El esperado golpe Estado en Guinea Conakry
No se asusten… lo de «esperado» no va por deseado, sino por evidente. Guinea Conakry pertenece al África Occidental, donde el golpe de Estado es la única vía ensayada con rigurosidad para gobernar un pueblo. El hasta ahora Presidente Lansana Conté, tras 24 años de dictadura militar y casi los mismos de una enfermedad empedernida de excesos a todos los niveles, se ha visto obligado a decir adiós aferrado a su butaca, como una lapa.
Ha muerto en el poder, de espaldas a la población y a su pueblo, como siempre hizo. La Constitución no se ha respetado, a pesar de los intentos de aplicar el artículo 34, que prevé la deposición de un presidente enfermo en el poder. Pero Lansana Conté ha querido dejar a su pueblo en la misma descomposición total a la cual le ha inducido durante todo su mandato.
A su muerte- a las 06:45h del pasado 23 de diciembre- las alternativas eran las siguientes: o bien aplicar la Constitución- y que el presidente de la Asamblea General asumiera el poder durante un período interino de 60 días, tras los cuales se organizarían elecciones-, o bien que se produjera algún golpe militar que cubriera de inmediato el vacío de poder. Y no creamos que la primera opción era mucho más democrática que la segunda, porque el supuesto de organizar elecciones en 60 días- en un marco en el que la mayoría de los partidos políticos son apenas títeres en manos del poder, y en el que la libertad de expresión y prensa son sueños inalcanzables- no auguraba un mejor futuro. A lo sumo, una continuidad más cínica de los que han apoyado a Conté hasta el final y el férreo mantenimiento del statu quo de dictadura y represión militar.
Así se ha llegado al punto en el que, una vez más, una pandilla de militares cincuentones, ansiosos de poder y de sus beneficios, ha asumido el poder bajo un llamado Consejo Nacional para la Democracia y el Desarrollo (CNDD).
Pero antes de centrarnos en este nuevo CNDD, recordemos algunos datos de la sufrida historia reciente de Guinea Conakry. Tras la colonización francesa, Sekou Touré fue el líder de la independencia nacional, lograda en 1958. Pero el supuesto libertador, con el tiempo, fue cayendo presa de las mieles de la dictadura. A su muerte, Lansana Conté se vio al mando de un país a la deriva, entre la riqueza de sus posibilidades y la realidad corrupta de sus gobernantes. Conté ha promovido en algunas ocasiones la pantomima de unas elecciones programadas, que le han ido renovando el poder, y ha cambiado la Constitución cuando lo ha considerado oportuno para afianzar su permanencia en el trono de oro. Mientras tanto, no fue hasta 2006 cuando las revueltas populares y una huelga general hicieron despertar de una ignorancia supina a la opinión pública internacional sobre dónde estaba Guinea y sobre lo que allí pasaba (a excepción, evidentemente, de las compañías extranjeras mineras de aluminio que, como garrapatas, extraen la bauxita de las minas del cuarto país del mundo en reservas de este mineral).
La huelga general fue acallada con la proclamación de un estado de sitio que provocó la desaparición de civiles, el agravamiento de los niveles de pobreza de los guineanos y una mayor represión contra toda disidencia, todo ello coronado con una presencia militar en la vida cotidiana del país cada vez más importante. Fue en los primeros meses de 2007 cuando de nuevo las manifestaciones populares, esta vez guiadas por los sindicatos, removieron a Conté en su enferma butaca de poder. Un balance de las ONG presentes en aquel momento en la zona denunciaba la fuerte represión ejercida desde el poder, con unos 200 civiles muertos y más de 1.200 heridos. Ante una indecisa presión internacional, Conté, quizás más por aburrimiento que por deducción política, acordó nombrar a un primer ministro (llamado del «consenso», ya que fue refrendado por los sindicatos y por la comunidad internacional, especialmente desde Francia).
