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Actualidad | Artículos propios

Desescalada y movilización por la paz como alternativas a la respuesta militar en Ucrania

AP Photo/Denis Kaminev

La agresión militar de Rusia a Ucrania ha devuelto al continente europeo a los horrores bélicos del siglo pasado. La amenaza del uso de las armas nucleares por el presidente Putin hace resurgir uno de los grandes fantasmas de la Segunda Guerra Mundial que puede suponer una catástrofe humanitaria y medioambiental con repercusiones que se arrastren durante generaciones. Ante la angustia y la impotencia que supone este escenario, debemos resistirnos a aceptar que la mejor manera de apoyar a la población ucraniana y que la solución a la guerra pase por una respuesta militar. En los últimos días, hemos visto que en los avances de desmilitarización en políticas exteriores europeas se han visto frenados e incluso revertidos, países como Alemania han empezado a enviar armas al gobierno ucraniano, contradiciendo su propia política exterior, la Comisión Europea ha prometido financiar material militar a Ucrania, acción no permitida por los tratados europeos y  países como Suecia o Finlandia, antes reticentes a las alineaciones militares están considerando unirse a la OTAN. Sin embargo, hay otras voces entre ellas, el Secretario General de la ONU, António Guterres, organizaciones civiles internacionales en defensa de la paz International for Peace Bureau y WILPF (ambas galardonadas con el Premio Nobel de la Paz) han hecho una llamada al cese inmediato del fuego y reclaman optar por la vía del diálogo y la diplomacia y soluciones no militares pero políticas.

El ensalce de la militarización no solo pone en peligro todos los avances desarrollados hasta ahora en materia de abolición de las armas nucleares, sino que también da la falsa percepción de que la principal manera para proteger la democracia y la independencia de los Estados frente a los avances de un irresponsable y criminal de guerra como Putin o cualquier otro belicista es el conflicto armado y el fortalecimiento de las alianzas militares. No obstante, esta guerra nos tiene que hacer ver que la solución es justo lo contrario, la única salida para evitar el exterminio de la humanidad y la destrucción del planeta es la eliminación de las armas nucleares y la desmilitarización.

La eliminación de las armas nucleares implica que todos los Estados ratifiquen el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) que entró en vigor en 2021. Este tratado liderado por ICAN, una campaña amplia e inclusiva de organizaciones de la sociedad civil a favor de prohibir y eliminar las armas nucleares, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2017 representa un logro de la sociedad civil en aras de la paz. Este movimiento junto a otras plataformas para la paz han conseguido replantear el debate alrededor de las armas nucleares, cuestionando el argumento de disuasión esto es “utilizar la amenaza del uso de las armas nucleares para para convencer a otra parte de que se abstenga de iniciar algún curso de acción” hacia el foco en los catastróficos impactos humanitarios. Inciden en que la mera existencia de armas de destrucción masivas representa un peligro mundial con consecuencias catastróficas.

Por otro lado, la desescalada militar y la búsqueda de soluciones políticas es clave lo que requiere cuestionar y desmantelar la seguridad militar como camino hacia la paz en esta guerra y en el resto del mundo. Estudios como el informe del Centre Delàs sobre “como permea el militarismo en nuestras sociedades”, señalan la creciente influencia de compañías privadas armamentísticas sobre los gobiernos con fuertes intereses en la producción y mantenimiento de estos arsenales y del complejo militar industrial detrás de estos argumentos de disuasión y militarización. Como contrapeso, la resistencia pacífica, la llamada a la desescalada, y la respuesta no militar a la guerra (vía del diálogo y la diplomacia) debe ponerse en primer plano. Esto significa apoyar y poner en el centro a las personas en Rusia que están manifestándose en contra de la guerra y siendo represaliadas por ello, las que están dentro del propio país y las que se están movilizando desde el exterior para pedir ayuda humanitaria. Es fundamental que desde este momento se empiece a apoyar a las organizaciones civiles de base ucranianas y en especial a aquellas organizaciones lideradas por mujeres para que se les escuche y que desde la respuesta internacional se les apoye.

Asimismo, no podemos olvidarnos de la fuerte carga patriarcal de esta reacción militar. La glorificación del ejército y de la acción militar esta atravesada por la cuestión de género. Estamos viendo el ensalzamiento de la hipermasculinización, esto es la exageración de estereotípicos masculinos que encumbran la fuerza física y la agresividad, a través de la difusión de la figura de los militares como “protectores de la patria” y como valedores de la libertad de Ucrania. Mientras que las mujeres quedan relegadas a un segundo plano como víctimas pasivas, y su rol y cometidos, entre ellos, realizando los esenciales trabajos de cuidados quedan invisibilizados. Esta heroización de lo militar y el lenguaje tecnocrático también supone “higienizar” lo que implica la guerra, muertes y paralización de vidas humanas, terribles impactos psicológicos y daños irreparables culturales, medioambientales y económicos. También a nivel de medios de comunicación, la narrativa sobre la guerra está siendo dominada por hombres, “expertos” en cuestiones de defensa, marginando otras voces como las de las mujeres y minorías raciales y LGTBIAQ+ dentro y fuera Ucrania que viven y perciben la guerra de manera distinta.

Desde la sociedad civil en Europa y otros lugares del mundo hay que cuestionar las retóricas de bandos entre países, UE y EEUU frente a Rusia y China, y entender que esta es una cuestión de élites contra la población civil global. No hay que olvidar que la gran mayoría de las personas rusas no son responsables de las atrocidades que se están acometiendo en nombre de su país. Son las élites políticas, económicas y militares rusas y algunos casos también actores occidentales con intereses armamentísticos quienes representa una amenaza para la paz mundial. La sociedad civil a favor de la paz tiene que unirse para reclamar la protección de las vidas humanas, nuestros derechos y el planeta. Esto implica ser cautas y estratégicas a la hora de imponer sanciones económicas a Rusia y asegurar que estas inciden con fuerza en los objetivos gubernamentales y oligarcas. De lo contrario, las repercusiones pueden acabar incidiendo de manera desastrosas sobre la población civil rusa, así como sobre terceros países dependientes de la producción de productos alimentarios básicos producidos por Rusia y Ucrania como el trigo.

Por último, resaltar que el rechazo de una respuesta militar y la cautela a la hora de imponer sanciones económicas a Rusia requiere un enorme trabajo por parte de todos los actores internacionales y locales en pos del fin del conflicto. Por un lado, un gran y complejo esfuerzo a nivel diplomático de búsqueda de soluciones políticas y de diálogo. Por otro, a nivel civil, dar continuidad a las movilizaciones en todo el mundo a favor de Ucrania y fortalecer el apoyo a las organizaciones internacionales y locales por la paz en Ucrania. También significa asegurar una respuesta humanitaria y una política de acogida generosa y garantista con la población afectada por la guerra que esté a la altura de las circunstancias. Así como garantizar que Putin y el resto de los culpables de esta guerra sean juzgados por todos los crímenes y violaciones del derecho internacional que están cometiendo.

**Este artículo refleja la postura personal de la autora, pero no necesariamente la del IECAH.

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