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Entrevista a Flippo Grandi

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Filippo Grandi es el nuevo Comisionado General de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). En un momento que coincide con un nuevo estancamiento de las conversaciones –indirectas- de paz entre israelíes y palestinos, acaba de visitar España para hablar de la situación que viven los 4,7 millones de refugiados palestinos, de las prioridades y perspectivas de la Agencia y de la situación actual de la misma,en un momento en el que atraviesa «una crisis financiera gravísima».

Grandi acaba de asumir el liderazgo de una Agencia que –aunque establecida en su inicio como temporal- lleva 60 años asistiendo a los refugiados palestinos en Jordania, Líbano, Siria y en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO). Y todo ello a pesar de la falta de fondos –que no llegan a cubrir su presupuesto anual-, la inseguridad en los campos provocada por la inestabilidad de los países anfitriones –como es el caso de Líbano- y el bloqueo israelí a Gaza –desde 2006.

¿Cuál es su papel como nuevo comisionado de la UNRWA?
El papel del Comisionado General es el de conducir una agencia enorme: tenemos 31.000 empleados, la mayoría trabajando como profesores en las escuelas de los TPO y el resto de los campamentos distribuidos por Oriente Próximo.

Tenemos un programa de educación muy amplio que llevamos a cabo desde hace mucho tiempo y un buen programa de salud y de ayuda a los pobres. Pero somos más conocidos por nuestras actividades humanitarias, de respuesta en casos de conflicto, como fue el caso de Gaza el año pasado. Por eso, un papel fundamental también del Comisionado, y de la Agencia en general, es el de estar preparados ante la posibilidad de surgimiento de nuevas crisis humanitarias.

Gaza y Líbano son seguramente las zonas más difíciles en cuanto a nuestro papel y trabajo, y la tarea del Comisionado, que es multiforme, se hace en estas situaciones muy compleja, por llevarse a cabo en una situación políticamente muy complicada -con un proceso de paz que no avanza- y de acusada fragilidad política y altas posibilidades de conflicto -Líbano- muy evidentes.

Es un papel difícil, pero sobre todo muy delicado, ya que para los 4,7 millones de refugiados palestinos no hay otro proveedor de servicios tan importante.

Después de más de 60 años de atención a los refugiados palestinos, ¿cuál sería para usted la mayor fortaleza de la UNRWA?
El punto más fuerte, a pesar de las continuas crisis en esta región, es que la UNRWA ha sido capaz de educar a cuatro generaciones de refugiados palestinos. De un lado, desde luego, el que eduquemos a una cuarta generación no deja de ser una tragedia [porque indica que el conflicto sigue sin resolverse]; pero por lo menos, dentro de este contexto, hay una organización que da un poco de esperanza a los refugiados, en un momento en que vemos que existe una escasez de esperanza.

¿Cómo se organiza el trabajo con casi cinco millones de refugiados? ¿Cuáles son las prioridades o criterios en que se basa la UNRWA para la distribución de los fondos que obtiene?
Por un lado, los fondos se organizan en base a las necesidades, y no al número de refugiados. El país que más refugiados hospeda –casi dos millones- es Jordania, pero la zona donde son mayores las necesidades es en los Territorios Palestinos, concretamente en la Franja de Gaza y algunas zonas de Cisjordania y Jerusalén Este. Las necesidades de la población y la concentración de problemas en las zonas ocupadas por Israel son mucho mayores que en el resto de territorios. En el caso de Líbano observamos también que, aunque es el país que menos refugiados acoge –menos de 400.000-, existe una mayor situación de necesidad que en Jordania, dado que son refugiados que no tienen acceso al mercado de trabajo.

En lo que se refiere a la tipología de los proyectos, la educación es el prioritario para nosotros como inversión de futuro. Desde luego también, en función de las necesidades, damos prioridad a la salud y a la reconstrucción.

¿Cuáles son los mecanismos que tiene la UNRWA para asegurar su objetividad e imparcialidad?
Seguimos, por un lado, los mecanismos normales en cualquier operación humanitaria, que van desde cómo se reparten las ayudas entre las distintas zonas -como hemos señalado anteriormente- hasta el almacenaje y distribución que se hace posteriormente. Pero trabajar en Oriente Próximo hace que seamos más estrictos en el control de los beneficiarios, asegurándonos, por ejemplo, de que no participen en operaciones militares, o que estén registrados como refugiados.

Entre las prioridades que viene identificando actualmente la UNRWA se señala la importancia de la reconstrucción del campo de Nahr el-Bared (situado en Líbano), ¿en qué situación se encuentra este proceso de reconstrucción?
Tenemos prioridades globales para la Agencia y prioridades concretas, como en este caso la reconstrucción de este campo, porque es el hogar y la ciudad para 30.000 refugiados, que ahora, desde hace casi tres años, cabría definir como «dos veces refugiados».

