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Palestina no tiene descanso

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(Para Radio Nederland)

Palestina destaca por la profundidad y la duración de un proceso de deterioro que impide a sus moradores satisfacer sus necesidades básicas y vislumbrar la paz entre dos Estados (palestino e israelí) consolidados.

Lo ocurrido en estas últimas semanas no hace más que incrementar la sensación de que no hay margen para la esperanza de una inminente resolución de un conflicto, que se mueve entre la equivocada estrategia israelí de castigo y desprecio de la legalidad internacional y la no menos errada confianza en que Obama se va a jugar realmente su prestigio internacional y su alianza con Tel Aviv por salvar de la nada a los palestinos.

Los hechos acumulados a lo largo de este caluroso verano dejan muy pocos resquicios para el optimismo. Podemos empezar por los resultados de un reciente informe de la ONU, que concluye que los Territorios Palestinos sufren “un nivel de pobreza y desintegración desconocido desde hace generaciones”. De sus páginas se deduce que la economía de Gaza y Cisjordania sigue, por noveno año consecutivo, su caída en el abismo, de tal modo que el porcentaje de personas que viven por debajo del umbral de pobreza alcanza ya al 79%. Y todo ello a pesar de la ayuda internacional (1.900 millones de dólares en 2008), de los esfuerzos (tan invisibles como baldíos) del Cuarteto y su inefable representante; Tony Blair, y de las increíbles ofertas de Benjamín Netanyahu sobre una supuesta “paz económica”, que debería convencer a los palestinos de que es mejor olvidarse de sus reivindicaciones políticas a cambio de bienestar económico. Esta situación no es el resultado de un castigo divino, ni de la inoperancia de los agentes económicos palestinos, sino de la permanente estrategia de “deconstrución” que los sucesivos gobiernos israelíes, sea cual sea su color político, viene desarrollando desde la ocupación de esos Territorios en 1967.

Podemos seguir con los resultados del informe de la organización no gubernamental israelí, B’tselem, que refuerza lo que ya sostenía antes Amnistía Internacional, en el sentido de que la mitad de las muertes violentas en la pasada campaña de Gaza eran civiles (y no combatientes de Hamas o cualquier otro grupo). No ha sido esta la primera vez que se han quebrantado las reglas de juego en el uso de la fuerza militar, tanto por parte de quienes lanzan indiscriminadamente sus cohetes contra objetivos civiles israelíes, como por lo que afecta al ejército de un Estado que arruina así su condición de democrático y respetuoso con la ley internacional. Seis guerras y dos Intifadas deberían ser suficientes para convencer a unos y otros de que la violencia nunca les va a garantizar la consecución de sus objetivos. Pero eso no impide que el lenguaje de las armas siga imponiendo su voz a diario, cerrando la boca a quienes no comulguen (en ambos bandos) con los aparentemente más fuertes.

Del mismo modo, podemos añadir la decisión adoptada hace unos días por el gabinete israelí para la construcción de 455 nuevas casas en diferentes asentamientos ubicados en Cisjordania. Con una reiterada burla a las supuestas presiones estadounidenses para lograr la detención de todo tipo de construcción en unos lugares que violan indudablemente la legislación internacional, cabe adivinar en esta medida una doble intención. Por un lado, se trata de contentar a los representantes más radicales (concepto difícil de manejar en un gabinete como el actual) para evitar el derrumbamiento de la coalición que trata de manejar Netanyahu. Por otro, sirve como baza de negociación ante Washington, para tener algo a lo que renunciar cuando se le pida un gesto de buena voluntad en futuras negociaciones. Mientras tanto, la usurpación de territorio palestino sigue incansable en su labor de zapa para hacer de todo punto inviable que algún día pueda existir un Estado palestino viable.

Por último, aunque la lista podría ser interminable, podríamos sumar los obstáculos que el gobierno israelí está poniendo a la puesta en marcha de la que sería la segunda operadora de telefonía móvil. La kuwaiti Wataniya está a punto de tirar la toalla, una vez que se acumulan los retrasos en la asignación de frecuencias (que deberían haberse concretado ya en marzo pasado). ¿Se trata solamente de una cuestión técnica o es inevitable percibir un trasfondo político, más bien securitario, para no perder el control israelí de un espacio que no le interese que se comunique directamente? ¿Cómo encaja esa medida con la rimbombante “paz económica” de Netanhayu?

En ese contexto, ¿qué cabe esperar de la próxima reunión, auspiciada y presidida por Obama, entre Mahmud Abbas y Benjamín Netanyahu? En ningún caso se dan hoy las condiciones para iniciar un verdadero proceso de diálogo orientado hacia la paz. Por el contrario, es fácil adivinar que será una reunión más preocupada por acertar en el marketing con el que se tratará de encontrar el mensaje atractivo con el que convencer a la opinión pública de que algo sustancial ha sido acordado. ¿Quizás el lugar en el que los asistentes pasarán sus próximas vacaciones?

Entrevista

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