación de sus vecinos palestinos, severamente castigados y empobrecidos, al tiempo que constatan la imposibilidad de ver materializados sus deseos políticos. Esa sensación de movimiento, más que de avance, no puede esconder que nada sustancial se ha modificado tras la fachada que los promotores de esta iniciativa se empeñan en pintar con tonos optimistas.

Algunos apuntes bastan para confirmar esa realidad. En primer lugar, aunque ya se hayan celebrado tres reuniones oficiales entre Sharon y Abu Mazen, no se puede decir que exista un compromiso mutuo por avanzar hacia la paz con todas sus consecuencias (que implica abandonar opciones maximalistas). Por el contrario, el primer ministro israelí sigue mostrándose claramente favorable al uso de la fuerza, entendiendo erróneamente que así logrará vencer cualquier posible resistencia. Su contraparte palestina no ha logrado aún desembarazarse de la alargada sombra de Yaser Arafat, mucho más popular que él y al que no se puede dar ya por políticamente enterrado. Sharon es consciente de su superioridad y de su control del proceso, de manera que más que un diálogo entre iguales que buscan una solución aceptable para ambos, lo ocurrido hasta ahora, y lo que queda por venir, más parece repetir la ya famosa escena del mítico film El Padrino, en la que Marlon Brandon plantea a sus interlocutores «una oferta que no podrán rechazar».

Por otra parte, si bien es cierto que se ha producido una «retirada» militar de Gaza, mucho más lo es que se mantiene el control externo de la Franja en manos israelíes, tanto en sus pasos hacia Israel como hacia Egipto, así como que para nada se altera la situación de unos asentamientos israelíes que contribuyen a compartimentar la posible contigüidad territorial ni los controles internos que desde ellos se pueden realizar. Los contactos de Gaza con el resto del mundo, vitales para su maltrecha economía, también se ven extraordinariamente limitados por la eliminación del aeropuerto, construido con ayuda internacional y destruido por las excavadores israelíes, sin que se plantee de momento una reapertura inmediata. Lo mismo podría decirse de la supuesta «retirada» de Belén, que continúa acordonada por un cinturón de seguridad militar israelí, aunque ahora los belenitas no tengan de sufrir la ocupación directa de sus calles y el toque de queda bajo el que han vivido estos últimos meses. ¿Cómo convencer a los habitantes de la ciudad de que esto es algo distinto a lo que han vivido ya en seis ocasiones desde que comenzó esta Intifada?

La liberación de prisioneros es otro de los temas que tratan de destacarse estos días como una señal de los nuevos tiempos. Israel sólo ha puesto en libertad, hasta ahora, a poco más de cien detenidos palestinos (encarcelados, por cierto como resultado de los castigos colectivos aplicados por las fuerzas israelíes en sus operaciones de incursión contra diferentes ciudades de Gaza y Cisjordania, sin que hayan sido enjuiciados en ningún caso). La cantidad es mínima, comparada con los más de 6.000 que se encuentran en la misma situación, y sólo afecta a personas detenidas sin cargos o por cuestiones administrativas, dejando al margen de esa medida al numeroso grupo de prisioneros políticos que las autoridades israelíes han ido reteniendo en estos últimos años (sin excluir, incluso con la aprobación formal de su Tribunal Supremo, que contra ellos pueda ejercerse la «presión física moderada» para obtener información). En estas circunstancias, el anuncio de que, tal vez, se estudie próximamente la liberación de una veintena de este colectivo de prisioneros políticos, en poco cambia las cosas y permite descartar que se vaya a producir a medio plazo la liberación de líderes como Marwan Barghuti.

Por lo que respecta al desmantelamiento de los asentamientos, exigencia explícitamente recogida en la Hoja de Ruta, la sensación de falsedad parece aún más evidente. Dejando de lado que la citada Hoja sólo se refiere a los asentamientos levantados en estos últimos tres años (cuando su construcción se viene efectuando, en contra de todas las normas internacionales, desde principios de los años setenta), que su existencia imposibilita la homogeneidad de un futuro Estado palestino, hasta hacerlo inviable y que Sharon trata de establecer una distinción inverosímil, según la cual sólo serían ilegales los asentamientos que no tienen autorización administrativa israelí, el hecho es que no hay tal desmantelamiento. A no ser que así quiera denominarse a la operación publicitaria de destrucción de un escaso número de caravanas y casas prefabricadas, deshabitadas todas ellas, por parte de las autoridades de Tel Aviv. Ya no sólo se trata de que Sharon no quiere enfrentarse al electoralmente importante movimiento de colonos; es que gran número de los asentamientos están diseñados y localizados en Gaza y Cisjordania en función de unos requerimientos de defensa israelí que Sharon, menos que ningún otro, va a querer eliminar.

Todavía podría mencionarse la medida, tan aparente como las demás, de otorgar un permiso a Arafat para que pueda visitar Gaza. ¿Es eso suficiente para cumplir lo que Abu Mazen viene obligatoriamente demandando, en su intento por evitar la marginación total del presidente de la Autoridad palestina y por ganarse la simpatía de la población de los Territorios? ¿No queda todavía más de manifiesto que es Israel quien sujeta la cuerda que ata tanto a Arafat como al resto de los líderes palestinos?

En definitiva, nos movemos en un escenario en el que Israel sigue marcando el paso y el ritmo del proceso, con EEUU apoyando sin reservas y con una Unión Europea que sigue el juego, sin entender que esta vía conduce a un callejón sin salida satisfactoria. Mientras tanto, Abu Mazen debe convencer a Israel de que controla a Hamas, sin poder obtener de Sharon lo que, en todo caso, necesitaría para convencer a los grupos violentos palestinos de poner fin a su estrategia.

Publicaciones relacionadas