Palestina y el peligro de los espejismos
(Para Radio Nederland)
Los efectos, tanto físicos como mentales, del calor pueden confundir nuestros sentidos y hacernos creer que es real lo que sólo existe en nuestra perturbada imaginación. Uno de los mejores ejemplos que podemos encontrar en la actualidad de este fenómeno es, en el ámbito político, el que afecta a quienes están convencidos de que está ya al alcance de la mano la creación de un Estado palestino soberano, independiente y viable.
Tras la grave crisis del pasado mes de junio- con una separación de facto entre Gaza, dominada por Hamas, y Cisjordania, controlada por Al Fatah- se ha puesto en marcha un ejercicio internacional de ilusionismo político que, mezclado con los calores del verano, ha llevado a algunos a creer que estamos ante un inminente proceso de paz que va a poner fin al largísimo conflicto que enfrenta a palestinos, sirios y libaneses, y por extensión a todos los árabes, con Israel. Ojalá fuera así, pero para que esto ocurra no basta con anunciarlo en los discursos oficiales y reiterarlo desde los medios de comunicación; por el contrario, es necesaria una voluntad política y unas capacidades que hoy no se dan por parte de los principales implicados en los asuntos de la región.
Mahmud Abbas agota sus últimas energías entre gestos de aparente fuerza- amenazando con la convocatoria anticipada de elecciones, como si no supiera que saldría derrotado de ellas- y maneras de líder mundial- cegado por los mensajes de apoyo que le llegan de Tel Aviv, de Washington, de Bruselas y de Tony Blair, en nombre del Cuarteto. Ayer mismo aceptaba, en un gesto formal totalmente vacío de contenido a estas alturas, la retirada de su consejero nacional de seguridad, el denostado Mohamed Dahlan, que vuelve al ostracismo en el que ya estuvo tras la victoria electoral de Hamas en enero de 2006. Abbas es hoy el más dispuesto de todos los actores políticos de Palestina a participar en el nuevo juego impulsado por quienes buscan la destrucción de todo rastro islamista en los Territorios Ocupados. Un juego que se disfraza de apoyo a la paz entre palestinos e israelíes pero que esconde, sin que sea necesario escarbar mucho tras la fachada diplomática en marcha, un intento por consolidar las ventajas logradas por Israel tras sesenta años de existencia y cuarenta de ocupación y, de paso, por erradicar la fuerza del islamismo político.
Por su parte, Ehud Olmert pretende aparecer ahora, cuando ya su caudal político se ha agotado, como el líder necesario para la paz con sus vecinos. En el frente palestino, se dedica en estos días a reforzar la imagen de Abbas (como si no se hubiese dedicado con saña a destruirla previamente), facilitando la transferencia de alguno de los fondos que ha retenido ilegalmente durante meses y liberando a poco más de 200 prisioneros (prácticamente todos de Fatah, lo que agrava aún más el abismo intrapalestino) de los 9.000 que malviven en las cárceles israelíes. En el frente regional intenta convencer a Siria de que el arreglo es posible, aunque ni Washington desea ese acercamiento ni cabe esperar que Israel renuncie repentinamente a los Altos de Golán, ocupados también hace cuarenta años. Al mismo tiempo, recibe, por primera en la historia israelí, a una delegación de la tantas veces inoperante Liga Árabe, empeñada en dar salida a su propuesta de paz (retirada de todos los territorios ocupados en 1967 a cambio de reconocimiento de Israel por parte de los 22 Estados árabes y normalización de relaciones). Un gesto llamativo por parte de un gobernante incapacitado para sumir nada que no sea la mera gestión de los asuntos diarios, a la espera de su caída definitiva en los próximos meses.
Desde el exterior de la zona, en un ejercicio de sobreactuación que resultaría cómico si no fuera tan preocupante, se repite incesantemente la cantinela de que se ha abierto una nueva ventana de oportunidad para la paz (¿cuántas han sido ya desaprovechadas?). El presidente Bush convoca una conferencia para el próximo otoño (que primero se anuncia como “conferencia de paz” y muy pronto pasa a ser una simple “conferencia internacional” como tantas otras). La Unión Europea reitera su apoyo a la Autoridad Palestina y se declara convencida de la sinceridad de Olmert, cuando ofrece negociaciones directas a los palestinos para crear un Estado palestino, y de la capacidad de Abbas para gobernar la nave palestina.
En el espejismo que tiene subyugados a todos los hasta aquí citados no aparece, para su suerte, ni rastro de Hamas y de la propia población palestina. Parecería que el gobierno democrática y legítimamente elegido por los palestinos estaría dispuesto sin resistencia alguna a aceptar su ostracismo y su disolución en un marco de esplendoroso futuro para los palestinos. Se cuenta también con que los palestinos queden prendados en el mismo espejismo, con la ayuda financiera que les debe llegar de manera inmediata.
Como apunte más reciente de esta dinámica alucinante, asistimos esta misma semana a la oferta de Olmert a Abbas para iniciar negociaciones directas para la constitución de un Estado palestino. Dicho así, parecería que efectivamente existe tal ventana y que el objetivo está muy próximo… Pero en cuanto se pasa más allá del titular mediático difundido por el gobierno israelí, se vuelven a escuchar los mismos mensajes de imposición ya oídos tantas veces: a) no toda Cisjordania (hay que aceptar la realidad de los asentamientos), b) una continuidad territorial entre Gaza y Cisjordania asegurada por túneles (antes eran autopistas aéreas); c) sin fronteras exteriores con Egipto y Jordania; d) sin aguas territoriales (en Gaza); e) desmilitarizado; f) sólo se discutiría ahora un acuerdo de principios (no un acuerdo definitivo, ¿les suena Oslo?); g) “sin concretar de momento un calendario”, en palabras del propio Olmert… Si quien, a pesar de esto, hay quien sigue creyendo que efectivamente estamos en las vísperas de la paz en Palestina sólo cabe recomendarle que se ponga a la sombra, que acuda al médico y que no crea en los espejismo. Qué calor.