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Pakistán: mucho más que el “contagio” afgano

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(Para Radio Nederland)
Tras el agravamiento de la crisis paquistaní en las últimas semanas y el enorme incremento de la cifra de desplazados con sus graves consecuencias humanitarias, muchos analistas están interpretando la situación como una mera extensión, más allá de sus fronteras, de la guerra en Afganistán.

Y este simplista planteamiento está influyendo en la respuesta internacional que vuelve a centrarse exclusivamente en el combate a ese enemigo, real pero nebuloso, que son los grupos talibán. O a ese otro objetivo, aún más difuso e inconcreto, que es la «guerra global contra el terror». Y en este tema los cambios de la nueva administración estadounidense son todavía muy poco perceptibles en el terreno.

Conviene recordar que tras las conversaciones entre el gobierno paquistaní y diversos líderes tribales durante los meses de marzo y abril del año 2009, el régimen de Pakistán decidió iniciar unilateralmente una operación militar, desproporcionada según muchos observadores, con el objetivo explícito de «acabar con los talibanes de una vez por todas», según las propias palabras del Primer Ministro paquistaní Yousaf Raza Gilani, en lo que las organizaciones de derechos humanos presentes en el país han calificado como política de tierra quemada. En estos meses de intensos combates, el acceso a aquellas zonas para las organizaciones internacionales ha sido muy limitado, pero poco a poco se han ido viendo las enormes consecuencias humanitarias, con unas cifras que superan los más de dos millones y medio de desplazados, y con absoluto mutismo sobre el número de bajas entre el ejército y los insurgentes.

Y conviene recordar también que, más allá de la evidente presencia de fuerzas talibán que huyen de Afganistán o que llevan tiempo moviéndose por una frontera muy permeable, la Provincia de la Frontera Noroccidental y otras zonas de Pakistán han sido desde la propia independencia del país en 1947 regiones de una gran diversidad con unas relaciones difíciles con el poder central, al que acusan de no prestarles atención suficiente. Los diversos regímenes políticos que ha vivido el país, y especialmente las dictaduras militares de Zia ul Haq o Pervez Musharraf -reconvertido a civil en las postrimerías de su mandato-, respetaron formalmente las llamadas áreas tribales pero no les concedieron atención ni las incorporaron a los periodos de cierto desarrollo del país.

De aquellas épocas es el célebre dicho de que «todos los países tienen un ejército pero en Pakistán el ejército tiene el país». Y así, si durante décadas el establishment de Islamabad se dedicó a la militarización del país y a su conversión en potencia nuclear frente a la «amenaza» de su vecina India, las cosas en muchas zonas del país, con millones de personas pobres y con creciente presencia de grupos fundamentalistas, han ido evolucionando de modo muy distinto. En esa situación, el caldo de cultivo para un aumento de la influencia de los talibanes se ha ido creando poco a poco.

En ese complejo contexto, la respuesta internacional a la crisis humanitaria está siendo especialmente pobre, tanto en los fondos canalizados por las Naciones Unidas, como en las contribuciones a las ONG. De los 543 millones de dólares solicitados por la ONU en su llamamiento humanitario, tan solo se han recibido 138, es decir, el 25%. Y, lo que es peor, algunas de las agencias de la ONU que se incluían en el llamamiento no han recibido un solo dólar. Por su parte, en el sector no gubernamental la situación es aún peor, con una carencia de fondos estimada en unos 42 millones de dólares. Eso ha hecho que durante la semana un grupo de nueve grandes ONG y redes de ONG internacionales -entre las que se encuentran OXFAM, Save the Children, Care, el Islamic Relief y otras- hayan realizado un comunicado conjunto en el que ponen de manifiesto que deberán cerrar algunos de los proyectos puestos en marcha para atender a los más de 2,5 millones de desplazados especialmente en el valle del Swat.

Jane Cocking, Directora de OXFAM, llegó a declarar que «se trata de la peor respuesta financiera a una crisis humanitaria en una década» y el comunicado de las ONG analiza el contraste que supone esta cicatería con la rápida reacción internacional tras el terremoto de Cachemira en el año 2005. En aquella ocasión OXFAM, por ejemplo, obtuvo en muy pocos días más de 14 millones de dólares, mientras que ahora no cuenta con fondos para atender a las más de 360.000 personas a las que suministra asistencia. El urgente comunicado de las ONG trata de llamar, además, la atención sobre que la llegada de los monzones, prevista para el mes de julio, puede agravar aún más la situación humanitaria y complicar el acceso a ciertas zonas de la región.
Por su parte, el propio Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha expresado su preocupación por el difícil acceso a ciertas zonas de la Provincia de la Frontera Noroccidental en los valles de Swat y Bajo Dir, donde las autoridades paquistaníes restringen la presencia de organizaciones humanitarias. En la última semana el CICR consiguió llegar a ciertas comunidades en las que no había habido hasta la fecha ayuda internacional y que habían recibido numerosos desplazados por la violencia.

Hace poco menos de un año era elegido Asif Ali Zardari, viudo de Benazir Bhutto, como Presidente de Pakistán en lo que suponía una esperanza para la paz y el desarrollo del país. Hasta ahora ha contado con el total apoyo de los Estados Unidos, que deberían aprender de su experiencia afgana para no alentar las violentas respuestas militares que, con el argumento de combatir a los talibanes, están causando una de las mayores crisis con consecuencias humanitarias de la actualidad.

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