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Un retraso peligroso

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Por Francisco Yermo

Seis meses después de la declaración de la hambruna en varias regiones de Somalia(1) en junio de 2011, 250.000 somalís siguen viviendo en condiciones de hambruna y cuatro millones de personas en el país siguen necesitando de la ayuda humanitaria, sobre todo en la parte sur de Somalia . La población afectada en los cuatros países en donde fue más severa la sequía -Kenia, Etiopia, Somalia y Yibuti- sigue rondando los 13 millones de personas.

A la espera de que las Naciones Unidas publiquen las cifras de febrero de población afectada, las organizaciones humanitarias que han trabajado en la crisis esperan una mejoría en la situación alimentaria de una parte de la población afectada tanto debido a las buenas precipitaciones en muchas de las zonas afectadas durante la época corta de lluvias – de octubre a diciembre – como al efecto que está teniendo la ayuda internacional y los esfuerzos de los países de la región.

Esta ligera esperanza de mejora se encuentra empañada por el reconocimiento de que tanto los gobiernos, como los donantes y las Organizaciones No Gubernamentales actuaron de forma insuficiente y tarde en esta crisis, cuando había elementos claros de alerta muchos meses antes. Oxfam y Save the Children comenzaron aumentar su capacidad de respuesta entre junio y julio de 2011. En agosto de 2010 ya había indicaciones de que se iba a dar una crisis en el Cuerno de África. Las señales se volvieron más nítidas a finales de 2010 y alarmantes a principios de 2011. Pero no se reaccionó a tiempo. El coste económico de la crisis y, sobre todo, la muerte y sufrimiento de miles de ciudadanos se hubiese evitado si los sistemas de alerta temprana hubiesen llevado a una respuesta más rápida y contundente.

Oxfam y Save the Children han recopilado en un informe(2) las principales lecciones aprendidas de esta falta de respuesta a tiempo de los gobiernos y de la comunidad internacional. La primera lección es que todos los actores humanitarios – gobiernos, agencias de Naciones Unidas y Organizaciones No Gubernamentales – necesitan cambiar la manera que gestionan las previsiones y deben mostrarse más atentos a trabajar en la gestión de los riesgos – actuando cuando las previsiones indican riesgos de alta probabilidad y alto impacto – que a hacer frente a situaciones solo cuando saltan los indicadores de desnutrición y mortalidad. En unas palabras, deben pasar de enfrentarse a crisis a gestionar riesgos.

Este cambio supone adaptar los programas y al personal para que sean capaces de una respuesta temprana, alejándose de la división tradicional que existe en entre el trabajo humanitario y el de desarrollo. El riguroso corte y separación que imponen algunas agencias y organizaciones entre su personal, mandatos, tiempos, presupuestos y beneficiaros de esos dos sectores no es válido para regiones y contextos como el Cuerno de África. La sequía en esta parte del mundo es un elemento integrado en el ecosistema y no un shock no esperado. Los programas a largo plazo de desarrollo deben ser más sensibles a los riesgos de sequía e intentar reducir la vulnerabilidad, disminuyendo los factores de riesgo que la ocasionan. Por otro lado, la respuesta humanitaria temprana, cuyo objetivo es reducir el riesgo de desastres, es más eficaz y menos costosa en hacer frente a las causas que hacen a las personas más vulnerables. Llevar agua por camión a 80,000 personas en Harshin en Etiopía costó 3 millones de dólares y solo recibieron la ración básica de supervivencia de cinco litros por persona y día. La reparación de los sistemas de agua que estaban estropeados se podría haber realizado con 900,000 dólares.

Pero este cambio operativo en la forma que financian los donantes y trabajan las agencias humanitarias no es suficiente para hacer frente a la incertidumbre de las producciones agrícolas en estas regiones sometidas a la sequías. Los gobiernos y la comunidad internacional deben también mostrar una voluntad política para poner en marcha y apoyar una batería de medidas que eviten la repetición de situaciones de hambruna como la del pasado verano en el Cuerno de África.

La «Declaración para acabar con el Hambre Extrema» es una iniciativa promovida por Oxfam, Save the Children y One que está encontrando cada vez más apoyos tanto a nivel de políticos como de ciudadanos. El primero en apoyarlo fue el primer ministro de Kenia, Raila Odinga. La declaración hace hincapié en que es inaceptable que mujeres, hombres y niños mueran de hambre. Las medidas para evitarlo, además de la señalada reforma del sistema humanitario, van desde apoyar la producción local alimentaria, proveer servicios y protección social a los más pobres, evitar la espiral de los precios y reducir la violencia armada. Este último punto es importante. En Somalia, actualmente, los avances logrados en la mejora de la situación alimentaria de la población por las buenas lluvias y la ayuda de emergencia se están yendo al traste por el conflicto armado interno y las ofensivas militares de Kenia y Etiopía. La comunidad internacional, que se reunirá en una conferencia sobre Somalia en Londres el 23 de febrero, debería centrarse en conseguir un cese de las hostilidades y la paz, que permita aliviar la grave situación humanitaria de la población, más que enfocarse en nuevas medidas militares de lucha contra la piratería y la insurgencia.

Cuanto más personajes públicos y gobiernos apoyen la declaración, más posibilidad habrá que se forme un movimiento global para acabar con el hambre y que se apliquen las medidas indicadas en la declaración. Esta acción es urgente, pues en los últimos meses, las señales de crisis alimentarias están apareciendo en lugares tras distantes como Afganistán o en varios países de África del Oeste. España ha liderado en esta región el grupo de donantes para la seguridad alimentaria. La actual crisis económica no puede ser una excusa para retraerse de responsabilidades internacionales. Formar parte de la comunidad internacional da derecho a España a participar en diferentes foros y disfrutar de privilegios. Pero también le supone obligaciones. Una de las más urgentes es dar pasos para contribuir a que el hambre desaparezca de un planeta en que hay alimentos para todos. Un apoyo explícito del gobierno de Mariano Rajoy a la «Declaración para acabar con el hambre extrema» sería un primer paso decidido y en la buena dirección. Significaría que la seguridad alimentaria será una prioridad en la política española de cooperación y que España jugará un papel de liderazgo en el G20, aportando soluciones duraderas en la lucha contra el hambre.

Notas:

1. Informe de la Oficina de Naciones Unidas de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA en sus siglas inglesas) sobre la crisis del Cuerno de África del 13 de enero de 2012.

2. «Un retraso peligroso: El precio de la respuesta tardía a las alertas tempranas durante la sequía de 2011 en el Cuerno de África», Oxfam y Save the Children, enero de 2012.

 

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