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Bombardeo estadounidense al hospital de MSF en Kunduz: investigación independiente hasta el final

 

Foto para el artículo: La bandera de MSF a media asta en su sede de Ginebra, Suiza (EFE)

36°43’4.91″N 68°51’43.96″E son las coordenadas GPS que Médicos sin Fronteras (MSF) trasladó a todas las partes en conflicto: una localización precisa, y que ahora se puede leer en la fachada de su sede en Ginebra, como un grito de denuncia por las víctimas del bombardeo aéreo acometido por EEUU el pasado 3 de octubre, sobre un hospital situado en Kunduz, al norte de Afganistán. El último balance deja tras de sí 22 muertes y un hospital inoperativo, el único con servicios de traumatología y cirugía en la región.

Todas las partes del conflicto sabían dónde estaba operando la organización. Todas habían sido comunicadas, en «múltiples ocasiones en los últimos meses». Y más aún, según denuncia MSF en uno de sus comunicados emitidos en estos días, «el bombardeo continuó durante por lo menos 30 minutos después de que se informara a los responsables militares estadounidenses y afganos en Kabul y Washington».

La aviación estadounidense era la única que operaba y opera en la zona, ya que los talibanes no disponen de medios aéreos y los militares afganos no tienen capacidad para vuelos nocturnos. Un portavoz militar estadounidense en Afganistán confirmó, según recoge la prensa, que se había realizado un ataque en dicha región a la misma hora en la que MSF informó del bombardeo, y aseguró que durante la intervención pudo haber «daños colaterales a un centro médico cercano». Y el Pentágono ha admitido que fue un error que pasó por la cadena de mando estadounidense. Un trágico error.

Los hechos, como pocas veces pasa, apenas dejan duda de lo sucedido. Y a pesar de que algunas partes han querido justificar lo injustificable utilizando el malmetido discurso de la presencia de talibanes en las instalaciones, no podrán negar que se ha cometido una violación del Derecho Internacional Humanitario (DIH), en este complejo y sangriento puzle de guerra que es Afganistán.

Así, el portavoz del Ministerio de Salud afgano, Wahidullah Mayar, desmentía las declaraciones del Ministro, Seddiq Seddiqui: «cualquiera que fuera la situación, va en contra del DIH, bombardear un hospital repleto de personal médico y pacientes». Si bien, a pesar de la claridad en lo sucedido, nos advierte el presidente de EUUU, que ahora toca esperar a los resultados de la investigación, interna por supuesto, antes de juzgar lo ocurrido. El siguiente movimiento en el tablero reside en cuanto de «imparcial» será dicha investigación, mientras se enfrenta en la batalla los Convenios de Ginebra y las estrategias militares para «ganar» una guerra.

Mientras tanto MSF está tratando de poner en marcha la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta, prevista en los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra para este tipo de investigaciones imparciales e independientes. Según MSF, «el miércoles se hizo público que la Comisión ha ofrecido formalmente sus servicios para investigar estos hechos, pero se requiere el consentimiento de los países implicados para la puesta en marcha de una investigación completa, transparente e imparcial. Por ello, MSF apela a Estados Unidos y a la Administración del presidente Barack Obama para que acepten una investigación sobre el bombardeo del hospital de Kunduz a cargo de este organismo independiente». La puesta en marcha de la Comisión sería la única garantía de llegar hasta el final en el esclarecimiento de sucesos de este tipo que son flagrantes violaciones del DIH.

Pero, ¿qué anda mal en todo esto? ¿cuántas líneas rojas pueden ser traspasadas? Y puesto que tampoco es la primera vez que EEUU se encuentra en el punto de mira por una situación similar, ¿qué podemos esperar que suceda a continuación?. Hablamos de una violación del DIH, y a la vez de un paso atrás en la propia credibilidad del mismo, puesto que ya no es exclusividad de los terroristas o insurgentes violar el DIH, al ser violado tajantemente por los Estados que firmaron los propios Convenios de Ginebra, como fue EEUU. Es decir, aquellos que lo defienden parecen no respetarlo.

El discurso de la «guerra contra el terror» se ha convertido en la fuerza impulsora de medidas político-militares que comportan el recorte de numerosas libertades y con el que se está corriendo el riesgo de someter al DIH a un «significante vacío».

En su intervención la Dra. Joanne Liu, presidenta internacional de MSF el pasado 7 de octubre, en el Palacio de las Naciones, Ginebra, advertía que «no había sido solo un ataque contra nuestro hospital: ha sido un ataque contra los Convenios de Ginebra…. Estos Convenios regulan las reglas de la guerra y se establecieron para proteger a los civiles en los conflictos, incluyendo a pacientes, personal médico y estructuras sanitarias. Ellos llevan un poco de humanidad en medio de una situación inhumana».

Son por tanto normas que garantizan unos «mínimos» de comportamiento de los beligerantes en los conflictos armados, pero si se incumplen de una manera tan escandalosa, ¿cómo volver a forjar una credibilidad de algo tan complejo? ¿a dónde vamos?

Sin caer en poner el acento en la necesidad de enmendar o activar los dispositivos de la culpa o la conciencia de occidente, se debe de ser consiente que de nada sirve defender y creer en un DIH universal, si luego son los primeros en bombardearlo. Y más aún porque no debiera estar bien visto que un premio Nobel bombardee a otro por estar ejerciendo su labor en zona de conflicto, y menos aún que se las ingenie con el discurso del poder para presentar como humanos actos inhumanos.

Prestemos la atención que estas barbaries requieren, pues no neguemos que la percepción de estos hechos es que a veces son digeridos demasiado rápido.

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