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Delta del Níger: la pobreza y violencia del mayor productor de petróleo

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Cuarenta y nueve años después de la independencia de los británicos, el estado que «iba a ser el bastión de la democracia (y el capitalismo) en África» , no sale de la violencia en la que vive desde los años noventa. Nigeria es el mayor productor de petróleo en el continente africano, y el Delta del Níger la mayor región petrolera en tierra firme. A pesar de ello, más de el 70% de la población nigeriana vive bajo el umbral de la pobreza, la deuda externa supera el 90% del producto interior bruto, y la violencia e inseguridad en la región van en aumento.

Las comunidades de las regiones productoras de petróleo sienten mermado su desarrollo, ya que las actividades petroleras no suponen un mayor empleo local ni se traducen en beneficios económicos, sino que enriquecen a otros o destruyen su ecosistema, dejando tras de sí numerosas zonas agrícolas inservibles.

Según cifras del Banco Mundial, el 80 por ciento de las riquezas que provienen del petróleo se las queda el 1 por ciento de la población.

Desde que en 1956 Shell inagurase su primer pozo en el Delta, la población local ha percibido a ésta y a las petroleras que llegaron después como una amenaza directa manifiesta contra su desarrollo y su ecosistema. La pobreza, la degradación medioambiental y la violencia podríamos decir que son, tristemente, los rasgos característicos de la zona.

La violación de derechos humanos y la negación de acceso o beneficio de los recursos a la población local tomó relevancia internacional a partir de los reclamos del pueblo Ogoni por sus derechos, en los años noventa, con el poeta Ken Saro-Wiwa a la cabeza de las protestas.

Saro-Wiwa fue el fundador del Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP) –etnia mayoritaria del delta del Níger-. En 1992, dos años después de la constitución del grupo, exigieron formalmente a las compañías de petróleo la indemnización por treinta años de explotación, de los cuales el pueblo Ogoni no había recibido todavía ningún beneficio. La dictadura nigeriana del momento reaccionó entonces ante las protestas con una violenta represión, presuntamente en colaboración con Shell –la compañía enfrenta actualmente un juicio por su participación-, que acabó con la ejecución del carismático líder Ogoni. Shell, por su parte, desatendió los reclamos del pueblo Ogoni y responsabilizó al Gobierno del abandono económico, del que ella, como empresa, carecía de responsabilidad alguna.

A raíz de este movimiento, se fueron formando otros grupos en la zona, bien de defensa de derechos humanos o de carácter político-militares. Algunos de ellos fueron el IDERA (Asociación por la Democracia y los Derechos Ambientales de Isoko), el IYE (Jóvenes Revolucionarios Ijaw) y el PUSN (Unión Popular para la Salvación de Nigeria). Todos estos grupos consolidaron lazos entre las distintas comunidades del Delta nigeriano y han creado desde entonces una conciencia colectiva entre los pueblos.

Hoy, la milicia de la que oímos hablar es el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND), que reclama el control local de la riqueza petrolífera –pagando un impuesto al estado-. Para ello, durante años ha llevado a cabo secuestros, ataques contra las instalaciones petrolíferas, etc.

El conflicto que rodea a la extracción petrolífera en Nigeria requiere un ámbito de políticas de solución tangibles y consensuadas que sean aplicadas de forma complementaria e interdependiente entre los diversos sectores implicados. Es ahí donde radica la excesiva complejidad de su resolución, en encontrar el momento, la forma y la voluntad de sectores profundamente enfrentados, que a su vez necesitan trabajar unidos y en consonancia para poner fin a un conflicto que se extiende ya por demasiados años.

En mayo de 2007, en su discurso inaugural, el entonces recién electo presidente Umaru Musa Yar’Adua, afirmaba que la crisis en el Delta del Níger demandaba atención y solución urgente, para lo que usaría todos los recursos disponibles para gestionarla con un espíritu de «imparcialidad, justicia y cooperación\\\». En respuesta a este compromiso, el MEND le concedía en junio un alto el fuego temporal, que se rompería apenas dos meses después.

Tras dos años de altos y bajos en negociaciones marcadas por la inseguridad en la zona, el pasado 12 de mayo, la Joint Task Force -unidad especial encargada de combatir al MEND- ponía en marcha la operación «Cordon and Search\\\», con un ataque aéreo sobre varios poblados del Delta, en respuesta a un ataque a sus instalaciones por parte del MEND. Dos días más tarde, ejército y guerrilla se declaraban en «guerra total».

En un comunicado enviado por correo electrónico a los periodistas, el MEND acusó al Gobierno de realizar un \\\»bombardeo aéreo indiscriminado» sobre civiles indefensos en el área de Gbaramatu, en el estado del Delta.??En el escrito, el grupo asegura que las víctimas habían sido sobre todo «mujeres, niños y ancianos que no pudieron huir a tiempo\\\».?La milicia declaraba así la «guerra total en la región» y llamaba a «todos los hombres en edad de luchar» a alistarse en sus «filas de la libertad\\\».

Iglesia, grupos sociales, ONG y organizaciones de todo tipo instan a gobierno, guerrilla y empresas a acabar con la violencia, permitiendo el acceso y la actuación de las organizaciones humanitarias, tomando en cuenta las recomendaciones que el comité técnico para el Delta del Níger presentó en diciembre de 2008, poniendo en marcha de un programa de desmovilización, desarme y reintegración (DDR), gestionando de forma transparente las cuentas públicas -de modo que los fondos asignados sean utilizados a favor de la región y el inicio de programas de desarrollo del Delta- y liberando a todos los rehenes, poniendo así fin a la violencia.

Mientras tanto, y como siempre, es la población civil quien menos medios tiene para solucionar el conflicto y quien más sufre sus efectos; y el mundo mira a Nigeria si las muertes, las violaciones de derechos humanos y la injusticia afecta a su bolillo al llenar el depósito de gasolina.

Nota:

1.- Ihonvere, Julius O. & Shaw, Timothy M. (1998): Illusions of Power, Africa World Press Inc. p. 31.

Boletín IECAH nº 4, junio 2009.

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