La sombra de los muros que nos separan
¿Quién podría contabilizar los muros que nos separan? ¿Quién valorarlos y delimitar cuáles se encuentran dentro de la «normalidad» o deben ser considerados aceptables o tolerados, y cuáles despojan al ser humano de su condición y sus derechos?
Las barreras físicas, las ideas políticas, el machismo, la violencia, las religiones, el color de la piel, el país donde nacemos… muros que nos separan, y que nos oprimen, que nos limitan, que nos humillan.
Muros físicos, visibles, grises… como aquel de Berlín cuya caída fue tan celebrada, y cuyos vástagos vemos hoy –como siempre, «mejorada generación»: más fuertes, más extensos- en Cisjordania o en Marruecos.
Muros intangibles, invisibles, imperceptibles incluso para quien así lo quiere, que violentan a las mujeres, que las convierten en personas de segunda categoría.
Muros de los que hablamos poco, porque son incómodos, porque no queremos reconocer que estamos repitiendo la historia, en mayores dimensiones, porque no queremos ver que estamos cerrando los ojos ante la injusticia, y es esa ceguera voluntaria nuestra la que hace que estas divisiones sigan existiendo.
En Cisjordania, Israel construye una nueva Varsovia; en Guatemala, los hombres deciden matar a sus mujeres y hacerlas pasar por prostitutas –a ojos de un policía, el hecho de que el cadáver no lleve ropa interior es suficiente- en lugar de divorciarse: la impunidad provoca este horror en la cabeza de las personas. Sólo en 2006, la oficina del Ministerio Público guatemalteco informó de más de 3.000 denuncias de violencia en el hogar y cerca de 600 mujeres fueron asesinadas.
En África un hombre de mediana edad decide aventurarse a cruzar el extenso muro de Atlántico, en una patera que sabe puede ser su tumba, y no el puente a la esperanza que viene buscando. En Canarias, vemos cementerios plagados de nichos de «inmigrante nº1», «inmigrante nº2», «inmigrante no identificado»… Uno pierde hasta el nombre en su tumba.
En Nicaragua, cientos de personas viven en 42 hectáreas de basura, en la Chureca: la vivienda digna es un concepto que parece diluirse cuando solo tienes unos pocos pesos en el bolsillo.
En Sierra Leona, los miles de mutilados por las minas antipersonal son invisibles, son considerados o se sienten inútiles, son campesinos sin brazo… viven tras el muro de la mutilación.
Desde el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y La Casa Encendida nos hemos propuesto analizar los principales muros físicos y psicológicos que hay en todo el mundo, y las consecuencias que tienen sobre la población: «su alargada sombra».
«La alargada sombra de los muros» es el nombre de esta iniciativa, ideada por Mayte Carrasco, reportera de guerra y colaboradora del IECAH, y que ha sido posible gracias a la colaboración de profesionales del periodismo como Walter Astrada, Javier Bauluz, Juan Medina, Gervasio Sánchez, Hernan Zin o Lydia Cacho; y cineastas como el afgano Barman Akram, la francesa Manon Loizeau, y las españolas Inés París y Chus Gutiérrez, entre otros.
Una exposición fotográfica, seis mesas redondas, la proyección de cuatro documentales y un espacio abierto a la participación ciudadana (speakers’ corner) componen este proyecto.
El pasado 14 de octubre arrancamos con la inauguración de la exposición «La alargada sombra de los muros. Múltiples visiones», con las obras gráficas de Gervasio Sánchez (El muro de los mutilados), Walter Astrada (El muro de la violencia contra las mujeres), Javier Bauluz (El muro de la pobreza) y Juan Medina (El muro del Atlántico). A través de su mirada, nos acercamos a distintas realidades en diferentes rincones del planeta, fruto del trabajo que han elaborado durante años y que nos presentan en una selección de seis imágenes cada uno. Javier Bauluz, premio Pulitzer, nos enseña el basurero de la Chureca (Managua, Nicaragua), uno de los ejemplos mas impactantes del muro que separa a ricos de empobrecidos: cientos de familias viviendo entre la basura con la que trabajan.
El argentino Walter Astrada, World Press Photo 2010, nos trae el muro de la violencia contra las mujeres con fotos de Guatemala, India y El Congo; lugares donde las mujeres son víctimas de la violencia y viven tras una muralla que les separa de los hombres por el hecho de haber nacido mujer.
Con Gervasio Sánchez, premio Nacional de Fotografía 2009, abordamos el muro de la mutilación, el olvido absoluto en el que han caído las víctimas discapacitadas del conflicto de Sierra Leona, hoy marginados y sin futuro; y con Juan Medina, World Press Photo, los muros físicos de las fronteras que alejan al «primer mundo» de aquel de los desheredados, inmigrantes empeñados en prosperar aunque con ello se dejen la vida en el muro del Atlántico.
Entre el 18 de octubre y el 11 de noviembre se celebrarán seis mesas redondas en LCE que abordarán los muros en un mundo globalizado, el muro entre Israel y los territorios palestinos, la Inmigración y el cierre de fronteras, los muros de los conflictos abiertos y los refugiados y por último los muros invisibles, la mujer y el techo de cristal.
El debate irá acompañado en cuatro mesas redondas por la proyección de un documental o una película. En el caso de Israel y Palestina, está programado el documental «Budrus», de Julia Bacha, 2º premio del público en la pasada Berlinale.
En la mesa sobre inmigración, se estrenará a nivel mundial la película documental de France 2 «Los niños del nuevo mundo», de Manon Loizeau.
Sobre los conflictos abiertos veremos la película del director afgano Barmak Akram «Kabuli Kid», y en el caso de la desigualdad de género y el techo de cristal se proyectará «Ellas son África», cuatro cortometrajes de Inés París, Chus Gutiérrez, Patricia Ferreira y Laura Mañá.
Además se proyectará una video instalación de fotografías de Nuria Rodríguez «Los Muros hablados», que nos enseña los diferentes grafittis dibujados en los muros de ciudades como Nueva York, Londres o Barcelona.
Por último, y buscando una mayor participación de la sociedad, hemos puesto a disposición del visitante un Speakers’ corner (esquina del hablante) una idea importada de Gran Bretaña que se compone de un atril situado frente a la instalación de la exposición y en el que todo tipo de público podrá subir y tomar la palabra.
Porque hace falta unir nuestras voces para ver caer los muros que crecen cada día a nuestro alrededor.