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Una guerra imprevista


A mediados de octubre del presente año el Ministerio de Defensa del Gobierno de Kenia declaró la guerra a la organización terrorista Al Shabab basándose en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, de tal forma que se va analizar de forma resumida las principales y consecuencias de dicha declaración, teniendo en cuenta el contexto que vive el Cuerno de África.

Somalia (1) es un país situado en el cuerno de África que vive en la anarquía provocada por la guerra hace más de 20 años. El caos ha sido un fabuloso lugar para el surgimiento de la piratería, el radicalismo islámico y el control de varias zonas del país por los conocidos en Europa como los señores de la guerra.

Kenia es un país situado en la región del Este de África que comparte su frontera nororiental con Somalia. Kenia ha vivido en paz desde su independencia, salvo episodios aislados de violencia tras los procesos electorales. Las potencias occidentales apoyan la estabilidad «democrática» de Kenia, lo que la ha convertido en sede de inversiones de las principales potencias y sede de uno de los principales cuarteles en terreno de las Naciones Unidas.

A pesar de tener dos perfiles tan diferentes ambos países habían convivido respetando el principio de no interferencia en los últimos años.

Somalia, sumida en el caos, el hambre y la violencia se encuentra dividida entre dos fuegos enemigos, por un lado el Gobierno de Transición Federal (TFG, Transitional Federal Government), con sede en Mogadiscio, aprobado en la Declaración de Djibouti en el año 2004, que cuenta con el apoyo de las comunidades internacionales, por otro lado la guerrilla islamista Al Shabab que surgió como escisión de los jóvenes más radicales de la Unidad de Tribunales Islámicos en el año 2006 y que tiene el apoyo de los extremistas islámicas, expertos aseguran que es la rama de Alqaeda en el cuerno de África.

Desde la independencia, la unión de la Gran Somalia ha sido uno de los objetivos principales de la lucha. Sin embargo, a pesar de que los enfrentamientos violentos entre Somalia y Etiopía han tenido lugar en varias ocasiones, con Kenia las relaciones entre ambos países habían sido de consenso y buen entendimiento.

En agosto del año 2011, Al Shabab perdió el control de Mogadiscio y la hambruna le hizo perder el apoyo del pueblo somalí. En septiembre y en un movimiento que los expertos califican de desesperado, la organización armada secuestró en la turística isla de Lamu, territorio cercano a la frontera con Somalia, a una mujer inglesa que estaba de vacaciones, en el mismo mes de septiembre una mujer francesa enferma de cáncer, fue atrapada en la misma isla y a día de hoy se sabe que ha fallecido por la falta de medicamentos.

A principios de octubre dos trabajadoras españolas de la organización Médicos Sin Fronteras, fueron apresadas y secuestradas en el campamento de refugiados del Dadaab donde se encontraban realizando labores humanitarias. Dadaab, es un campamento de refugiados también cercano a la frontera con Somalia, donde miles de somalís se refugian de la hambruna que asola el cuerno de África y especialmente Somalia.

Kenia, debido a su estabilidad, recibe gran cantidad de turistas de los países desarrollados cada año, siendo el turismo una de las principales fuentes de ingresos del país. Los últimos acontecimientos han hecho que miles de turistas hayan anulado proyectos de pasar vacaciones en Kenia por miedo a los secuestros y a la violencia.

A mediados de octubre del año 2011 y basándose en el principio de defensa propia previsto en la Carta de las Naciones Unidas, Kenia envió tropas al país vecino para luchar contra Al Shabab. La decisión ha contado con el respaldo de los EEUU, que lleva años apoyando al TFG y con el respaldo de Francia. La respuesta de la organización no se hizo esperar: pocos días después de la declaración de guerra por parte del gobierno keniano, AlShabab emitía un comunicado en el que se informaba al gobierno de Kenia de que la decisión de enviar tropas y combatir en Kismayo (uno de los principales puertos de Somalia controlados por la organización) la pagarían los kenianos con una guerra más larga y sangrienta que la que Somalia había conocido. En el mismo comunicado rechazaban la responsabilidad de los secuestros de extranjeros que habían tenido lugar en Kenia en el último periodo.

La amenaza materializada en violencia no se hizo esperar, la noche del 23 al 24 de octubre una granada estallo en un bar situado en el centro de la capital, Nairobi: trece heridos y un muerto fueron el resultado de la emboscada, y horas más tarde el mismo día 24 otra granada volvía explotar en una estación de autobuses.

Los controles de seguridad se han activado y la ciudad está en estado de alerta máxima por atentado terrorista, por todos las cauces llegan mensajes de precaución pidiendo a los civiles que eviten zonas concurridas.

Nairobi ha sido una ciudad de acogida para miles de somalís que durante estos veinte años huían de la guerra y la violencia, la convivencia entre nacionales de ambos países había sido óptima hasta el momento. A día de hoy las intenciones declaradas de violencia contra la población keniana han convertido a todos estos somalís en focos de sospecha, extranjería tiene la orden de detener e interrogar a todos los somalís que puedan tener información o vinculaciones con la organización.

La situación esta tensa pero controlada, no se sabe muy bien cuál va a ser el desarrollo de los acontecimientos, pero el tiempo escribirá la historia y nos permitirá conocer el desenlace.

 

 
 

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