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Los perdedores, los de siempre

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Foto: Intermón Oxfam

(Para Radio Nederland)
Han sido necesarios más de dos meses desde que se generalizara la crisis financiera a escala global, provocando una reacción jamás vista anteriormente por parte de los gobiernos de los países desarrollados, para que comience a constatarse que sus efectos sobre los países en desarrollo y las poblaciones vulnerables de los países del Sur van ser demoledores. De hecho lo están siendo ya. Durante estos dos últimos meses la atención ha estado centrada en las medidas de apoyo a los que han sido los responsables de la crisis, los bancos especuladores y sus codiciosos responsables, y al final van a ser ellos los premiados. Y los perdedores, los de siempre.

Por ello, la conmemoración, que no celebración, ayer del Día Mundial de la Alimentación, ha permitido, al menos por unas horas, romper la monotonía dominante en la información sobre la crisis y poder introducir algunos elementos informativos que ilustran cómo la crisis está afectando al otro mundo real y a las condiciones de vida de millones de personas.
Aún antes de comenzar la crisis financiera generada por las hipotecas basura, la situación alimentaria mundial era ya muy preocupante. La subida de los precios de los alimentos ya había condenado a la desnutrición a más de 75 millones de personas y se estimaba que otros 923 millones de seres humanos pasan hambre cotidianamente. Es decir, uno de cada siete habitantes del planeta. Frente a esta situación se iniciaron algunas medidas y la celebración de la Cumbre de la Alimentación en Roma el pasado… consiguió por vez primera atraer a numerosos mandatarios mundiales y proponer algunas medidas de corto plazo. Medidas muy modestas, ya que como recordaban ayer el Director General de la FAO Jacques Diouf y muchas ONG, con tan solo 22.000 millones de euros (una ínfima parte de los más de 700.000 millones que el gobierno de EE.UU. va a insuflar a sus bancos) se podría paliar la lacra del hambre en el mundo. Y sin embargo, el desembolso de esos fondos comprometidos en Roma se ve ahora afectado por las malas previsiones financieras de los estados poderosos. El «fantasma de los mil millones de hambrientos» como lo denomina el Director de la ONG Acción contra el Hambre, Olivier Longué, está cada vez más cercano.

Conviene recordar que la crisis alimentaria que se manifestó con crudeza a finales de 2007 y primeros meses de 2008 se debió a un aumento de los precios de los alimentos, no a una falta de los mismos o a problemas de producción. Se estima que muchos alimentos básicos han incrementado su precio más de un 50% entre 2007 y 2008. Y no por problemas de producción o carencia. Es más, pese a los muchos desastres que han asolado grandes zonas productoras de alimentos durante este año como Myanmar, o ciertas zonas de India o la China, las previsiones de producción alimentaria para 2008 son buenas y se espera una cosecha record en términos globales.

Sin embargo, ya en 2007 las cifras de ayuda oficial al desarrollo (AOD) habían disminuido a nivel global, e incluso las cantidades destinadas a las cuestiones más urgentes como la ayuda alimentaria y humanitaria también lo han hecho. Es decir, incluso antes del inicio de la crisis financiera se había producido ya un parón en la financiación del desarrollo y la ayuda humanitaria, por lo que los nuevos datos y la dedicación de cuantiosas sumas para salvar a los bancos, van a tener un efecto muy grave sobre las economías y las personas de los países en desarrollo. Y en el medio plazo también en la capacidad de inversión de estos países en cuestiones de desarrollo.

El otro elemento que comienza a verse estos días es que otro de los damnificados por las crisis financiera va a ser el cambio climático. Algunos gobiernos han planteado ya abiertamente el incumplimiento de los compromisos de Kioto y ya nadie confía en un posible Kioto II que ampliara las medidas para enfrentar el calentamiento global.

Tanto en el tema del hambre, como en el del desarrollo, o en el de la lucha contra el cambio climático hay momentos de cierto optimismo en los que parece que se enfrentan los problemas, se toman medidas y se producen avances. Declaración del Milenio, Cumbre de Roma, Protocolo de Kioto,… nos hacen creer que en esta ocasión estamos jugando bien. Pero cosas como las que han pasado en las últimas semanas en las que se manifiestan los verdaderos intereses de los que pueden tomar decisiones globales, nos hacen recordar aquello que decían los comentaristas deportivos «hemos jugado como nunca, pero hemos perdido como siempre».

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