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Colombia: el proceso de paz en la encrucijada

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Pasada una semana de la incursión de las FARC que causó la muerte de 10 soldados en el Valle del Cauca, aún no hay ninguna claridad sobre los motivos de ese brutal ataque y sobre porqué, en unos momentos en que los diálogos en La Habana avanzan de modo muy razonable, se ha producido un acto de guerra como éste. Pero lo que sí está claro son los efectos negativos que este acto va a tener sobre el propio proceso y, sobre todo, sobre la opinión pública colombiana y su apoyo a la negociación. Los avances en los acuerdos parciales alcanzados en La Habana y el nuevo clima social creado tras el alto el fuego unilateral de las FARC y el posterior «desescalamiento» de las hostilidades por parte del ejército, habían hecho aumentar el apoyo al proceso de paz y la propia popularidad del presidente Santos. Y esas dos circunstancias, entre otras, están hoy en entredicho.

Desde su inicio hace dos años y medio, el proceso de diálogo ha avanzado de una manera bastante rápida y, aunque no ha estado exento de ciertas crisis como la producida hace unos meses por la retención del general Alzate en el Departamento del Chocó, los avances se han ido produciendo de un modo bastante lineal y, sobre todo, se ha generado la confianza suficiente entre las partes negociadoras, como para que comenzara a existir una gran coincidencia sobre que se había traspasado un punto de no retorno. Conviene recordar, por tanto, que este tipo de situaciones de retroceso, incluso crisis, en los procesos de negociación para lograr acuerdos de paz es, lamentablemente, muy frecuente y se ha producido en todos ellos. Ya sea en Irlanda del Norte, en El Salvador, en Angola o en Suráfrica.

Por tanto, lo primero que se podría decir y en lo que están insistiendo muchas personas e instituciones colombianas e internacionales es que conviene guardar la calma, investigar los hechos en profundidad y no permitir se repitan o que se conviertan en verdaderos boicoteadores (spoilers en la jerga de los procesos de paz) de la negociación. Y aunque sea muy doloroso y difícil, el gobierno y el ejército colombiano deben conservar esa calma no perdiendo el norte de lo que se juega en este proceso. La decisión de Santos de volver a los bombardeos puede ser comprensible en el corto plazo, pero el reto es recuperar el diálogo y no plantear acciones que supongan una escalada de la violencia con consecuencias graves sobre la población.

Las explicaciones dadas por las FARC sobre estos sucesos son totalmente insuficientes y no aclaran las razones (¿es posible encontrarlas?) que expliquen el ataque. El unánime seguimiento del alto el fuego unilateral por parte de los frentes más díscolos de las FARC, y la presencia de algunos de sus comandantes en La Habana, habían logrado trasmitir la impresión de que el Secretariado, la dirigencia, controlaba todos los frentes y miembros, y este ataque arroja muchas dudas sobre esta unanimidad. Parece evidente que la orden del ataque no fue dada por la dirigencia de las FARC por lo que hay que investigar y acarar quién y por qué se dio la orden. En cualquier caso, dada la gravedad de los hechos, las FARC deberían pedir perdón e investigar hasta el final los motivos.

La comunidad internacional, que apoya los diálogos de modo claro está tratando de que hechos como éste no solo no liquiden el proceso de paz sino que sirvan para avanzar en un verdadero alto el fuego bilateral (deseablemente con verificación por parte de organismos internacionales) que consolide los avances y minimice este tipo de riesgos. Situaciones como las que existían antes del ataque de la semana pasada, de alto el fuego unilateral por una parte, y desescalamiento más o menos claro pero inverificable, por la otra, son tan ambiguas que pueden generar en confusiones y riesgos evidentes. Resultan significativas las declaraciones del Coordinador residente y humanitario de la ONU Fabrizio Hochschild al diario El Espectador en el sentido de «Lo que se argumenta es que no estamos para ponernos de acuerdo sobre medidas intermedias, sino sobre el fin del conflicto definitivo. Lo entiendo. Pero esa lógica funciona cuando no hay una negociación prolongada. Cuando es prolongada, en medio de un conflicto y con un público escéptico, si el público no ve resultados sino hechos de guerra, nadie va a tener confianza en el proceso».

Y esa recuperación de la confianza en la sociedad colombiana es uno de los retos del día de hoy. Más allá de los aspectos técnicos que se discutan en La Habana, como plantea el propio Hochschild «Hay una contradicción entre el apoyo total internacional al proceso y el escepticismo en la población nacional. Muchos de los escépticos se ven apoyados por el ataque del 14 de abril y es allí donde toca explicar mejor, comunicar mejor y seguir adelante, y no perder de vista que lo que se está intentando es un cambio histórico en Colombia. Si se responde a este ataque con una intensificación del conflicto no habrá menos Fuerzas Armadas muertas. Sólo más guerrilleros muertos».

Fuente fotografía: unmultimedia.org

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