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Pros y contras de un ejército en Haití

(Para Radio Nederland)

De Haití, todo el mundo conoce dos cosas que muchos medios de comunicación repiten sin cesar: que es el país más pobre de América Latina y que es un «Estado fallido». Poco más solemos escuchar de aquel país, a menos que sufra una tragedia como el terremoto del que pronto se cumplirán dos años. Del resto de cosas que suceden en aquel país apenas oímos nada.

Y hay una cuestión a la que queremos referirnos hoy; la del más que posible restablecimiento de un ejército que fue suprimido en el año 1995, y que el presidente Martelly y la mayor parte de las fuerzas políticas, y muchos sectores sociales haitianos, quieren ver de nuevo en el país. La clara posición conocida ayer por parte de la Comisión creada al efecto por el presidente acelera las cosas y abre el año haitiano, dos años después del terremoto, con otro seísmo, esta vez en la arena política.

Un ejército con una historia nada ejemplar

La historia del ejército de Haití (Fuerzas Armadas Nacionales de Haití), especialmente durante la larga dictadura de los Duvalier, es una historia de crímenes y de atrocidades de todo tipo que contribuyeron a la perpetuación del régimen dictatorial y a la creación – junto a los grupos paramilitares de los Tonton Macute- de un sistema de terror que, gracias también al apoyo internacional, permaneció en el poder varias décadas. La llegada al poder tras elecciones democráticas de Jean Bertrand Aristide en 1991, y su reposición en el año 1994 tras una intervención militar estadounidense con mandato de Naciones Unidas tras el golpe de estado del mismo año 1991, aconsejaron la decisión de suprimir un ejército que, no solo no era garante de las libertades, la democracia y la Constitución, sino que trabajaba en contra de ellas. No olvidemos que fue el Jefe del Estado Mayor del ejército, Raoul Cédras, quien encabezó el golpe. Desde esa época, Haití ha carecido de un ejército propio y, si bien, la Policía Nacional Haitiana (PNH), también muy vinculada con el régimen de los Duvalier, ha experimentado grandes modificaciones en su mando y estructura, la conveniencia o no de volver a tener un ejército forma parte consustancial de los debates en el interior del país. Máxime cuando en Haití se encuentra desplegada la MINUSTAH (Misión de Estabilización de la ONU) que, de facto, se encarga de muchas de las labores que desempeñaría en cualquier régimen político el ejército.

La aparente «normalización» del país durante el año 2011, con la finalización del largo y complejo proceso electoral y la toma de posesión tanto de un nuevo presidente como de primer ministro, unido a las críticas a la presencia militar internacional en el país, que por muchos es vista como una indignidad intolerable, ha hecho que en los últimos meses el debate se haya reabierto e incluso se hayan dado pasos para que la recreación del ejercito haitiano sea una realidad próximamente. La creación de una Comisión especial al efecto y el hecho de que este punto fuera claramente incluido en el programa electoral del actual presidente Martelly dejan poco espacio a la duda.

Posiciones a favor y en contra de la restauración del ejército

Hasta ahora, la mayor parte de las posiciones contrarias a la recuperación del ejército han tenido que ver con el coste. Los más de 95 millones de dólares que según el actual presidente costaría la puesta en marcha de la iniciativa, serían, sin duda, más eficaces a corto plazo si se usaran en la mejora de la salud, los servicios de agua y saneamiento y las inacabables –en realidad, apenas empezadas– tareas de reconstrucción. Esta ha sido la posición hasta ahora del principal partido del país, INITE encabezado por el ex presidente Préval, que, en realidad, no quería tomar una posición clara al respecto aplazando sine die la decisión. Y este énfasis en el coste de la iniciativa ha sido y es la posición de la mayor parte de la comunidad internacional. Máxime cuando Haití vive a expensas de los donantes internacionales y no tiene ni tendrá en un periodo razonable suficientes recursos propios.

Sin embargo, lo económico, incluso en la situación de Haití, no debe ser el elemento fundamental. El coste anual de la MINUSTAH ronda los 800 millones de dólares que son pagados por los países que contribuyen a la misión de paz y por otros donantes.

Por otra parte, no hay que olvidar que sectores de las antiguas fuerzas armadas han reivindicado durante estos años sus «derechos» y han organizado en ocasiones revueltas y movilizaciones.

«Enemigos del desarrollo»

Para otros, el tema es más de fondo y tiene que ver con el propio papel de las fuerzas armadas en la región. El ex presidente de Costa Rica Oscar Arias lo resumía recientemente con mucha claridad: «En América Latina, la mayoría de ejércitos son enemigos del desarrollo, enemigos de la paz y enemigos de la libertad», asegurando, además, que las décadas en que Costa Rica no ha tenido ejército le ha permitido ser visto como un «aliado», cuando Nicaragua y Panamá han tenido gobiernos dictatoriales. Y si el caso de Costa Rica puede servir de ejemplo, también es cierto que los problemas de seguridad a los que se enfrente Haití son muy diferentes.

Una de las propuestas de muchos analistas es la de fortalecer el papel de la policía (la PNH) haciendo que, como en el caso de Costa Rica, ésta juegue funciones más amplias en materia de seguridad ciudadana. Según lo previsto por Martelly el ejército comenzará con la contratación de un primer contingente de 3.500 hombres en los primeros meses del 2012 que servirá para combatir al narcotráfico y al crimen organizado ¿No son éstas tareas habituales de la policía?

Riesgos del rearme

Por otro lado, la creación de un nuevo ejército en la región es vista por muchos como un elemento adicional de rearme y por consiguiente de nuevos riesgos. Guarionex Rosa, antiguo embajador de República Dominicana en Haití y actual analista político, teme que «la reinstauración del ejército haitiano desate una nueva e innecesaria carrera armamentista en el Caribe, sobre todo con República Dominicana».

En cualquier caso, la pregunta que se debe responder es la de quien provee la seguridad en Haití. Y cuando hablamos de seguridad hablamos de «seguridad humana», entendida como la que hace más seguras las vidas de las personas. No los intereses de los estados. Y en esa seguridad, y más en el caso de Haití, los ejércitos, ni propios ni foráneos, no han demostrado ser muy útiles.

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