investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos propios

Crónica de un remolón fin de régimen en Guinea Conakry

i19

No es difícil pasear por Conakry y encontrarse con el cortejo espectacular del Presidente Conte o de alguna de sus cuatro esposas oficiales. Es lo único que los conakrianos pueden ver del presidente, que desde hace años apenas aparece en público. Las fotos que se exhiben de Lansana Conte por el país reflejan al militar de mirada firme de hace veinte años, que poco tiene que ver con el hombre enfermo de hoy.

A pesar del mínimo interés mediático que despierta este país (aparte de la esporádica citación de que algunos de los que desembocan en Canarias son de un lugar llamado Guinea Conakry), no ha pasado por alto para los actores humanitarios la huelga general que en febrero paralizó el país, como hasta nunca antes lo había hecho desde que Lansana Conte se instalara en el poder en 1984. El 8 de junio ha habido una nueva convocatoria de huelga general por parte de la federación de sindicatos. Parece que la “caja de Pandora” se va abriendo, bajo los temores de qué futuro le espera a un país sumido en una pobreza tan extrema. La alternativa de un nuevo golpe militar ya ha sido ampliamente condenada por parte de la Unión Europea y de EEUU.

En 1958 Guinea se independizó de Francia, que se retiró sin dejar rastro. Curioso es comprobar que, no obstante, el francés es la primera lengua del país. Guinea giró políticamente hacia la URSS, y el primer presidente, Sékou Touré, comenzó a implantar una agenda revolucionaria socialista, en la que no había espacio para la oposición política. La cifra de 10.000 desaparecidos, torturados y ejecutados es memoria histórica que aún no se olvida. Tras 26 años en el poder, su sucesor, el entonces general Conte, ha emulado esta lacra de gobiernos que llegan al poder a través de un golpe de Estado y que tienen claras aspiraciones vitalicias.

La llegada de Conte, en 1984, supuso el abandono del experimento socialista, pero sin cambios apreciables en el continuo empobrecimiento del país hasta nuestros días. Triste es pensar que Guinea se encuentre entre los países más pobres del mundo (con la carga añadida de 3.000 millones de dólares de deuda externa), a pesar de ser poseedora de un 25% de las reservas mundiales de bauxita. Aún en la capital, Conakry, la electricidad es un bien muy preciado. En las noches, la electricidad va llegando por franjas horarias a sus diferentes comunas, y el ruido de generadores intermitentes en la noche entona una percutida melodía de pobreza y decadencia.

En esas condiciones, la incógnita de la sucesión a Conte es una cuestión recurrente. La diabetes del Jefe de Estado y Ministro de Defensa hasta hace días, junto a su fama de fumador recalcitrante, tiene en guardia a todos los interlocutores. Por otra parte, desde hace tiempo su salud mental está en tela de juicio por parte de la oposición. No hay informe sobre Guinea que no mencione que el presidente se encuentra entre la vida y la muerte, mientras se formulan cábalas sobre quién influye más en él, en sus esposas o en algunos ministros- como Fodé Bangoura, que fue primer ministro hasta el decreto del pasado 29 de mayo, por el cual esta posición se suprimió, convirtiéndolo en Ministro de Estado y Defensa Nacional (concretamente, Ministro de Estado para los asuntos presidenciales y coordinación de las actividades gubernamentales). La lucha de poder en el seno de las fuerzas armadas tampoco es un secreto, y la oposición al régimen de Conte por parte de los militares más jóvenes, formados en el extranjero, aún menos. Éstos son acusados periódicamente de intentos de golpe de Estado, que nunca se investigan totalmente, con la sospecha de que puedan ser simplemente montajes del propio gobierno para eliminar a los “incómodos” al régimen actual.

Durante estos 22 años de Lansana Conte en el poder se han celebrado sólo dos comicios electorales presidenciales. En 1993 fueron calificados por la oposición y la comunidad internacional de fraudulentos, pero incomprensiblemente no hubo mayor repercusión ni mucho menos algún tipo de intervención más o menos directa por parte de la Unión Europea o de EEUU. El 21 de diciembre de 2003 se celebraron las últimas elecciones presidenciales, en las que Conte recibió el 95% de los votos, para renovar su mandato en unos siete años más. Las denuncias del posible/potencial fraude, ya desde antes de la votación, llevó a la Unión Europea a no enviar observadores electorales, mientras que la oposición quiso hacerle su particular boicot al gobierno, no presentándose a esta convocatoria.