Las tareas de reconstrucción empezaron en noviembre del año pasado, y contamos hasta ahora con recursos como para reconstruir apenas un tercio del campamento. Necesitamos unos 200 millones de dólares más para reconstruirlo en su totalidad, pero aún así hemos ido avanzando ya, y esperamos que en noviembre próximo, después de un año, sea por fin posible acoger a unos tres mil refugiados en la nueva construcción.

En la Conferencia de Donantes de Sharm El-Sheikh, celebrada en marzo del año pasado, se comprometieron unos 3.000 millones de euros de ayuda, especialmente para Gaza. ¿Qué parte de ese compromiso se ha desembolsado y en qué se ha invertido?
Casi nada. La mayoría de estos fondos están destinados a reconstrucción. Para reconstruir, necesitamos cemento –por ejemplo- y es imposible introducir cemento de forma legal en Gaza. La única forma que existe es hacerlo a través de los túneles y nosotros, evidentemente, no vamos a utilizar un medio ilegal, así que no podemos invertir estos fondos. Por eso insistimos siempre al gobierno de Israel en que la prioridad más urgente, la numero uno hoy, es autorizar la importación de material de reconstrucción y de equipamiento en la Franja de Gaza.

Desde hace uno o dos meses, hemos visto una pequeña flexibilidad por parte del Estado de Israel, pero, como digo siempre, necesitamos un millón de toneladas de cemento y, desde 2007, sólo hemos podido importar veinticinco toneladas. Es, como dijo el Secretario Genera de la ONU, sólo «una gota en el océano».

Por una parte, la UNRWA tiene una relación cordial con el gobierno israelí pero, por otra, no pueden realizar su trabajo por los impedimentos que este gobierno impone. ¿Cómo se enfrenta el bloqueo a Gaza?
Yo creo que el gobierno israelí comprende la situación de Gaza, pero la principal preocupación de Israel es la seguridad de su Estado. Es algo comprensible, pero el bloqueo, como ya he expresado en muchas ocasiones, no es una inversión para la seguridad de Israel. A largo plazo no es una buena estrategia para su seguridad. Puede que para hoy, mañana o el mes próximo, lo parezca; pero esta política es la que está haciendo necesaria la existencia de los túneles ilegales, porque el bloqueo los hace imprescindibles para la misma supervivencia de Gaza. Es cierto que Israel autoriza el paso de algunos materiales humanitarios o de equipamiento, pero son insuficientes para atender las necesidades generales de la Franja.

Hace unas semanas conocíamos una nueva orden del ejército israelí, que parece podría llevar a la expulsión de palestinos residentes en Cisjordania –la versión oficial israelí es que esa orden está dirigida a personas con residencia ilegal en Cisjordania y «afectará a poca gente»-. ¿Cuántos palestinos podrían encontrarse en esta situación «ilegal» en Cisjordania y cuál es el objetivo real de esta orden?
Es una orden muy confusa. Podría ser una orden de expulsión, aunque lo cierto es que no queda claro. Por eso, es difícil también estimar cuántos palestinos verse afectados. Creemos, en todo caso, que podrían ser alrededor de mil palestinos los que están en esta situación, por ejemplo aquéllos que vienen de Gaza, pero que viven actualmente en Cisjordania.
Aún no hemos tenido conocimiento de ningún caso concreto, pero desde luego hemos protestado ante las autoridades israelíes, ya que estamos muy preocupados con esta potencial situación, que supondría un paso más en dirección contraria a la paz.
Deportar a estas personas a Gaza -sea legal o no- humanamente es una locura.

La diferencia principal de los refugiados palestinos con el resto -a los que atiende el ACNUR- es que las opciones típicas para un refugiado -integración local, reasentamiento en terceros países o retorno a su país de origen- no son posibles para los palestinos . ¿Qué les espera a los refugiados palestinos? ¿Existe posibilidad de mejora si no es de la mano del fin de la ocupación israelí?
Las esperanzas son escasas. Sobre el terreno no se ven gestos para crear confianza, que son indispensable política y humanamente para un proceso de paz. En Jerusalén, Gaza o Cisjordania -los puntos más sensibles del conflicto- no se ven avances. El simple hecho, por ejemplo, de la autorización para importar cemento, sería una señal clara e importante de que existe una voluntad de hacer.

Espero que con la presión internacional, y especialmente la de la Administración Obama, podamos ver algo de progreso.
Naturalmente, yo soy optimista; si no, no podría trabajar en Oriente Próximo, ni en la UNRWA… Pero es un optimismo muy realista, ya que hay que tener siempre presente la situación real, que es muy compleja. Son problemas antiguos con una solución muy difícil: no estamos hablando de una solución material, sino de una solución en la historia, en la psique y el corazón de las personas. 

Notas:

 1.-   Ninguna de estas posibilidades es factible para los refugiados palestinos ya que las dos primeras son inaceptables para ellos y para los países en los que se encuentran y la tercera -el retorno a sus lugares de origen- es absolutamente rechazada por Israel.

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