investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos propios

La Unión Europea e Israel: una colaboración problemática

imgarticulo_UE_Israel
Foto: moqawama

El pasado 11 de diciembre, Tzipi Livni en su doble calidad de ministra israelí de exteriores y líder del partido gubernamental Kadima, aseguró que los «árabes israelíes» deberían abandonar Israel y mudarse a un Estado Palestino (que no existe). «Mi solución para mantener el Estado judío de Israel es tener dos Estados con concesiones y líneas rojas. Entre otras cosas, estaría dispuesta a decirles a los residentes palestinos de Israel: vuestra solución nacional está en otro lugar»1.

Tan sólo tres días antes, la misma que recomendaba o amenazaba al 25% de la población de su país a abandonarlo, se sentaba junto a sus 27 homólogos de la Unión Europea (UE) para, tras 18 meses de negociaciones, decidir conjuntamente la elevación y mejora de sus relaciones. La UE reconocía así su inequívoco apoyo a Israel, pese a que el día 4 de diciembre el Parlamento Europeo (PE) había votado posponer la adopción de un Plan de Acción Común «hasta que el gobierno israelí muestre su voluntad de adaptarse al derecho internacional, especialmente en materia de derechos humanos y humanitarios».

La mejora aprobada por el Consejo Ministros de la UE significa que el Primer Ministro israelí se reunirá con los Ministro de Exteriores de los 27 tres veces al año, que Israel y la UE desarrollarán estrategias comunes para enfocar el proceso de paz en la región y que aumentará la participación de Israel en todo tipo de programas comunitarios. Especialmente irónico resulta que la UE declarase que la mejora se realiza en el marco de «la democracia, el respeto por los derechos humanos, el imperio de la ley, las libertades fundamentales y el derecho internacional humanitario», mientras el PE se negaba a votarlo exactamente por los mismos motivos.

¿Qué se está premiando con esta decisión de la UE?
Hace tiempo que en el debate político israelí se utiliza abierta y repetidamente el concepto de «transferencia» de población. Las amenazas israelíes giran en torno al desplazamiento de su minoría árabe-palestina (el 25% de la población) a los territorios ocupados en los que algún día, que continua pareciendo lejano, se constituirá un Estado palestino independiente. La situación actual y dichas amenazas no sirven más que para ratificar la continuidad del plan de colonización de la tierra palestina.

De los más de tres millones y medio de palestinos que malviven desde 1967 en los Territorios Ocupados, 1,7 se encuentran atrapados y sometidos al peor momento de un asedio absolutamente ilegal en la Franja de Gaza. La decisión de la UE de mejorar sus relaciones con Israel puede, lamentablemente, entenderse como una aprobación explícita de dicha política. El PE proponía utilizar el Plan de Acción Común de la UE con Israel como un instrumento para la defensa de los derechos humanos, a través de la aplicación del principio de condicionalidad (levantamiento del ilegal bloqueo de la Franja de Gaza a cambio de ratificación del citado Plan de Acción).

Mientras tanto, la «transferencia» hace tiempo ya que ha comenzado sobre el terreno, lo que indica que la retórica de los líderes israelíes sólo pretende incrementar algo que ya está efectivamente en marcha. A través, por ejemplo, de la construcción del muro, que no se limita a la Línea Verde (hipotética frontera entre Israel y un futuro Estado palestino). Más de la mitad del recorrido del muro se encuentra en territorio palestino y, a medida que se introduce en Cisjordania, se convierte en un muro expropiador de tierras y de creación de bantustanes. La ciudad de Qalquilia es un buen ejemplo- rodeada en su totalidad por una pared de 9 metros de hormigón y vallas electrificadas, como también lo es Jerusalén- sus residentes, que son ciudadanos palestinos con tarjeta azul de residencia israelí, pasarán a ser residentes de Cisjordania, sin acceso asegurado a su ciudad de origen al perder dicha tarjeta azul (que pasara a ser la más restringida de los residentes en territorios militarmente ocupados).

