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Arquitectura sostenible y asentamientos israelíes

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Las paradojas del Decathlón Solar y la colonia de Ariel como participante
En junio de 2010 tendrá lugar en España la competición de arquitectura sostenible más prestigiosa del mundo, el Solar Decathlón, bajo el patrocinio del Ministerio de Vivienda y la Universidad Politécnica de Madrid. 21 equipos de todo el mundo competirán por diseñar la casa «más sostenible» y construirán sus proyectos de vivienda ecológica en la «Villa Solar», junto al río Manzanares de Madrid.

La paradoja llega cuando, sorprendentemente, entre los 21 equipos participantes que van a transmitir a la ciudadanía tan encomiables valores de ecología y sostenibilidad, nos encontramos con un equipo israelí. El problema, obviamente, no radica en su nacionalidad israelí, sino en la especificidad israelí que representan: el centro Universitario de Ariel, en Samaria, se encuentra en la colonia (asentamiento) de Ariel. Samaria es el modo en que los colonos israelíes denominan al territorio internacionalmente denominado Cisjordania y legalmente reconocido como parte de los «Territorios Palestinos Ocupados».

El asentamiento de Ariel

Ariel es la colonia más grande que Israel ha construido en los Territorios Palestinos Ocupados, si no incluimos el llamado bloque de Jerusalén. En definitiva, estamos ante el intento de una Universidad de un asentamiento israelí en territorio palestino- tan ilegal como el resto de los aproximadamente 400 que se han erigido hasta hoy- de participar en una competición sobre arquitectura sostenible en nuestro país. Aún más, lo hace bajo el patrocinio y la organización de un Ministerio, el de Vivienda, y una Universidad, pública, como la Politécnica de Madrid.

El asentamiento de Ariel, junto a su zona industrial, denominada Barkan, está incrustado hasta 22 kilómetros en el interior de Cisjordania (en el centro mismo de la región palestina de Salfit). Para construirlo, Israel se anexionó el 10% de la tierra de Salfit. Junto al asentamiento existe un campo de maniobras militar que ocupa un 12% más de la región. El modelo de arquitectura sostenible que nos puede mostrar la Facultad de Arquitectura de Ariel suena, cuando menos, complejo y contradictorio ya que ocupa de manera ilegal el 22% del territorio palestino en el que se encuentran.

Lo que comúnmente se conoce como «la plataforma de Ariel», en la que se ubica la Universidad de Ariel, es el ejemplo perfecto del significado real de lo que se denomina oficialmente «Muro de separación». En la región de Salfit, y para proteger la colonia de Ariel, el Muro transcurre en el 100% de su recorrido dentro de tierra palestina, alejándose de la Línea Verde (línea de armisticio acordada en 1949 y que algún día debería servir como frontera entre Palestina e Israel). Y, no lo olvidemos, no se trata de unos metros o de matices discutibles, sino de 22 kilómetros de Muro. El caso de Ariel es uno de los más flagrantemente comprensibles a través de un pequeño mapa como el que se adjunta. (colonias y Muro en color azul)

La paradoja llega al extremo cuando observamos el proyecto con el que la Universidad de Ariel participará en la competición que organizan y patrocinan nuestro Ministerio de Vivienda y la Universidad Politécnica de Madrid. En el sentido más estricto, la Universidad construirá en la Villa Solar madrileña un trocito del colonialismo israelí del que forma parte. Su proyecto se llama «la casa que se estira o la tienda de Abraham”.  Es obvio que las colonias como Ariel han sido construidas «estirando» el derecho internacional y «estirando» el territorio del Estado de Israel. Es obvio también, que la «Tienda de Abraham» representa el modelo de construcción de colonias exclusivamente accesibles para inmigrantes judíos venidos de Argentina, Brooklyn o Nueva York mientras segregan a la población autóctona árabe.

Un enfoque ¿radical? respecto al asentamiento de Ariel.

La Convención de Ginebra establece que «la transferencia de partes de su propia población por parte de la potencia ocupante al territorio que ocupa» es un crimen de guerra. La resolución 465 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada siendo Presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, declara la ilegalidad de todos los asentamientos israelíes en territorio ocupado y convoca a todos los Estados a no facilitar ningún tipo de apoyo o asistencia a Israel para ser utilizado en conexión con los asentamientos en los territorios ocupados».

El reciente Consejo Europeo celebrado en Bruselas el pasado 15 de junio se ha posicionado una vez más con claridad, en torno a la ilegalidad de los asentamientos israelíes y los ha declarado «un obstáculo para la paz». Sin entrar en más detalles, nuestro Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, ha reiterado ya en suficientes ocasiones la coherencia de la postura española respecto a la legalidad internacional.

Es probable que no se comprenda a primera vista la vinculación entre colonialismo, derecho internacional y una competición sobre arquitectura sostenible que tendrá lugar en España. Pero la retorsión intelectual que las vincula no reviste demasiada complejidad. Alguien podría pensar que, invitando a participar, y apoyando económicamente proyectos que normalizan y revisten de legitimidad a instituciones que son abiertamente ilegales, y no sólo eso, sino que han sido declaradas sistemáticamente como un «obstáculo para la paz», el Ministerio español de Vivienda y la Universidad Politécnica de Madrid, incurren en algún tipo de incoherencia y contradicción. Podría llevar a pensar que existe un doble rasero cuando se trata de incluir a Israel entre los Estados a los que se aplica el imperio de la ley.

Es probable que la cancelación de la participación de la Universidad de la colonia de Ariel en una actividad sobre arquitectura sostenible bajo patrocinio de instituciones públicas fuese coherente con una apuesta real por la paz en Oriente Próximo. Es probable que fuese también coherente con la defensa del derecho internacional. Cuando menos sería una muestra de respeto hacia el concepto de sostenibilidad que pretende transmitir el Solar Decathlón.

El asentamiento de Ariel no es sostenible. Representa y constituye una violación flagrante del derecho internacional. Y su facultad de arquitectura, por más casas solares, verdes y ecológicas que construya, no debería recabar respeto y apoyo internacionales. No debería beneficiarse de proyectos con financiación pública en ningún país de la Unión Europea. Se trata, tan sólo, del radicalismo de ceñirse al imperio de ley.

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