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Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria

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Los próximos días 16, 17 y 18 de noviembre se celebrará en Roma la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria, organizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que espera reunir a jefes de Estado y de gobierno, y delegados de sus 191 países miembros, así como a expertos y representantes del sector privado y las ONG. Esta cumbre está siendo precedida por una serie de eventos celebrados este mes de octubre, entre los que destacan el Foro de Expertos de Alto Nivel sobre cómo alimentar al mundo en 2050, celebrado los pasados días 13 y 14; la reunión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSAM), del 14 al 17; y la celebración del Día Mundial de la Alimentación, del pasado día 16. Todos estos acontecimientos giran en torno a la inseguridad alimentaria y, por tanto, están centrados en cómo hacer frente a la persistencia del hambre crónica en amplias zonas del planeta. En este sentido, el Director General de la FAO, Jacques Diouf, señala que la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria es necesaria para afrontar el hambre mediante compromisos concretos dado que, según sus propias palabras, “esta crisis silenciosa del hambre, que afecta a uno de cada seis seres humanos, supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales. Necesitamos crear con urgencia un amplio consenso para la erradicación rápida y completa del hambre en el mundo”.

Sea o no necesaria la cumbre en sí, la frialdad de las cifras nos alertan del aumento de la población mundial subnutrida y de su tendencia ascendente. Según el informe del CSAM sobre “Evaluación de la Seguridad Alimentaria y Situación de la Nutrición a Escala Mundial” de 2008, en el planeta habría aumentado el número de personas subnutridas de unos 842 millones en el periodo 1990-92, a los 848 del periodo 2003-05, encontrándose un mayor aumento en el África Subsahariana y, dentro de la región, un incremento destacado en la República Democrática del Congo. Además, en términos relativos, el mismo informe nos muestra un aumento del 20% al 25% de las personas subnutridas en la región para los periodos de 1990-92 a 2003-05, así como la prevalencia de casi un 30% de los niños menores de cinco años con falta de peso adecuado a su edad. Igualmente, el último informe del Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo caracteriza al año 2009 como “catastrófico para los hambrientos del mundo” y señala el aumento del hambre en todas las principales regiones del mundo, estimando el número de personas subnutridas en más de mil millones.

Estos datos enlazarían con las tendencias que presentan los últimos informes de seguimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) respecto del incumplimiento del Objetivo 1 “Erradicación de la pobreza extrema y el hambre” en el África Subsahariana y gran parte de Asia, y, concretamente, respecto de la meta de “reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas que padecen hambre”. Según el informe de 2009, la proporción de población hambrienta ha aumentado en 2008 en África subsahariana y Oceanía y, exceptuando a China, también aumentó en Asia oriental. Además, en gran parte del resto de las regiones la tendencia a la baja que venía experimentando el hambre se ha visto frenada, por lo que esta meta estará lejos de cumplirse en 2015.

Teniendo en cuenta los datos mostrados y su tendencia, tendríamos que preguntarnos por las razones que hacen que el hambre en algunas partes del planeta sea endémica y no coyuntural, sino un fenómeno claramente estructural, crónico y trágicamente cotidiano. En este sentido, tanto el informe de 2008 del CSAM, como el informe 2009 sobre los ODM, apuntan al aumento de los precios de los alimentos como un factor que afecta de manera directa al incremento de las personas que padecen hambre. Este aumento de los precios fue muy importante en los años 2006 y 2007, y especialmente acusado en 2008, siendo en Asia y en África Subsahariana donde la relación entre encarecimiento de alimentos y hambre fue más directa. Sin embargo, este aumento de los precios se dio en los mercados locales y contrasta con la bajada de los precios de los alimentos en los mercados internacionales, sobre todo en la segunda mitad de 2008. Por tanto, la bajada de precios internacionales no se ha trasladado a los precios locales y, por tanto, a los consumidores de países como Brasil, India o Nigeria.

De esta manera, facilitar el acceso a los alimentos a precios asequibles a las poblaciones más vulnerables de África subsahariana, Asia o América Latina se torna fundamental para la mejora de la seguridad alimentaria mundial. Más aún, siendo conscientes del compromiso adquirido por los países desarrollados y en desarrollo con la Declaración del Milenio y el cumplimiento de los ODM, o con la reciente declaración de los países del G-8 en la Cumbre de L’Aquila, relativa a la seguridad alimentaria global- la denominada L’Aquila Food Security Initiative- que prevé destinar unos 20.000 millones de dólares en cinco años a combatir la inseguridad alimentaria en el continente africano a través del desarrollo de la “agricultura sostenible”.

En definitiva, esperemos que en la próxima cumbre de Roma se confronten las causas de la grave situación de inseguridad alimentaria y crisis de hambre mundial para definir, así, medidas concretas y eficaces que hagan disminuir sensiblemente el número de subnutridos. Y lo que es más importante, se fijen recursos financieros suficientes que se traduzcan en programas de erradicación del hambre y la pobreza extrema, al menos con la misma celeridad y voluntad política con la que se han llevado a cabo las medidas para atajar la crisis financiera internacional.

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