Algo similar ocurre en el marco de las elecciones municipales. En las elecciones municipales de diciembre de 2005, la Unión Europea invirtió 1,9 millones de euros en su preparación, junto a PNUD, USAID y Francia, apoyando entre otras iniciativas la elaboración de un nuevo censo (dudoso hasta la fecha). La falta de autonomía, no obstante, de la comisión nacional electoral ha quedado patente en todo el proceso electoral. Si bien observadores como los del Internacional Crisis Group calificaron la campaña electoral y el desarrollo de la jornada electoral como “bastante normalizada”, los resultados y las acusaciones de fraude principalmente a través de los permitidos certificados de residencia, que permitían votar a personas no presentes, dieron al traste con las esperanzas de avance democrático en el país.

En el lado positivo del balance hay que recordar, por el contrario, que Guinea es el único país, entre sus vecinos, que no ha sufrido “abiertamente” una guerra en los últimos tiempos. Sin embargo, es inevitable que se vea afectado por la inestabilidad regional y que se termine inmiscuyendo en los conflictos de la zona (como el apoyo socavado que Conte prestó en su día al grupo armado de oposición liberiano). De espacial importancia fue, en 2000, el impacto del medio millón de refugiados de Sierra Leona y Liberia en Guinea que provocó un auge notable de la actividad de organizaciones humanitarias internacionales, principalmente para el mantenimiento de los campos de refugiados y para actividades de cooperación al desarrollo del propio país.

Del 27 de febrero al 3 de marzo de este año, Conakry se convirtió en una ciudad muerta, con una huelga general ampliamente seguida por todos los sectores de la sociedad (no solo de los trabajadores sindicados). La huelga finalizó con la firma del propio presidente de un protocolo de acuerdo, que recogía veinte puntos entre los sindicatos y la patronal. Aunque, a finales de abril se vislumbrara un cierto cambio de actitud por parte del gobierno (con medidas como el aumento de los salarios), la situación en nada a cambiado sustancialmente, como lo demuestra el que el incesante incremento del precio del carburante haya borrado toda esperanza. En Conakry, simplemente, una gran parte de los funcionarios no van a trabajar por el elevado coste del transporte (hacer acto de presencia dos o tres días a la semana es ya todo un esfuerzo a reconocer).

El 4 de abril se produjo un hecho que, visiblemente, pone de manifiesto el deterioro y la decadencia de la situación en Guinea. Durante la publicación por la radio de un decreto firmado por Conte, un grupo de militares interrumpió la emisión, sin que queden claras las pretensiones. Se acusaba al entonces Primer Ministro, Fodé Bangoura, de aprovechar la ausencia de Conte (en tratamiento en Suiza) para publicar un decreto, firmado por él mismo, en el que se incrementaban considerablemente los poderes de su propio cargo. Al parecer, no se estaba dando a conocer el texto íntegro del mismo… (en un país en el que la censura está amparada por ley y en el que, hasta esta primavera, no se autorizó la existencia de cadenas de televisión y radio nacionales privadas). Aunque no sea posible conocer con exactitud que ocurrió en ese caso, no es difícil percibir el interés de Bangoura por asegurarse a toda costa su parcela de poder, al amparo de Conte, al que muchos tildan a estas alturas de mero títere esperpéntico que sólo firma decretos a destiempo, sin leer ni siquiera su contenido. El decreto del 29 de mayo, mencionado anteriormente, es visto en la misma línea por quienes interpretan la actitud de Bangoura como el resultado de un plan para suceder a Conte.

Paralelamente, a mediados de mayo, y ante el incumplimiento gubernamental de los puntos acordados en el protocolo de 3 de marzo, los sindicatos dieron un plazo de dos semanas al gobierno para implementar medidas tales como la fijación del precio de los carburantes (y frenar de algún modo la galopante y asfixiante subida semanal del transporte) y la reducción del precio del saco de arroz. El 2 de junio se reunieron los representantes sindicalistas con el presidente, y diferentes medios de comunicación desde dentro y fuera del país sólo han subrayado que el presidente pidió a los sindicalistas “no comportarse como los blancos, haciendo huelgas para protestar”. El 6 de junio se anunció una nueva convocatoria general de huelga, y dos días más tarde comienza de nuevo un periodo que no tiene asegurada ninguna victoria para nadie. El papel de la Consultación Nacional, que se celebró tras la primera huelga general, es ya de por sí un logro, ya que ha integrado no sólo a los sindicatos, sino también a otros sectores de la sociedad civil como asociaciones de mujeres, de jóvenes, asociaciones culturales y a partidos políticos. Este movimiento civil puede empezar a jugar un importante papel para luchar por una transición cívica que tenga más alternativas que la del temido golpe militar.

En Guinea todo se tambalea… bueno, todo menos la pobreza y la miseria de millones de guineanos, y la desesperanza por pensar que algo puede cambiar, y que algún gobernante -algún día, en algún momento- se decida a gobernar por el pueblo y no a costa del pueblo.

Publicaciones relacionadas