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Un mundo de temer

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Acabe como acabe el desafío franco-alemán, contradecir a Washington hasta el punto de ejercer el derecho de veto en la OTAN es algo más que una simple cuestión de forma. Todos acusaron a Schroeder de cínico intuyendo que su oposición a la guerra cambiaría después de las elecciones y no ha ocurrido exactamente así. Desde la unificación, su autopercepción de potencia política no ha hecho más que crecer. Por otra parte, existen en Europa, con todas las contradicciones que se quiera, posibilidades de establecer los parámetros de un discurso alternativo al del hegemón. Por último, para ello no se necesita contar con un gran presupuesto en defensa, difícilmente plasmable para Europa cuando los gastos militares de Estados Unidos representan el 36,3 por ciento del total mundial, más que la suma total de los gastos militares de los 15 países que le siguen, incluyendo a Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Japón, China o India. Para desarrollar una política de paz no son indispensables grandes medios militares, sino voluntad política para plasmarla.

Ojalá la Europa de aquí, no la americana, sepa gestionar la discrepancia con habilidad y sin dar marcha atrás. Puede ser que Bush siga adelante con sus planes. Así parece. Pero no será indiferente que lo haga enfrentándose a Naciones Unidas y a actores mundiales como Rusia, China y países de la Unión tan significativos. Y tendrá consecuencias en el inmediato futuro. Conducir el conflicto desde el borde de la guerra al borde de la paz sería un paso excelente en la buena dirección, pero difícilmente concretable ahora ante la desmedida presión de los intereses perversos que empujan hacia la guerra.

Un mundo multipolar será posible si en Bruselas se apuesta por él. Los desafíos a los que se enfronta la humanidad, terrorismo incluido, demandan un esfuerzo de cooperación internacional que galvanice las aspiraciones de las sociedades e instrumente las energías de todos los sectores, desde la economía a la cultura, para construir un orden pacífico y próspero. La otra opción, la de la aventura imperial y arbitraria, la de la mediocridad arrogante, nos conduce a un mundo de temer.

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