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Tres meses después del terremoto de Nepal

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Son ya tres meses los que han pasado desde que la tierra tembló bajo los pies de los nepalíes dejando devastadoras consecuencias. En su informe «Nepal Earthquake Humanitarian Situation Report» publicado el pasado 25 de julio acerca de la situación humanitaria del país, UNICEF se muestra optimista sobre la recuperación de esta región así como pone de manifiesto las grandes dificultades que aún atraviesa la población y que sufren especialmente los grupos más vulnerables de ésta, como los niños y niñas.

Optimismo, pero con los pies en la tierra

La mejora en la situación humanitaria del país se debe, en gran parte, a la sobresaliente respuesta que la comunidad internacional proporcionó tras la catástrofe cuyas pérdidas se estiman en siete mil millones de dólares. El 22 de junio el Gobierno de Nepal declaraba el final de la fase de emergencia y varios países reducían sus restricciones para viajar al país.

Pese a estos avances, la vida de gran parte de la población está lejos de volver a la normalidad. Alrededor de 5,2 millones de personas viven en los 31 distritos afectados, de las cuales 2,8 millones residen en los 14 distritos más perjudicados y siguen requiriendo asistencia humanitaria vital.

Doble esfuerzo

Con el todavía reciente recuerdo de los seísmos ha llegado, como cada año, el monzón de junio. El impacto de las lluvias torrenciales ha empeorado la situación dificultando el acceso a los distritos más remotos del país, lo que se traduce en una demora del proceso de recuperación tras los terremotos. Además, se estima que un 90% de la población afectada por los mismos vive en áreas con alto riesgo de deslizamiento de tierras e inundaciones.

La temporada de monzones que, por lo general, dura tres meses, puede traer consigo brotes de enfermedades contagiosas mortales como el cólera o la diarrea debido a que las grandes precipitaciones exacerban las ya de por sí pobres condiciones higiénicas y sanitarias. Como medida de prevención, se han repartido 400.000 kits sanitarios, además de proporcionar agua potable sin riesgo de infecciones a más de 600.000 personas en sus hogares y campamentos.

Asimismo, las instalaciones sanitarias, escuelas y refugios corren el riesgo de aislarse aún más como consecuencia de las inundaciones que imposibilitan el acceso de pacientes a cuidados vitales, impiden que los niños y niñas continúen asistiendo a la escuela y obstaculizan la llegada de suministros de emergencia a los refugios.

Lo que nos dicen las cifras

Una respuesta humanitaria eficaz y completa requiere de la actuación sobre distintos núcleos que, propiamente abordados, contribuyan a la reparación total de los daños.

Agua, saneamiento e higiene: El agua potable o unas condiciones higiénicas oportunas son garantes de salud y evitan la propagación de enfermedades infecciosas. Alrededor de 1.140.000 personas en los distritos más gravemente dañados carecían, tras los terremotos, de acceso a una cantidad adecuada de agua potable para beber, cocinar o asearse. UNICEF, en su lucha contra estas condiciones, ha llegado a 840.000 personas a las que ha proporcionado suministros de jabón o agua limpia.

Nutrición: Una alimentación propia en edades de crecimiento queda relegada a un segundo plano en situaciones de emergencia donde la comida escasea. Con el fin de evitar la desnutrición en la población más joven se han llevado a cabo programas de concienciación sobre los beneficios de la lactancia materna. Además, se ha tratado a 1.055 niños y niñas con serios problemas nutritivos en los Programas Terapéuticos para Pacientes no hospitalizados (OTP, por sus siglas en inglés).

Salud: El ámbito sanitario centra la atención de la respuesta más inmediata tras un desastre natural con el objetivo de aliviar el trauma provocado y asegurar un acceso equitativo al cuidado médico. UNICEF proporcionó a esta causa 293 campamentos, 400 equipos con material quirúrgico o 1.080 kits de asistencia en el parto entre muchas otras aportaciones.

Protección infantil: La protección infantil busca evitar la trata de niños y niñas, así como su explotación o la separación de sus familias. En este aspecto, UNICEF aboga por los mecanismos comunitarios en los que se involucren distintos actores de la sociedad. Esta estrecha colaboración ha dado como resultado el rescate de 513 mujeres y niños/as en peligro de entrar en una red de trata de personas o la creación de programas de apoyo psicológico que han llegado a 89.371 niños, niñas, padres y madres.

Educación: Volver a la escuela lo antes posible contribuye, en gran medida, a la recuperación psicológica de niños y niñas víctimas de un desastre natural. Para ello UNICEF ha habilitado 1.061 centros de enseñanza temporales y ha formado a 2.414 maestros y maestras en temas de asistencia psicológica para sus alumnos.

Comunicación: Los canales de comunicación dentro de una comunidad promueven el diálogo entre la población afectada y la difusión de información que puede llegar a salvar vidas como la previsión de monzones o desplazamientos de tierra. Durante la respuesta humanitaria se han emitido mensajes radiofónicos de información y ayuda a través de las estaciones de radio de 65 comunidades.

Niños y niñas, víctimas de la desesperanza

La vulnerabilidad de la población más joven se ve incrementada tras un desastre natural exponiéndoles a grandes riesgos. Un escenario post desastre es, a menudo, testigo de situaciones desesperadas donde los niños y niñas son las principales víctimas.

«Le abandonamos pues no pensábamos que hubiese esperanza de que sobreviviera» – declara un padre refiriéndose a su hijo de seis años con neumonía crónica que, tras el terremoto, no podía recibir los cuidados y medicamentos que necesitaba.

«Le ofreció un trabajo mejor en otra ciudad, a salvo de terremotos y con buenas condiciones laborales. Cuando llegaron a la frontera con India el pánico en la cara de Sapana no pasó desapercibido para los trabajadores de una ONG que lograron rescatarla».

El abandono o el tráfico de niños y niñas resultan de situaciones extremas donde la primera y única prioridad es la supervivencia. Para hacer frente a este tipo de desenlaces son necesarios programas de nutrición y asistencia sanitaria infantil, así como de tratamientos psicológicos que hagan frente a las secuelas de la crisis.

Por último, es importante asegurar que los niños y niñas puedan regresar lo antes posible a un entorno educativo seguro donde los profesores hayan recibido formación previa para aportar el apoyo psicológico adecuado a sus alumnos y alumnas.

A lo largo de los tres últimos meses, la comunidad internacional ha respondido rápida y generosamente a las necesidades de la población infantil de Nepal proporcionándoles agua potable, refugios, equipamientos sanitarios e higiénicos, apoyo nutricional además de soporte psicológico a ellos y sus familias.

Ahora que Nepal ha dejado de acaparar las portadas de los diarios, el trabajo para que sus habitantes recuperen la normalidad en sus vidas no debe estancarse.

Informe de situación

 
 
 
 
 
 
 

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