La construcción de ese muro físico, la fijación de fronteras de facto que no se corresponden con las legales y las tarjetas de residencia a los 2,5 millones de cisjordanos (con colores que significan derechos diferentes en función del origen) se van imponiendo mientras los alrededor de 500.000 colonos ilegales judíos en Cisjordania preservan su libertad de movimientos. Quien antes vivía en Jerusalén, vive ahora en Cisjordania sin que su casa se haya cambiado de lugar. Esa «transferencia» de población civil palestina a los territorios ocupados por Israel constituye una abierta violación de las Convenciones de Ginebra.

No solo el gobierno israelí vulnera esas normas sino que también lo hacen los colonos, lo que los convierte a todos ellos en sujetos activos de crímenes contra la humanidad. La privación de sus derechos de residencia a población ocupada, incluida su «transferencia» de iure y de facto de un territorio y soberanía a otra, constituye también una violación de esas mismas Convenciones, así como la modificación o destrucción de sus infraestructuras civiles (conducciones de agua que salen de los territorios ocupados para terminar en las colonias ilegales, carreteras de uso exclusivo para colonos…).

El Tratado de Roma, que en 2002 instituyó la Corte Internacional de Justicia, adoptó la definición elaborada por las Naciones Unidas en la Convención para la Supresión y Castigo del Crimen de Apartheid (de 1973) que, inspirándose en el sistema sudafricano de supremacía blanca, se define «como el cometido en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemática de un grupo racial sobre otro con el objetivo de mantener dicho régimen».

En vista de la situación creada por el muro y lo que sucede en la Franja de Gaza, encerrada y prácticamente aislada del mundo desde junio de 2007, podemos comprender la dinámica generada por Israel que, teniendo su origen en 1948, consiste en transferir población, convirtiéndola en refugiada, para posteriormente enjaularla en recintos cerrados y sistemáticamente bombardeados, con derechos restringidos, condenados al desempleo, la pobreza crónica, la hambruna y la enfermedad (léase Gaza en su totalidad o los 52 bantustanes aislados entre sí, creados por más de 600 puntos de control militar en Cisjordania).

¿Nueva institucionalización del ghetto?
Ocupar, colonizar, transferir población, encerrar, privar de derechos y condenar al hambre y la enfermedad en base al origen racial (judíos sobre palestinos). ¿Podemos hablar de una nueva institucionalización del ghetto? Los pogroms de las últimas semanas en Hebrón- con colonos ilegales israelíes que, a punta de pistola y gritando «¡muerte a los árabes!» quemaban casas palestinas con la protección del ejército israelí, encargado de impedir a los palestinos defenderse- son demasiado gráficos. ¿Puede encontrarse una similitud con hechos que acontecieron en Europa el siglo pasado?

El pasado 9 de diciembre, con motivo del día internacional de los Derechos Humanos, John Dudgard, juez sudafricano de la Corte Penal Internacional y Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, aseguraba en una nota hecha pública que «muchos líderes se han pronunciado sobre la crueldad e ilegalidad del bloqueo a Gaza. Dicho flujo de denuncias por cargos de las Naciones Unidas, habitualmente cautos, no había ocurrido desde los tiempos del Apartheid sudafricano y aún así Israel incrementa el asedio en toda su furia, permitiendo sólo la entrada escasa de la comida y el combustible necesarios para limitar la hambruna y la enfermedad masiva. Esta política de castigo colectivo iniciada por Israel constituye una violación masiva y flagrante del Derecho Internacional Humanitario y del artículo 33 de la cuarta Convención de Ginebra»2. En otra nota hecha pública también este año, el mismo juez, que no es ningún activista de la izquierda radical, definía la situación de Gaza como «preludio al genocidio».

Los 27 Ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea no podrán decir «no sabíamos lo que estaba pasando», cuando el día de mañana se arrepientan de estrechar lazos con quien así se comporta. Siempre se ha comprendido la expresión «silencio cómplice». Lamentablemente, en este caso la complicidad ni siquiera es silenciosa: se pavonea de sí misma.

NOTAS:
1.Jerusalem Post, 11 de diciembre, 2008.
2.http://www.unhchr.ch/huricane/huricane.nsf/view01/183ED1610B2BCB80C125751A002B06B2?opendocument

Publicaciones relacionadas