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Irak vota en positivo

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(Para El Correo)

Las elecciones celebradas el pasado día 31 de enero en Irak son algo más que una cita para renovar los consejos provinciales conformados en 2005 y para cumplir con un calendario que ya viene retrasado en buena medida (inicialmente se habían convocado para octubre pasado). A falta de conocer en detalle sus resultados, ya puede confirmarse que se trata de un auténtico test sobre el rumbo y alcance de la evolución del país, cuando comienza a definirse la nueva estrategia diseñada para Oriente Medio por la nueva presidencia de Barack Obama y trata de asentarse la local de Nuri al Maliki.

En función de los datos disponibles hasta el momento cabe subrayar varios factores que, a buen seguro, determinarán significativamente el inmediato futuro de quienes pretenden superar la conflictividad que viene dominando a Iraq al menos desde 1991. En esencia se trata de que:

– La participación, único dato oficial por el momento, ha quedado por debajo de lo esperado. Mientras que diversos actores políticos iraquíes confiaban en que superaría el 60% de los quince millones de votantes potenciales, la cifra final se ha quedado en un 51%. Si algunas explicaciones apuntan a defectos de la propia comisión electoral encargada de la organización de los comicios y a la dificultad para que el alrededor de un millón de desplazados pudiera registrarse adecuadamente (apenas lo han hecho 63.000), la razón principal de este bajo porcentaje apunta a un cansancio generalizado de la población con los líderes que les ha tocado en suerte. Bien por considerarlos apenas títeres de los ocupantes, o excesivamente radicales en sus ensoñaciones fundamentalistas o simplemente corruptos e ineficientes, el hecho es que la población iraquí se muestra crecientemente desapegada de una clase política que no les ha resuelto sus necesidades más básicas en estos últimos años. La falta de suministro eléctrico regular o de una sanidad que funcione, por citar tan solo dos ejemplos entre muchos posibles, han pasado factura tanto a unos como a otros y debe servir de aviso para los futuros gobernantes.

– El actual primer ministro, Nuri al Maliki, sale claramente reforzado de estos comicios a través de la lista Estado de la Ley que respalda y lidera. Recordemos que se trata de un político que llegó al puesto por carambola (derivado de la falta de consenso sobre otros de mayor peso político que él) y que ha sido constantemente cuestionado tanto dentro como fuera del país (incluyendo Washington). Frente a otros líderes, no cuenta con un partido sólidamente reconocido ni dispone de una milicia propia que le haya servido para imponerse a sus rivales. Sin embargo, según apuntan todos los indicios, no solo aumenta su peso en zonas que ya dominaba sino que, sobre todo, amplia su base electoral en las nueve provincias chiíes del sur del país (e incluso en Bagdad Este), todo ello a costa de su principal rival, el Consejo Supremo Islámico de Iraq. Siendo ambos chiíes, estamos hablando de que el partido liderado por Abdulaziz al Hakim, de notorio perfil religioso, va a ser desplazado por Al Dawa, de orientación netamente laica.

– Tras un largo y penoso (para ellos) ostracismo político, los suníes vuelven a la escena. En las pasadas elecciones de 2005 los partidos suníes- que penaban su connivencia con el anterior dictador, Sadam Husein, en pleno proceso de desbaazificación- llamaron a la abstención y quedaron prácticamente excluidos de la estructura de poder que surgió de ellas. Ahora- una vez que Washington impuso su deseo de que fueran nuevamente integrados en la vida pública, como elemento fundamental para ganarse su apoyo en la lucha contra insurgentes y terroristas- se han apresurado seriamente en no perder la ocasión de volver a tocar poder. Así debe entenderse que sea precisamente en provincias de mayoría suní, como Saladino y Nínive, en las que se ha registrado una participación superior al 60%.

– Interesa resaltar, sin embargo, que las elecciones solo se han celebrado en 14 de las 18 provincias de Iraq. Esto significa que quedan para más adelante las que deben desarrollarse en tres provincias kurdas del norte del país (Erbil, Dohuk y Suleimaniya), mientras que en la de Tamim, que incluye a la codiciada ciudad de Kirkuk, no es posible ni siquiera aventurar una fecha. Precisamente en esta última se plasma con mayor nitidez el debate sobre el reparto demográfico (en medio de un proceso que algunos califican de limpieza étnica, sustituyendo a kurdos por árabes) y de las riquezas de hidrocarburos (Kirkuk es, después de Basora en el sur, el punto neurálgico de unas riquezas que ansía tanto el gobierno regional kurdo como el central de Bagdad).

– En el medida en que estos comicios refuercen el poder del partido Al Dawa, de Nuri Al Maliki, es de esperar que se acelere el calendario para llevar a cabo unas elecciones legislativas (inicialmente previstas para final de este año) que consoliden su liderazgo a nivel nacional. En un contexto que plantea como una opción no descartable la fragmentación del país, Al Maliki apuesta por un poder central fuerte, mientras que Al Hakim se inclina por crecientes cuotas de autonomía que podrían derivar como mínimo en un Estado federal (en el que también están obviamente interesados los kurdos del norte). Las barreras que impone la identidad étnica y religiosa- que hacen previsible el resultado final de cualquier votación nacional a partir del peso de cada una de ellas (60% chií, 20% suní y 20% kurdo)- hacen muy difícil cualquier planteamiento que quiera asentar el futuro del país sobre bases ideológicas transversales.

– Por último, y a pesar de los anuncios que se emiten desde Washington y Bagdad, conviene no dejarse confundir por quienes quieren interpretar esta señal de normalidad iraquí (éstas son las primeras elecciones sin sobresaltos violentos de importancia) como la confirmación de que Estados Unidos ya puede hacer las maletas para salir del país. Las tropas estadounidenses están en Iraq para quedarse por mucho tiempo y, por tanto y a pesar del acuerdo de noviembre pasado entre ambos gobiernos en el área de la seguridad (que será sometido en breve a un referéndum), no cabe imaginar que habrá una retirada de las fuerzas estadounidenses de un país que tanto importa.

Conviene insistir en que no se construye la mayor embajada que Washington tiene en el planeta y cuatro bases militares propias para abandonarlas al poco tiempo, cuando se mantiene el interés por controlar un país clave en la ecuación energética mundial y cuando Irán podría emerger como líder regional con ambiciones de control que podrían afectar muy directamente a Arabia Saudí. En esencia, podemos esperar que el presidente Obama fuerce la situación para llevar a cabo un redespliegue, pasando de los más de 140.000 soldados actuales a unos 60.000 en el plazo de un año…, pero eso no podrá llamarse en ningún caso retirada.

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