Este primer ministro era Lansana Kouyaté, que quizás soñó durante algún tiempo en preparar su llegada posterior al poder presidencial. En todo caso, lo que a nadie se le escapaba eran, por una parte, los deseos evidentes de Lansana Conté de morir en funciones y, por otra, las fuertes tensiones internas entre la cúpula militar. La situación de bloqueo se resumía en que era imposible que triunfara un golpe de Estado o que se produjera un cambio de poder con Conté aún vivo. Fue así como se le fueron esfumando sus sueños al primer ministro, Lansana Kouyaté, cuando Souaré fue proclamado nuevo primer ministro en el pasado mes de mayo de 2008. Para ganarse a la opinión pública, este fiel súbdito de Conté, creó el Observatorio Nacional Independiente de Derechos Humanos, que no se sabe muy bien hacia dónde dirigía sus pasos.
Volvamos al CNDD. Escasamente una hora después de la comunicación oficial de la muerte de Lansana Conté, el capitán Moussa Dadis Camara asumía el poder del país al frente del Consejo, nombrando a Kabinet Kamara como primer ministro. El nuevo hombre fuerte del país se apresuró asimismo a dar a conocer los nombres de los 32 miembros que componen dicho Consejo (26 militares y 6 civiles, y con una representación de las tres principales etnias del país: sousous, malinkes y peuls), y a comunicar sus primeras decisiones «democráticas»: suspensión de las instituciones nacionales, del gobierno anterior y de la constitución, así como de los partidos políticos y de los acuerdos comerciales vigentes. Todo esto, sostenía, para evitar que el país sufra una guerra civil y la lucha de poderes internos.
El número dos del grupo de militares que ahora han pasado a asumir el poder, el general Mamadou Bah Toto Camara, se ha dedicado a realizar una primera ronda de visitas a los países vecinos (Mali, Guinea Bissau y Sierra Leona) para «explicar» el cambio en Guinea Conakry. Todos ellos han declarado su apoyo al nuevo régimen militar, sin olvidar a Senegal, cuyo presidente Abdoulaye Wade ha ofertado el avión a Toto Camara para su periplo diplomático.
Frente a estos apoyos cercanos contrata la posición de Costa de Marfil, que ha condenado el golpe (recordemos que Laurent Gbagbo era un amigo íntimo de Lansana Conté), en línea con la demanda de la Unión Europea, Estados Unidos y la Unión Africana, que ha optado por expulsar de su seno a Guinea, de que el poder vuelva a manos de las autoridades civiles (cosa tan políticamente correcta como improbable).
En sus primeros movimientos para asentar su poder, Dadis Camara ha lanzado dos patatas calientes al juego de malabares del futuro en este país. Por una parte, ha solicitado expresamente apoyo a la Unión Europea para poner en marcha un proceso democrático a escala nacional. Por otra, ha prometido elecciones libres y democráticas para diciembre de 2010. Tanto él como su primer ministro han expresado su deseo de no permanecer en el poder después de esa fecha.
¿Apoyará Bruselas un proceso democratizador liderado por militares golpistas? Más le vale que lo piense con cuidado, si no quiere que se repita el tropezón vergonzoso que se ha vivido hace poco en Mauritania, que tras un proceso democratizador de casi tres años de preparación de elecciones y celebración de las mismas ha terminado en un golpe militar, éste también, con afanes democratizadores. Por más que hasta hoy la situación de dictadura militar que ha vivido el país ha escasamente interesado a las potencias internacionales, quizás a partir de ahora se comience a revalorizar la causa de la democracia en este país, aunque solo sea por la defensa de los intereses ligados a la explotación de sus recursos mineros (con grandes empresas como Rio Tinto, Mitsubishi, Companhia Vale do Rio Doce, Alcoa o RusAl como principales afectadas).
La democratura, modelo político entre la dictadura y la democracia, parece tener su mejor caldo de cultivo en este bello rincón del África. Si nos emborrachamos del espíritu optimista propio de estos primeros días del año, quizás podríamos soñar que una transición golpista militar pueda dar a luz un incipiente proceso democrático. Y más aún, si nos aferramos a la esperanza quedémonos con el siguiente dato: más de la mitad de la población de Guinea Conakry (unos nueve millones de habitantes) son menores de edad… Quizás la inocencia de estos jóvenes pueda cambiar el sino de sus coetáneos gobernantes, vacunados contra las ansias de una verdadera democracia donde el reparto de la riqueza y el respeto a los derechos de los hombres y de las mujeres no sean siempre una utopía.
Fuentes: